A Miguel Hernández lo han cantado, lo han leído, lo han rapeado, lo han cantado por seguirillas. Le han puesto muchas voces. Pero la del pasado día 27, la de José Sacristán, se oyó alta y clara, apasionada, dulce y amarga. Llena de vida y llena de muerte. Puro sentimiento. Pura poesía. Puro arte. Actor y poeta. Una combinación que ponía el hilo musical a las palabras y las páginas que José Luis Ferris recoge en Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, la biografía revisada del autor de Orihuela y que recordaba en alto ante un auditorio a rebosar en el Club INFORMACIÓN.

La pasión del poeta y la pasión por el poeta, que es el cordón umbilical que unió a Sacristán y a Ferris. Uno recitando algunos de los mejores versos de Miguel Hernández y el otro narrando los entresijos de su vida, poniendo luz donde no la hay, ofreciendo un perfil nuevo, diferente, del poeta cabrero, que no lo fue tanto; del poeta autodidacta, que asistío diez años a la escuela y tenía una buena formación; del poeta enamorado y no solo de Josefina; del poeta triste, marcado por la muerte de su primer hijo.

Una voz especial para un momento especial, aseguraba Ferris orgulloso por el «privilegio» de contar con un compañero de viaje tan destacado, en esta primera parada, en su ciudad, que luego le llevará por toda España y también por otros países.

Y en cada episodio, en cada momento, José Sacristán estaba ahí, con la lectura oportuna. Recitando y actuando, que no siempre son la misma cosa. «La memoria y el recuerdo me interesan más como ciudadano que como actor y recuperar la figura de Miguel Hernández es recuperar la de todos los hombres y mujeres que tuvieron que vivir en esa época siniestra», aseguraba.

Ferris habló de El rayo que no cesa, de los 29 poemas que en realidad seleccionó Vicente Aleixandre. De las tres mujeres que lo inspiraron. Josefina Manresa, sí. Pero también Maruja Mallo y María Cegarra. Amor casto, amor carnal y amor intelectual. «Te me mueres de casta y de sencilla/ estoy convicto de amor...». La voz de Sacristán resonaba en una sala con silencio absoluto.

Miguel va a Madrid en diciembre del 34. Se lo pide Neruda. Lo relata Ferris como narrando un cuento. Habla de la Casa de las Flores donde se reunían los poetas del 27, de cómo Cossío le encarga escribir biografías de toreros y ese es el único sueldo que tuvo en su vida. De la ruptura con Josefina, del alejamiento ideológico de sus mentores y sacerdotes de Orihuela, de Sijé «y del descubrimiento del amor físico, y en eso tiene que ver Maruja Mallo». Y el actor recita, casi vive, «Un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida...».

El biógrafo del poeta habla de la muerte de Sijé, del dolor de Miguel porque llevaban meses sin hablar. «Con esa fuerza y energía le escribió la elegía y eso le dio inmortalidad», aseguraba antes de recitar él mismo esa Elegía a Ramón Sijé.

De una elegía a otra. La que escribió a Lorca, pese al desprecio que recibió del poeta andaluz. Fue Sacristán quien le dio voz, convirtiendo la lectura en toda una actuación. Después llegó La canción del esposo soldado, «uno de mis poemas favoritos de Miguel Hernández porque hay una metáfora preciosa y no hay manera de cómo se puede decir que uno va a ser padre más hermosa que esta», afirmaba el actor que hoy y mañana se sube al escenario del Principal con Muñeca de porcelana. Y recordó Sacristán como su padre, que estuvo en la cárcel de Ocaña 4 años, le enviaba por su cumpleaños los dibujos que le hacía su compañero de celda. «Conservo esos dibujos... fueron tiempos difíciles». Por eso, «quiero agradecer a José Luis la invitación a esta celebración, porque es celebrar un homenaje a hombres y mujeres que les tocó vivir en esa época, y que muchos de ellos aún están perdidos por las cunetas de las carreteras».

Lo dijo Miguel: «El dolor me hará a mi pesar eterno».