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Poco ánimo en Manzanares ante el príncipe Roca Rey

Poco ánimo en Manzanares ante el príncipe Roca Rey

El peruano protagonizó los mejores momentos, cortó tres orejas y resultó feamente volteado

Planeó la tragedia sobre el coso de la calle de Xàtiva. Se había perfilado Roca Rey para entrar a matar a su primer enemigo. El flojo astado con el hierro de El Pilar se había mostrado noble, aunque muy flojo. Lo habían cuidado en el peto en dos entradas, y ello provocó que el animal aguantara varias tandas al natural mandonas, de trazo largo y buen son. La flojedad del animal restaba emoción al buen hacer, y solo las espaldinas, dosantinas y demás toreo en circular de cara a la galería había enardecido al gentil público valenciano que casi llenaba los tendidos. Tenía que amarrar la estocada, y se echó sobre el morrillo el joven Andrés, saliendo dramáticamente prendido por debajo del chaleco con el pitón recorriendo el costado izquierdo, donde está el inmenso corazón valiente de este torero.

Los segundos parecieron horas, y cuando pudo desasirse del asta, todo el mundo en la plaza pensaba en la cornada segura. El torero casi ni se miró, aunque se mostraba dolorido. Volvió a perfilarse y a echarse otra vez sobre el morrillo para cobrar una buena estocada. La oreja cayó rotunda desde el palco, con el alma constreñida todavía de los asistentes. La cogida quedó solo en susto.

El sexto fue un mansurrón del mismo hierro. Desde salida buscó la huida, y solo un buen primer puyazo consiguió adocenar los arreones del colorado. Se arrancaba alegre de largo, pero Roca Rey decidió darle lidia en la distancia corta. Se perdió en emotividad, aunque logró extraer dos tandas al natural notables. Hasta que el animal cantó la gallina, esto es, se fue descaradamente a buscar las tablas. Circulares y luquesinas finales llegaron a los tendidos. Una estocada algo desprendida desató la petición del doble trofeo, exagerado en plaza de primera categoría. Finalmente el usía accedió, y la puerta grande se abrió de par en par para este Roca Rey, nuevo príncipe del toreo.

Manzanares, desentonado

No fue la tarde del torero alicantino. A su primero, que ya cantó una alarmante falta de fuerzas en el recibo a la verónica, le endilgó dos puyazos largos y fuertes. No hubo opción con la muleta, como era de esperar. Quiso aparentar que igual sí, pero era claramente que no. Al quinto lo cuidó más en las puyas. Llegó el animal con más bríos a la pañosa, incluso reponiendo con rapidez tras los muletazos, lo que incomodó al torero en demasiadas ocasiones. Se dejó, además, tocar demasiado las telas, y el toro punteó repetidamente, desluciendo varios muletazos. Los dibujó con ambas manos, y algunos salieron con buen aire, sobre todo en una tanda diestra final donde se dio más coba. Se respiraba, sin embargo, aire de mediocridad. Tampoco el acero estuvo con él, y le llegó a sonar un aviso tras amorcillarse el toro después de recibir media estocada tendida y trasera. Saludó ovación en este.

Abría cartel de la mixtura Pablo Hermoso de Mendoza, que anduvo a medias tintas con el primero del Capea, y perdió los trofeos en el cuarto por el mal uso del acero tras hacer vibrar al público a lomos de Donatelli y Pirata.

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