Javier Perianes

Teatro Principal de Alicante

4 estrellas

Javier Perianes, piano. Obras de Debussy, Falla y Albéniz.

Sociedad de Conciertos de Alicante.

Uno de los recuerdos que guardo con más intensidad y presencia de mi época de pianista del bailaor Juan Ramírez, los pies más rápidos y ricos de la historia del flamenco, es la ¿necesidad? de la precisión rítmica como principio de funcionamiento en el flamenco. Ramírez, otrora bailaor de Camarón de la Isla y Paco de Lucia, necesitaba de un esqueleto rítmico impecable en el que poder desarrollar su baile brillante y misterioso al tiempo. De esta precisión rítmica, tan ajena a muchos de los intérpretes clásicos de música española, habló el mismo Paco de Lucía en una entrevista relacionada con su versión del Concierto de Aranjuez. En ella venía a decir que el clásico, la generalización es mía, no tenía escrúpulos en romper el ritmo ante una dificultad técnica con tal de que el sonido fuera limpio para terminar apostillando con esa sorna de la que sólo los genios son poseedores que, ante el pasaje en cuestión, «ellos [los guitarristas clásicos] paran el ritmo, ponen cara como de sentimiento, para excusar esa parada, se paran y se van aquí abajo [representando el mástil del instrumento] para no fallar la nota: eso me parece una aberración musical». Genial. Todo esto lo cuento porque el pasado lunes el pianista sevillano Javier Perianes interpretó, entre otras piezas, El albaicín de la Suite Iberia de Isaac Albéniz y en su interpretación de la sección central o del segundo tema, o como lo quieran llamar, tendía a parar siempre en la primera nota de las cuatro que forman el motivo principal. Y a mí, que he tenido el flamenco casi como música de cabecera, me chirriaba. La cosa no pasaría de una visión contrariada dentro del complejo mundo de la interpretación si no fuera porque grandes intérpretes de la música patria, léase Rafael Orozco junto a otros, han hecho algo parecido en el mismo momento.Y es aquí donde viene el cruce de caminos en el que cabe preguntarse qué dirección tomar a la hora de interpretar Albéniz: la del flamenco como disciplina o la del andalucismo como decoración. Es decir, a mí, desde mi visión ramirezista -si me permiten el término- la forma de frasear de Perianes me puede resultar amanerada hasta el hastío por su giro de coplista, artificioso en el escorzo, pero ¿quién nos dice que Albéniz el viajero, el fabulador infinitamente más impreciso en su acercamiento al flamenco y al folclore que Falla, no buscaba esta visión edulcorada de la España de su momento? Todo esto viene refrendado por la precisión flamenca de la que, cuando de Falla se trata, hace gala el pianista sevillano, por ejemplo, en el magnífico disco grabado recientemente junto a la cantaora Estrella Morente en el que Perianes desarrolla un pianismo brillante y rítmicamente impecable en una versión de las Siete Canciones de Falla antológica.