Ya lo dijo Leonard Cohen: «El futuro es un asesino». En Todos los miedos, Miguel Ángel González (Madrid, 1982) último Premio café Gijón reúne precisamente el temor a lo desconocido, a lo que está por venir y que aterroriza al ser humano independientemente de su condición, procedencia o creencia. Todos los miedos son, sin embargo, solo dos relatos en los que, además, aborda un tema recurrente en su obra: cómo afrontar el dolor.

¿Cómo surge este libro?

Surge por la necesidad de abordar uno de los temas recurrentes en mi obra: La gestión del dolor. Ya en otras ocasiones había escrito sobre personas a las que les ocurre algo extraordinario que rompe su rutina y tienen que enfrentarse al arduo trabajo de volver a recomponer las piezas del puzle de su vida. Pero nunca había escrito una obra completa en la que el miedo al futuro incierto fuera el tema central.

El libro recoge dos historias duras, ¿cómo se aleja uno a la hora de escribir algo así sin que le afecte?

Intento no olvidar que lo que escribo pertenece a un universo de ficción y que tanto los personajes de la novela como lo que les ocurre no es real.

¿Cuál es el mayor miedo al que, en su opinión, nos enfrentamos cada día?

Bajo mi punto de vista, el mayor miedo al que nos enfrentamos es el mismo al que se enfrentan los protagonistas de la novela: el miedo a lo que está por venir. Nos aterroriza todo aquello que no está bajo nuestro control, lo que no forma parte de nuestra rutina diaria, por eso cualquier cambio nos produce malestar.

¿Y cuál es su mayor temor?

Escribir. Cada vez que comienzo una nueva historia me siento como un equilibrista que camina sobre un hilo metálico sabiendo que bajo sus pies no hay ninguna red. Le apasiona su trabajo, cree que logrará llegar al otro lado porque ya lo ha hecho más veces, pero de igual modo, por la experiencia que acumula, sabe perfectamente que un mal paso puede echarlo todo a perder.

¿Qué es más curativo: el tiempo o la distancia?

La distancia es relativa; una fotografía, un olor, el estribillo de una canción... cualquiera de estas cosas puede trasportarnos a un lugar determinado por muy lejos que nos encontremos de él. Creo que los años ayudan a digerir el dolor mucho mejor que los kilómetros.

¿Cómo podemos controlar el miedo?

Asumiendo que está ahí, que es una parte más de nosotros. Que sentimos miedo del mismo modo que sentimos alegría o tristeza.

Sin embargo, tener miedo es un mecanismo de defensa ante algunos peligros.

Por supuesto; cuando era pequeño, en mi colegio, había un niño que aseguraba que nada podía darle miedo, así que el resto de alumnos le provocábamos para que hiciera temeridades como arrojarse escaleras abajo. Necesitó romperse dos o tres huesos hasta que entendió algo tan sencillo como que tener miedo no es malo, tampoco bueno, simplemente es natural.

¿Hay miedos necesarios?

Más que necesarios o innecesarios, yo los definiría como útiles e inútiles. Nuestro trabajo cosiste en gestionar el miedo, en lograr que nos ayude a detectar peligros sin que nos detenga en nuestros propósitos.

También los hay inevitables.

Sí, uno de ellos, regresando nuevamente a la novela, es el mismo que sienten los protagonistas de Todos los miedos. El miedo al futuro es inevitable.