Una primera edición datada en 1933 de Perito en lunas, la obra que inauguró la producción poética de Miguel Hernández, reposa desde ayer en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes a modo de legado in memoriam dentro de los actos por los 75 años de la muerte de este escritor universal.

El alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, fue el encargado de hacer entrega a la institución de este valioso ejemplar en un acto que se celebró solo un día después del que habría sido el 107 cumpleaños de «la gran voz poética de la Generación del 36».

Así se refirió a él el director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, el responsable de recibir esta obra de «una de las figuras egregias de la cultura española», así como «poeta lírico y amoroso, el más influyente del bando republicano junto a Rafael Alberti», lo que le costó un «calvario carcelario» y una muerte prematura a los 31 años tras una vida breve pero «intensa».

La entrega se produjo en un «acto ilusionante y emocionante», tal y como debió ser para Miguel Hernández su primer viaje a la capital, manifestó Emilio Bascuñana, quien destacó que «de esta forma se vuelven a unir las dos ciudades más importantes en su vida, Madrid y su Orihuela» natal.

El volumen entregado por el Ayuntamiento de Orihuela, de «tapas grisáceas» como la luna que lo titula, pertenece a una primera edición de 300 ejemplares sufragada por el obispo Luis Almarcha por un coste de «425 pesetas». Como valores añadidos, incluye su fe de erratas y un prólogo de Ramón Sijé, el amigo al que Hernández dedicó posteriormente su famosa Elegía.

Perito en lunas (1933) fue el libro que le sirvió para posicionarse en la poesía a otro nivel y, aunque las críticas no fueron lo que esperaba, sirvió para probar una vez más el «carácter luchador» del poeta, apuntó Bascuñana, para quien, tras sus influencias gongorianas, transmite «las sensaciones sencillas de sus 22 años, de la huerta, el monte y el pastoreo de una forma sublime».

Desde ayer y hasta el próximo 31 de octubre de 2020 reposará en la caja 1567 de la cámara acorazada del Instituto Cervantes, flanqueado por las cajas del bailarín Víctor Ullate y la bioquímica Margarita Salas, dos de las personalidades que abastecieron este tesoro de la cultura española, junto a algunos premios Cervantes como Nicanor Parra, Francisco Ayala o José Manuel Caballero Bonald.