Alberto Schommer recibió ayer una noticia que, según muchos de sus compañeros de profesión, tendría que haber llegado hace mucho tiempo, la concesión del Premio Nacional de Fotografía, «lo más importante y lo más bonito que me ha podido ocurrir. Algo que se consigue solo una vez en la vida».

Dotado con 30.000 euros y otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el jurado del galardón ha querido reconocer «su continuada trayectoria fotográfica durante más de cincuenta años». En este tiempo, «no sólo ha abordado todos los temas, sino que también ha innovado en el medio, desde el punto de vista técnico y experimental; siendo testigo de la transformación cultural y social de nuestro país».

Nacido en Vitoria (Álava) en 1928, el académico de Bellas Artes de San Fernando reconoció ayer que cuando le llamó el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, para informarle «ha sido una gran noticia».

«Después de tantos años en que, por circunstancias desconocidas, no se me había dado. Muchísimos compañeros fotógrafos se preguntaban el por qué de ello», indicó. El galardonado, Medalla de Oro de las Bellas Artes, tuvo un recuerdo para el recientemente fallecido Oriol Maspons «con el que se ha cometido una injusticia. Ha sido una pena que no llegara a recibir este premio, lo siento muchísimo. Creo que no quedan tantos fotógrafos de esa época».

Fotógrafo, pintor, escritor y poeta, montó su primer estudio, dedicado a la publicidad y la moda, en 1966, y un año más tarde representó a España en la muestra internacional de la Expo de Montreal. Participó en grupos experimentales de imagen, como el Happenings Forums, y trabajó en imágenes para grupos musicales pop y portadas de discos y en 1971 recibió el premio al mejor documental industrial.

La obra fotográfica de Schommer refleja la historia de España, desde los Relatos psicológicos (1969-73), con una crítica social de la época del franquismo; Descubrimientos (1981-1984), donde algunos españoles aparecen bajo títulos específicos como Antonio Gala, Radiaciones o Tete Montoliú, Ofrenda, hasta Máscaras de 1985, Actitudes (1988-89) o Documentos Schommer, 1996. En 2005 rescató los nombres de la Transición española, en una exposición donde mostraba a los protagonistas de este período a través de su mirada.

Calificado como «fotógrafo de personalidades» o «psicoanalista del poder», se negó a hacer una instantánea en vida a Francisco Franco, pero firmó la foto más polémica de su muerte, en la que aparece con una mascarilla en su lecho mortal. O la de monseñor Tarancón al quien inmortalizó «levitando».

Aunque a primera vista sus imágenes puedan parecer muy cercanas a la pintura, el galardonado considera que su fotografía «no tiene nada de pictórico», pese a las influencias mutuas que, para él, existen entre ambas ramas.