Pasó tantas horas viajando en el metro de Madrid que intentó sustituir la monotonía del chirriar de los vagones sobre los raíles por la música de la poesía, y ofrecer una alternativa a ese viaje impersonal con un viaje emocional. Eso fue en 2014, cuando Jota Santatecla, nacido en Gandía, terminó sus estudios de Comunicación Audiovisual en el Centro de Estudios de Ciudad de la Luz. Decidió dar el salto a Madrid para desarrollar su carrera como cineasta y acabó convirtiéndose en «el poeta del Metro».

La idea surgió cuando vio entrar en el vagón a un joven que pedía palabras a los viajeros y con ellas hacía canciones. «Me di cuenta de que la gente iba muy seria y este chico consiguió romper la rutina, nos hizo apartar la mirada del móvil y nos arrancó una sonrisa a todos».

Este espíritu inquieto de 27 años empezó a dar vueltas a la idea de hacer algo parecido pero con versos, porque «me di cuenta de que era una forma real de contacto entre lector y escritor». La historia de ese tránsito comenzó en la parada de Avenida de América. Allí fue donde en noviembre de 2016 colocó su primera poesía. «Fue una prueba, puse la tarjeta para ver cómo reaccionaba la gente y me quedé viendo qué pasaba... entonces me di cuenta de que la gente la leía e incluso alguno la cogía».

El mecanismo ya estaba en marcha. Santatecla, que trabaja en una productora como realizador, dejaba la tarjeta con los versos y también anotaba su dirección de Instagram. El feedback no se hizo esperar. «La gente empezó a escribirme, me decían que a veces cambiaban de dirección para ir a buscar mis poemas, se creó como una especie de búsqueda del tesoro».

Entonces dio un paso más. En el anverso poema y en el reverso un mensaje. «En unos pongo un reto, algo simpático, gracioso para realizar, y en otros un premio, que puede ser el regalo de un ejemplar de mi libro, y en mi Instagram doy alguna pista de donde estará la siguiente».

Esta actividad poética viajera le ha proporcionado nada menos que 34.000 seguidores en Instagram que le piden que elija su estación o que repita, «incluso desde otras ciudades de España y otros países de Latinoamérica me piden que lo haga en su metro».

Así son ya 82 estaciones las que le han servicio de página en blanco, aunque su reto es llegar a hacerlo en las 301 con las que cuenta la red del Metro de Madrid. «El boca a boca hizo al final que me llamaran poeta del Metro, que comulga bastante bien con lo que hago».

Y en toda esta vorágine, el pasado mes de septiembre recibió una llamada de la editorial Valparaíso. Le proponía editar sus poesías en formato libro. Así nació Niño mudo, su primer poemario, que salió a la luz el pasado mes de mayo. «Recoge algunos poemas del Metro y otros inéditos para darle continuidad».

Este libro es, dice, diferente a otros poemarios. «Es una historia contada en verso, es un personaje que tiene su vida, una persona que trata de recuperar al primer amor de la infancia y se da cuenta de que lo que tiene que hacer es aprender a estar bien consigo mismo. Es un viaje hacia la madurez».

La acogida, de momento, está siendo «muy buena». «El otro día recibí un mensaje de una chica que le había pedido matrimonio a su novio con mi libro y eso hace que te des cuenta de que acompañas la vida de las personas de forma inesperada. Por eso, con lo que me quedo de todo esto es con el cariño de la gente; su respuesta es la mejor experiencia de todo este viaje».

Dice que la poesía le ayudó a curar un desamor y que le gusta escribir «pero sobre todo me gusta leer». Por eso, «me pareció una forma de poder ayudar a la gente; pensamos que somos muy distintos aunque los sentimientos son muy parecidos».

Ahora ha hecho un parón en verano porque ha vuelto a su Gandía natal con la familia. Después la idea es continuar y «conquistar todas las líneas de Metro». También seguir con su sueño en el mundo del cine. «Sé que el cine es un viaje a largo plazo, es como el Metro, lo importante es disfrutar del viaje. Yo no entiendo el cine sin la poesía y la poesía sin el cine; con el cine puedo escribir también con imágenes y es otra forma de plasmar mi vocación».