Rudolf Buchbinder, piano

Juanjo Mena, director

En las obras de Beethoven se distinguen tres periodos: hasta alrededor de 1800, un estilo heredero del clasicismo de Haydn; de 1800 a 1814, un pensamiento orquestal innovador que ya no se conforma con las audacias formales; y después de 1814, cuando estallan todos los moldes precedentes hasta llegar a la espiritualización de la forma con la Novena Sinfonía. Este concierto para piano número 3 fue esbozado en 1800 pero probablemente no fue escrito en su forma definitiva hasta 1802. El 5 de abril de 1803 sería ejecutado por primera vez en un gran concierto vienés junto con el oratorio» Cristo en el Monte de los Olivos» y la Segunda Sinfonía , la opus 36 en re mayor. Un año después del estreno se editaría este concierto en Viena con una dedicatoria del autor al príncipe Luis-Fernando de Prusia. Para los estudiosos de la obra del músico de Bonn, se trata del primer «gran» concierto beethoveniano. La obra señala un sensible progreso en el equilibrio entre el solista y la orquesta, tratados por fin como verdaderos iguales. Mientras sus dos primeros conciertos para piano y orquesta son todavía tributarios de la estética clasicista del siglo XVIII, el Tercer Concierto comienza un gran cambio que culminarían en el Cuarto -el más audaz e innovador de los cinco- y el celebérrimo Concierto Emperador, el quinto de sus obras concertantes para piano.

Con esta obra inaugura Bruckner la serie de cinco sinfonías «en mayor» (de la cuarta a la octava, inclusives). Existen hasta tres versiones de la misma. La original fue escrita entre enero y noviembre de 1874, un año difícil para Bruckner en el que tuvo varios fracasos profesionales y llegó a encontrarse sin recursos económicos pese a sus clases de armonía, contrapunto y órgano en el Conservatorio de Viena. La primera versión no se publicaría, en la edición Nowak, hasta un siglo más tarde, ¡en 1975!. En 1878 el compositor austríaco decidió revisar los dos primeros movimientos y componer un nuevo scherzo. No encontrándose muy satisfecho reescribe completamente el Finale en 1880. Es bajo esta forma como ha llegado la partitura hasta nosotros: los tres primeros movimientos de 1878 y el final de 1880. Esta versión se estrenó en Viena el 20 de febrero de 1881 bajo la dirección de Hans Richter pero no fue publicada hasta 1936 por Robert Haas. La obra fue dedicada por Bruckner al príncipe Constantino de Hohenlohe. Es la versión que adoptan casi todos los directores y la que más se ha grabado pues apenas existe un disco con la primera versión, la de 1874, realizada por la Orquesta Sinfónica de Frankfurt dirigida por Eliahu Imbal. El éxito de la Cuarta se atribuye a su claridad formal y a su temática fácilmente comprensible. El tercer movimiento, un Scherzo de caza indicado como agitado ( Bewegt), es una de las más impresionantes piezas para orquesta de Bruckner. La Cuarta sigue siendo, con la Séptima, que escuchamos en noviembre a la Orquesta de Luxemburgo, la más tocada, la más grabada y, como aquella, entre la más apta de las sinfonías para captar al universo bruckneriano.