¿Qué lleva a una estrella internacional como usted a participar en un proyecto como la Opera Studio de Gijón?

Estoy ya fuera de la carrera, pero participo como jurado en concursos y máster class, de San Petersburgo a Budapest. Tengo la fortuna de seguir en el ambiente que ha sido toda mi vida. Escucho a la gente joven, que me apasiona por ver si hay nuevos talentos. Lo disfruto mucho. Y dar clases me encanta, porque es la manera de devolver todos los consejos que me dieron, a lo que se añade los más de cuarenta años de mi carrera. Transmito lo que a mí me dieron los maestros.

¿La transmisión de conocimientos es importante?

Creo que sí, aunque han cambiado las cosas. Se hace todo muy precipitadamente y, por desgracia, los cantantes no duran mucho. En una ópera hay que transmitir, y si tú no sientes, pues no transmites.

Pertenece a la generación de José Carreras y Plácido Domingo. No parece que hayan surgido después cantantes españoles tan mediáticos, excepto quizás Carlos Álvarez, también barítono. ¿Por qué?

Para mí ha sido un privilegio actuar en esta época, con Montserrat (Caballé) inaugurando el teatro de la Maestranza, cantar en las Olimpiadas; tener a Kraus, con quien grabé Marina, a Plácido, a Carreras...

Pero detrás no han surgido figuras de esa talla.

Y han durado poco, como decíamos antes.

¿A qué es debido?

Pues no lo sé. Son muchas cosas. Hay que autocriticarse y ver qué sucede. Recuerdo que una vez estaba con Plácido en Japón y había un chico joven, que hacía de Silvano. Estaba ensayando y hubo una mirada de complicidad entre Plácido y yo. Él dijo, textual, «esperemos verlo cantar en un par de años en los teatros». Y cantó, incluso papeles importantes, como el barítono del Werther, pero desapareció. Duran poco y no sé el porqué.

¿Aquella experiencia de los tres tenores -bueno, usted también cantó con Pavarotti en el Metropolitan y con Plácido Domingo en las Olimpiadas de Barcelona-, fue importante para la ópera? Hay opiniones encontradas.

Es una polémica tonta. Si usted hubiera preguntado a cada uno de los tres dónde hay que hacer una ópera, hubieran respondido que en un teatro. Ahora bien, aquellos conciertos en estadios o en (las Termas) Caracalla ayudaron a popularizar la ópera. Y, además, mucho. También fue una suerte para ellos coincidir. No le hizo ningún mal a la ópera y los tres siguieron cantando en los teatros. Lo veo positivo. En Verona se hace ópera, ahora bien ¿es el sitio ideal? En verano sí, pero no en invierno. Es como lo de los tres tenores. ¿Cuál es el mejor lugar? El teatro.