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«Hacer películas es una terapia»

Este cineasta sanvicentero ha rodado ya siete largometrajes -el último, Fishbone, entre Manhattan y Tabarca- pero compite en los Goya con un corto, The Fourth Kingdom, realizado con Álex Lora

Adán Aliaga, a por el Goya

Adán Aliaga, a por el Goya

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Adán Aliaga, a por el Goya África Prado

Hace diez años dijo que su sueño era rodar en Chicago pero ha rodado dos cortos y una película en Nueva York, ¿le sirve?

No, no, tiene que ser en Chicago (ríe). Tampoco entraba en mis planes rodar en Nueva York, pero Chicago me gusta mucho y así todavía tengo sueños pendientes.

¿Qué tiene The Fourth Kingdom para llevar ya unaThe Fourth Kingdom quincena de premios

Supongo que es un corto bastante especial, diferente. Retrata un «reino», un lugar en Brooklyn donde hay gente muy especial trabajando en el reciclaje de latas y botellas y hemos tratado de hacer una distopía o reflexión sobre lo que ellos hacen y hablar poéticamente de la otra cara del sueño americano. Lo que hacemos es deconstruir esa realidad dura y mostrar el lado humano, surrealista, gracioso y extraño de este lugar y de la gente que pasa por allí. Creo que el corto conecta bien porque son personajes muy entrañables, enigmáticos y extraños, y es bastante sorprendente. Al menos eso nos dicen en los festivales.

Con 14 premios internacionales no le habrá extrañado la nominación a los Goya

A ver, decidimos hacer el cortometraje -porque trabajamos en un largometraje sobre este tema que llevamos años rodando- para probar si realmente la historia y los personajes funcionaban. El corto fue un experimento para ver si teníamos una historia potente y ver hasta dónde podíamos llegar y la verdad es que nunca pensamos estar nominados a los Goya. Llevamos un año en festivales, nos han dado premios y el corto ha ido creciendo poco a poco. El primer premio que ganamos fue en un festival que ya calificaba para los Oscar y ha ido bien desde el principio.

Por eso. ¿No estar en los Goya habría sido una decepción?

Yo creo que no, porque al final estar nominado no depende del corto en sí, que también, sino de que los académicos te voten, que son 1.378 personas desconocidas, con su criterio, que no han oído hablar de los documentales y casi tienes que hacer una campaña política para mostrar que este corto también tiene sus méritos. Pero es nuestra primera vez y nos hace especial ilusión. Es un corto muy sencillo, y estar entre los cuatro nominados es un premio que ya disfrutamos.

¿Seguirá la carrera a los Oscar o ya está descartado?

No, finalmente The Fourth Kingdom en la versión corta no está en la carrera a los Oscar, pero en la versión larga ya veremos el año que viene...

¿Qué tiene el cine documental que tanto le gusta?

Es una especie de cajón de sastre, con esa etiqueta que, por cierto, no me gusta, pero ese mundo del documental -donde yo englobo casi todo aunque no sea estricto con entrevistas sino más poético- es mucho más artístico, más libre o más abierto. Una película de ficción con un guión fijo, con actores, es mucho más complejo y necesita un presupuesto alto. Un documental así, pequeño y libre, donde casi te guías por intuición, conociendo los personajes y adaptándote a lo que ves es una forma de trabajar donde puedes experimentar mucho, probar varios géneros incluso,y me gusta sobre todo porque te da mucha más libertad, me siento muy cómodo. En El Cuarto Reino también trabajamos con una distopía de ciencia ficción sobre los extraterrestres, hablando metafóricamente de los ilegal aliens, que es como Trump llama a los extranjeros ilegales. Lo que importa es contar historias de forma honesta y que no te dejen indiferente.

Es frecuente que un realizador empiece con cortos hasta llegar a los largos, pero usted los alterna indistintamente.

Juanjo Giménez, que ganó la Palma de Oro en Cannes y fue nominado al Oscar (Timecode) ha hecho cortos y largos y ha tenido gran éxito con un corto. No veo el corto como un camino para llegar al largo sino como un género en sí, una herramienta potente que te permite ser más creativo y más libre.

¿Qué hilo en común sigue su cine?

Busca un poco el equilibrio entre el contenido y la forma, aunque a veces me dejo llevar más por el instinto y la parte más poética o visual. Es difícil definir lo que haces, yo no sé si tengo una continuidad visual en toda mi obra, me da la sensación de que sí, pero me interesa el ser humano y conseguir la parte mágica o poética de la realidad cotidiana. Me gustan muchas cosas, pero sobre todo el retrato del ser humano.

Y las historias pequeñas.

Sí, y personajes de extrarradio, más de los márgenes.

¿Ha cambiado mucho su mirada desde su primer corto?

