Se convirtió en párroco de la Iglesia de Santa María por voluntad propia. Pudo serlo de la Concatedral de San Nicolás, pero Antonio Vivo se marcó como reto recuperar un edificio que estaba prácticamente en ruinas. Era el año 1995 y la Generalitat ordenó su desalojo por el mal estado en que se encontraba. No tuvo reparos en enfrentarse a autoridades políticas, técnicos y a quien hiciera falta para conseguir su objetivo. Y su terquedad dio sus frutos.

Veinte años después, Santa María es basílica -fruto también de su empeño- y se ha recuperado tanto el edificio como su patrimonio histórico. No ha sido fácil, reconoce Antonio Vivo -que fue párroco hasta 2010 y después rector de la basílica hasta 2015-, pero mereció la pena. Todo ese periplo lo recoge en un libro, en forma de escueta memoria de este intenso recorrido y de inventario de los bienes que forman parte de este edificio eclesiástico. Un libro que presenta el lunes, a las 20 horas, en la Sede Ciudad de la UA en Alicante (calle Ramón y Cajal, 4), junto a su anterior publicación, en la que recogía la documentación del archivo histórico y la biblioteca de la iglesia. En este acto, estará acompañado por Armando Sala y María Jesús Paternina.

«Lo primero que se hizo cuando tomé posesión en 1995 fue, con la ayuda de un grupo de universitarios, sacar siete camiones de basura del claustro, porque se había convertido en un vertedero», asegura Vivo que llegó a dirigirse a sus feligreses con un casco de bomberos para dejar claro el estado de ruina del templo.

Su curiosidad, «y también que de pequeño jugaba mucho con las piedras», le hizo percatarse de que una pared del templo sonaba hueca. La rompió -«fui muy atrevido, algo raro en mí»- y allí encontró las custodias, los cálices, la orfebrería... Luego aparecieron en las diferentes salas una serie de objetos sagrados, los lienzos de las obras que ahora cuelgan en las paredes enrolladas en tubos, las imágenes; además, la capilla del Bautismo estaba tapiada y la biblioteca y el archivo eran un caos. «Había un rico patrimonio pero tuvimos que restaurar desde lo primero a lo último». Más adelante, en uno de los trabajos de restauración aparecieron más de 400 vasijas y ánforas «que se encuentra depositados en el MARQ».

Así que mientras se «peleaba» con la Generalitat para que se acometieran las reformas del edificio, buscaba financiación para la restauración del patrimonio artístico del templo. Y ambas cosas consiguió. «Con Zaplana me peleé mucho al principio, aunque ahora somos buenos amigos», destaca.

El caso es que consiguió que la Conselleria de Cultura asumiera tres fases de restauración del templo. « Han invertido mucho dinero en Santa María y esto tengo que agradecerlo» y menciona al arquitecto Marius Beviá, autor de todos los proyectos de reforma realizado, «y también de la cuarta fase de restauración, la que supone convertir los bajos de Santa María de la calle Jorge Juan en un museo y la expropiación de dos locales colindantes». El proyecto está aprobado, pero de momento «está paralizado».

Para la recuperación de las piezas patrimoniales creó la Fundación de la Iglesia de Santa María. Esta entidad, «respaldada por dos personas fundamentales en la recuperación del templo: Manuel Peláez y José Luis Montes Tallón», consiguió la financiación necesaria de entidades y particulares para restaurar la decena de retablos y capillas de la iglesia, incluido el retablo del altar mayor, así como las imágenes y los cuadros.

Asegura que el libro que ahora presenta «es un boceto», una puerta que Vivo abre para animar a que se haga «de una vez» una publicación con un estudio exhaustivo de los trabajos realizados y del patrimonio de la basílica. «El mejor premio no ha sido ser párroco o rector de Santa María, el gran premio para mí, y para la ciudad, es que Alicante tenga una concatedral y una basílica».