El viaje comenzó el 27 de febrero de 1803. Partió de El Ferrol, rumbo al Callao, en Lima. Allí, llenó sus bodegas con más de 600.000 monedas de plata y oro -unas 14 toneladas de peso-, bienes de la Hacienda pública acumulados en el virreinato de Perú durante la guerra. Al mando, José de Bustamante, que siguió la ruta prevista para regresar a Cádiz. Escala en Montevideo y de allí de vuelta a España el 9 de agosto de 1804. A tan solo un día de su destino, la flota fue interceptada al sur de Portugal por una escuadra británica que violando la paz del Tratado de Amiens atacó las embarcaciones españolas, un total de cuatro. Un impacto directo en el depósito de pólvora y municiones del barco provocaron la explosión y hundimiento de la fragata Mercedes, con todo su cargamento.

Ese viaje continuó dos siglos después, en mayo de 2007, cuando la empresa cazatesoros norteamericana Odyssey expolió el barco, hundido a 1.100 metros de profundidad, e intentó ocultar la evidencia de que procedían de un buque español. El Estado entonces llevó el caso a los tribunales y el 3 de junio de 2009 el juez dictaminó que las monedas debían volver a su país de origen. Después de esta «escala», a la Mercedes le quedaba aún recorrido y el 25 de febrero de 2012, dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea Española aterrizaban en Torrejón con parte del material. El resto, oculto por Odyssey en Gibraltar, le fue devuelto en 2013.

Pero esto no marca el fin. A la fragata Mercedes le queda mucho viaje. Una de sus paradas es el Museo Arqueológico de Alicante, donde este tesoro se puede ver, tras inaugurarse en la tarde de ayer hasta el 20 de septiembre. Y lo hace ya en forma de exposición, organizada por los ministerios de Cultura y Defensa, Acción Cultural Española, y el MARQ, con el patrocinio de Fundación CajaMurcia, Asisa y Suma.

El último viaje de la fragata Mercedes, que solo se ha visto antes en Madrid aunque en dos sedes, cuenta esta historia desde el punto de vista histórico, naval y también judicial, a través de más de 30.000 de las 40.000 monedas rescatadas y restauradas, la inmensa mayoría de plata de ocho reales, pero también de un centenar de objetos como un cañón de bronce de 8.000 kilogramos o diversos utensilios de navegación; maquetas de la embarcación; audiovisuales; cuadros, como dos obras de Goya, retratos de Carlos IV y su esposa, María Luisa de Parma, y documentos, como el original del Tratado de Amiens de 1802, que sirven para resituar esta historia.

La primera sala se centra en contextualizar la época, un momento clave para el desarrollo del futuro de Europa. Ahí se pueden ver las dos obras de Goya, los tratados de Amiens o San Ildefonso, medallas conmemorativas de la paz de Amiens o un mapa geográfico de América meridional de 1775, procedente de la Biblioteca Nacional.

La embarcación, su distribución y su fisonomía, es el hilo conductor de la segunda sala, donde destaca el cañón y una enorme bandera de 24 metros cuadrados que ondeó en la batalla de Trafalgar, similar a la que llevaba la Mercedes. Normalmente se exponía doblada en el Museo Naval, pero ha sido restaurada para poder mostrarla en toda su dimensión en esta exposición. Lo curioso es que entonces era solo bandera naval y luego sirvió para configurar la bandera española actual.

Cierra la exposición la historia del litigio con Odyssey y como colofón las monedas, algunas tal como se encontraron y otras ya restauradas. Se incluyen también las que aparecieron dobladas y ennegrecidas por la explosión, que fueron las que la empresa cazatesoros ocultó en Gibraltar.

El director técnico del MARQ, Manuel Olcina, que asistió al acto de presentación de la muestra presidido por el diputado Juan Bautista Roselló, calificó el resultado como «brillante», después de un «enorme esfuerzo», para «transmitir con rigor el hecho histórico, no solo el resultado del litigio».

Incidir en los temas menos conocidos, es el objetivo de esta muestra, apuntó Susana García, comisaria y directora del área de Investigación del Museo Naval. «Era un buque de guerra español y se hundió en combate; de hecho ya había luchado contra la escuadra británica en 1800; por lo que era un buque de guerra que cumplía una labor de Estado y eso permitió que el tribunal lo reconociera español».

Sobre la estructura real de la fragata, «al explotar no sabemos muy bien cómo era, por lo que hubo que realizar en el Museo Naval una investigación».

Carmen Marcos, la otra comisaría de la muestra y subdirectora del Museo Arqueológico Nacional, lo definió como «un hito en la recuperación del patrimonio histórico, ya que se evitó su venta y su disgregación».

Por su parte, el almirante José Antonio González, director del Museo Naval, de donde proceden el 40% de las piezas, recordó a las 250 víctimas de la Mercedes «que vieron expoliados sus derechos».

En la presentación también estuvieron presentes Jorge Sobredo, de Acción Cultural Española, que destacó las dos batallas de la Mercedes, «la de 1804 y la de 2007», y Miguel González, subdirector general de Museos Estatales del Ministerio de Cultura, quien aseguró que fue «una operación de Estado», que puso de manifiesto «la voluntad de todos por defender nuestro patrimonio».