El pecio Bou Ferrer es un yacimiento arqueológico submarino localizado en aguas alicantinas, frente a la costa de La Vila Joiosa. Encierra los restos de un gran buque de comercio que navegaba entre la actual Cádiz y Roma, en la segunda mitad del siglo I después de Cristo. Los grandes veleros que abastecían la capital del imperio navegaban alejados de la costa, enfilando el sur de las islas Baleares para dirigirse al estrecho de Bonifacio y, desde allí, cruzar hasta la península itálica.

Sin embargo, el Bou Ferrer nunca llegó a su destino y se hundió muy cerca de la orilla, a tan solo mil metros de distancia. Lo que ocurrió a bordo debió ser una tragedia sobrecogedora que los tripulantes intentaron superar dirigiendo el barco hasta la playa para salvar la carga y a ellos mismos, aunque nadie sabe con certeza lo que realmente pasó. Sí parece claro que el barco está fuera de la ruta y por lo tanto debió sufrir algún tipo de avería que lo obligó a desviarse.

Desde el año 1999 se conoce oficialmente su existencia gracias a los descubridores de los que ha tomado sus apellidos: Pepe Bou y Antoine Ferrer. Durante varios años se han realizado diferentes trabajos de investigación, financiados por la Generalitat Valenciana, para obtener datos sobre el barco, sobre la carga que transportaba, su origen y su destino. Se trata de intentar encajar el barco y todas sus circunstancias en el mosaico de la historia, para ayudar a completar el complejo puzle de las relaciones comerciales entre la Roma altoimperial y sus provincias. La reciente campaña de excavación, financiada por la Consellería d'Educació, Investigació, Cultura i Sport, y desarrollada por la Universidad de Alicante, ha alcanzado un nuevo nivel de conocimiento, con datos significativos sobre las dimensiones y la arquitectura naval. Se han incorporado novedosas técnicas de documentación que abren múltiples posibilidades de estudios futuros, y se han obtenido cientos de datos y muestras que, cuando sean procesados e interpretados, ofrecerán una nueva visión del yacimiento.

El pecio Bou Ferrer es una oportunidad única para la investigación histórica, una tragedia naval convertida con el tiempo en un regalo para la ciencia porque convergen en él circunstancias exclusivas de singularidad, accesibilidad y estado de conservación. Pero su interés va mucho más allá porque este yacimiento se integra en un espacio socioeconómico actual que gira en torno al mar y a sus diferentes formas de gestión. La Vila Joiosa posee un importante puerto pesquero, playas accesibles, una sólida industria de cultivos marinos, un puerto deportivo orientado a las actividades náuticas de recreo y una oferta de turismo de buceo consolidada. En este contexto, el pecio Bou Ferrer debe jugar un papel integrador que permita a la sociedad conocerlo y disfrutarlo como parte de un patrimonio que es de todos. En el año 2015 fue declarado Bien de Interés Cultural y durante el 2016 ha sido propuesto para su inclusión en el Código de Buenas Prácticas de Unesco. Desde el año 2012 se puede visitar de forma guiada y el museo local de La Vila Joiosa ha dedicado un espacio para un Taller de Interpretación del Bou Ferrer. El Club Náutico de La Vila cede sus instalaciones cada año como puerto base de las campañas de investigación y colabora con sus medios materiales y humanos, el GEAS de la Guardia Civil mantiene un dispositivo de vigilancia contra el expolio y el Consorcio Provincial de Bomberos ha cedido una embarcación para el apoyo en las campañas arqueológicas. Pocas veces se puede ver una implicación social e institucional tan intensa en torno a un activo patrimonial que no puede verse porque permanece oculto bajo el agua, y eso es lo mejor que puede pasarle a un yacimiento arqueológico.

Los datos de la reciente campaña de investigación nos dicen que hace más de dos mil años, un gran velero de comercio, tripulado por seis o siete personas, navegaba en una singladura de 900 millas náuticas que se vio interrumpida por el infortunio. Buscó refugio en la actual Vila Joiosa pero no lo consiguió. Las bombas de achique de a bordo debieron trabajar sin descanso. El hallazgo de una pieza de bronce de una de estas bombas nos conecta con la tragedia de aquellos marineros que lucharon por mantener a flote el barco con la mirada puesta en la playa de La Vila. Transportaban unas tres mil ánforas con salsas de pescado gaditano y un cargamento de lingotes de plomo. Se sabe que era un flete del emperador por las marcas de propiedad que se conservan grabadas sobre los plomos.

El barco se hundió y golpeó violentamente el fondo a veinticinco metros de profundidad pero la robustez de su construcción lo ha mantenido en un magnífico estado de conservación. Tras el naufragio se fue enterrando paulatinamente en un lecho marino fangoso que lo envolvió en un ambiente anóxico. Esta falta de oxígeno ha contribuido a conservar el material orgánico, como las maderas y los haces de sarmientos de vid que fueros usados para amortiguar los golpes de la carga. De las cuadernas sobresalen clavos de hierro envueltos en una corteza de óxido y concreciones marinas pero a veces brilla la punta afilada de otros clavos de bronce, un dato más para avanzar en los secretos de su construcción.

El pecio Bou Ferrer va a contribuir a que se conozca mejor nuestra historia, es una ventana abierta al pasado y al mismo tiempo es un barco que completa la tradición marinera de La Vila Joiosa. Oculta todavía múltiples historias que irá destilando con el avance de la investigación pero debe ser gestionado como un activo patrimonial en el espacio donde el tiempo se detuvo hace dos milenios. Las instituciones implicadas y los investigadores se han volcado en devolver a la sociedad aquello que les pertenece, a través de una comunicación constante y cercana, y con la interpretación científica de su valor; si la ciudad responde, este será un buen modelo de conexión entre ciencia y sociedad.