Alicante, ADDA, 20 mayo 2018 19 horas.

Orquestra de la Comunitat Valenciana Les Arts

Henrik Nánási, director

Richard Wagner

(Leipzig, 1813-Venecia, 1883)

Tannhäuser, obertura en mi mayor

En la obra de Wagner Tannhäuser rompe las cadenas con la ópera romántica para iniciar una concepción más personal. El compositor finalizó el poema Tannhäuser en agosto de 1843 y lo estrenó en el Teatro de la Corte Real de Sajonia, en Dresde, en octubre de 1845. La obertura en mi mayor es tan célebre como la de El buque fantasma. Está construida a partir de dos temas: el primero se convertirá en el motivo del famoso coro de los peregrinos; la segunda parte de la obertura se emplaza bajo el signo de la emoción erótica por el tema cromático de Venusberg antes de concluir, tras escuchar por dos veces el himno de Tannhäuser, con el retorno del tema de los peregrinos. Se trata de una obertura de forma cerrada que resume el drama esencial de la obra: la oposición entre el amor carnal y el amor espiritual.

Tristán e Isolda, Preludio y muerte de Isolda

El 10 de junio de 1865 se estrenó en el Teatro de la Corte de Múnich una de las obras maestras más admiradas de la toda la historia de la ópera. Fue definida por su autor como «acción musical en tres actos» para clarificar de este modo que se trata de una acción que sólo puede nacer de la relación entre el texto y la música. Seis temas recorren el Preludio de Tristán en torno a los dos motivos fundamentales de la obra: la confesión y el deseo. En el primer tema aparece tres veces el famoso acorde disonante que ha terminado llamándose «acorde de Tristán». Otros temas son el filtro del amor y la muerte, o la liberación por la muerte. Muchos autores consideran este pórtico como el más deslumbrador que jamás se haya escrito para un primer acto al recorrer toda la escala de los sentimientos, del paroxismo enfebrecido a la calma final. La muerte de amor o muerte de Isolda es el momento más conocido de la partitura donde, cuando se interpreta en la ópera, supone una fusión del canto y la música hasta llegar al éxtasis, en un «crescendo» ininterrumpido hacia la tonalidad de si mayor.

The Ring without words

Fue el maestro Lorin Maazel, director musical fundador de la Orquesta titular del Palau de les Arts de València, que hoy nos visita, quien decidió en 1987 sintetizar en setenta y cinco minutos las más de quince horas que integran la Tetralogía, las cuatro óperas que integran El anillo del nibelungo, la apoteósis de la creación de Richard Wagner que tendría años después un epílogo en Parsifal. Maazel preparó esta síntesis The Ring without words ( El anillo sin palabras) para grabarlo con la Filarmónica de Berlín, lo que haría en dos ocasiones, los años 1988 y 2000. En 1990 la interpretaría con su Sinfónica de Pittsburg, en los años 2000 y 2008 con la Filarmónica de Nueva York, y en 2012, por última vez, con la Filarmónica de Viena. Su interpretación esta tarde supone, creo, un homenaje de la Orquesta de la Comunidad Valenciana al violinista y director fallecido en Estados Unidos en junio de 2014.

El nieto de Wagner, cofundador del Nuevo Bayreuth, sostenía que «la orquesta wagneriana es la fuente de todo el ciclo» que integra la Teatrología. Por eso esta síntesis es una obra para orquesta de virtuosos ya que se trata de recopilar, con ausencia de las voces, buena parte del contenido de estas cuatro óperas épicas -«dramas» las llamaba Richard Wagner- basadas en figuras y elementos de la mitología germana, como las sagas nórdicas o el medieval Cantar de los nibelungos. El Anillo del nibelungo, traducción en español del título alemán de la Tetrología, fue estrenado en la primera edición del Festival de Bayreuth, el año 1876. Entre los días 13 y 17 de agosto de aquel 1876 se representaron, en un emplazamiento y un recinto teatral concebido y edificado para tal fin, las cuatro óperas: El oro del Rin, La Walquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses. Wagner es el autor de los libretos y de la música, que elaboró a lo largo de 26 años, entre 1848 y 1874, y que concibió como un prólogo, El oro del Rin y tres jornadas, una por cada una de las otras óperas. En total, más de quince horas de espectáculo operístico inigualable, concebido como «una obra total», fusión de la música y el verbo, por lo que esta síntesis que hizo Lorin Maazel no puede ser más que una aproximación ante la ausencia de las voces.