Hacer películas es una forma de definirte como persona, de conocerte a ti mismo, una especie de terapia. Con las películas hablas de cómo eres tú, cómo vas evolucionando y eso se ve reflejado en el cine que hacemos. También eres más consciente de que es complejo, es difícil controlar el lenguaje y saber qué estas contando. A veces piensas que tienes una película y los festivales o los espectadores te demuestran que tienes otra. Estoy aún en fase de conocerme y el cine es la forma que utilizo para expresar mis sentimientos o la forma de ver el mundo.

¿Recuerda la primera película que vio?

Recuerdo algunas que me marcaron mucho en los 80, como las películas de pseudo-terror, La bestia bajo el asfalto, pero ha sido de adulto cuando me he identificado más con el cine que veía.

¿Qué le hizo dedicarse al cine?

Yo empecé haciendo fotografía, reportajes fotográficos, y de algün modo esa parte visual fue evolucionando hasta trabajar con las personas y retratar a los personajes, como el proceso de retratar a mi abuela y a mi familia en La casa de mi abuela, que podía haber sido un reportaje fotográfico y al final fue un documental. Ya había estudiado cine y fue algo casi natural, fui probando y supongo que los «ciertos» reconocimientos que recibes te van marcando el camino. No sé qué hubiese pasado sin esos premios: sigo haciendo fotos y me gustaría hacer dibujos pero el cine absorbe mucho. Han pasado diez o quince años y ni me he enterado (ríe).

¿Disfruta igual del rodaje, de la preparación, del montaje?

El rodaje en sí de una película de ficción es bastante técnico y pesado, puede llegar a ser soporífero. Es mucho más divertido el montaje, por ejemplo, que es realmente uno de los momentos más importantes para la creación artística de la historia. Lo que me gusta del documental es que cojo la cámara y me voy sin saber lo que voy a tener y puedo ser totalmente libre.

Como espectador, ¿le gusta ver un cine parecido al suyo?

Me gusta mucho lo que hacen los demás y me encanta ver la capacidad que tienen otros para hacer lo que yo no puedo hacer. Me gusta mucho el cine que se hace actualmente en España, hay cosas muy potentes, y hoy puedes acceder al cine de cualquier parte del mundo y ver películas alucinantes en tu casa. No es lo mismo que la pantalla de un cine, y yo sigo yendo al cine una vez por semana, pero la gente joven ve películas ahora por el teléfono.

¿Le gustaría que alguien viera una película suya por el móvil?

No me gusta nada. Pero si viera que una película mía la ve alguien en un móvil sería porque ha tenido tanto éxito que sería flipante (ríe). Lo importante es que el cine es una herramienta muy poderosa para conectar con el lado más profundo del ser humano. No me gusta el cine comercial de masas, sino las películas que me hacen pensar o me abren ventanas a mundos que no conozco, incluso dentro de mí.

¿Qué le gusta del cine español?

Hay películas muy poderosas. Aunque estemos de crisis y el Gobierno dedique muy poco dinero al cine español, sale gente haciendo cosas muy chulas, que no llegan a los cines, que se ven en festivales, unas llegan y otras no. Por ejemplo, Oliver Laxe con Mimosas, que a la mayoría le sonará a chino pero ha estado en Cannes. Ahora hay tendencia a abrir salas pequeñitas de arte y ensayo, mezcla de cafetería, sala, centro de reunión... En Alicante, yo estoy seguro de que los Astoria volverán a abrir, no sé si lo veremos nosotros pero eso sería también otro de mis sueños: reabrir una sala como los Astoria donde poder proyectar películas de autor que es imposible que se vean en Alicante. Si hubiese más, y se estudiase cine en las escuelas, como sucede en Francia, eso influiría en el consumo del cine de autor.

¿Cómo ve el cine en Alicante? ¿Se hace más por la huella de Ciudad de la Luz?

Creo que algo sí. Tampoco conozco mucho, pero si unimos la producción de David Valero, la nuestra, y a Chema García Ibarra [multipremiado internacionalmente con sus cortos], solo con este triángulo, se lo tendrían que hacer mirar los de Valencia (ríe). Luego hay muchísima gente más: Ángel Puado, Maxi Velloso, otros que ya no están aquí como Jorge Torregrossa, y mucha gente joven haciendo cosas. En Valencia también viven una euforia de producción audiovisual para nutrir a la nueva televisión en marcha. No me gusta hablar solo de Alicante o de la Comunidad Valenciana, en general es buen momento para los cineastas. Pero sí, al final mucha gente estudió en Ciudad de la Luz y se animó porque vio una posibilidad de futuro, de industria de trabajo. Ahora está parada, una especie de monstruo dormido, pero ya se despertará. Creo que se dedicará otra vez al cine.

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