El coreógrafo Antonio Ruz, por su «singular» y «personal» lenguaje, y la bailarina Olga Pericet, por su «versatilidad» y «transmisión», fueron galardonados ayer con los premios nacionales de Danza 2018, dotados con 30.000 euros cada uno y que concede el ministerio de Cultura y Deporte.

El jurado distinguió por unanimidad a Antonio Ruz (Córdoba, 1976) con el premio de Creación «por ser autor de un lenguaje singular y muy personal, construido dentro y fuera de nuestro país, al frente de su propia compañía e interesantes colaboraciones de diversidad escénica».

La última de ellas, destaca el fallo, «cristaliza con Electra», espectáculo de 2017 creado para el Ballet Nacional de España (BNE), en el que el premiado tiene gran capacidad «para abordar diferentes lenguajes dancísticos». Se da la circunstancia de que Ruz, que según el jurado «armoniza la danza contemporánea con gran calidad» y la dota, como en todos sus trabajos, de un importante «pulso musical», colaboró en Electra con Olga Pericet.

«Estoy que no me lo creo. Es una ilusión muy grande y creo que un impulso que ya no para. Es un honor y un orgullo tremendos», aseguró Ruz, en pleno ensayo de Presente, la obra que estrenará el día 19 en los Teatros del Canal.

Ruz estudió con una beca en la Escuela de Víctor Ullate, donde fue primer bailarín durante ocho años y en 2001 entró a formar parte del Ballet del Gran Teatro de Ginebra, más tarde del Ballet de la Ópera de Lyon y en 2006 en la Compañía Nacional de Danza (CND). Se inició en el campo de la coreografía con montajes como Heidi, Pirilampo y A; en 2009 fundó su propia compañía, con la que ha hecho Curvo, No drama, Recreo.01, Ignoto, Ojo y Libera Me!, y desde 2007 colabora con la compañía Sasha Waltz & Guests, con sede en Berlín.

Por su parte, Olga Pericet (Córdoba, 1975) ha sido galardonada en la modalidad de Interpretación por su «capacidad de aunar las distintas disciplinas de la danza española, actualizándolas en un lenguaje interpretativo con sello propio, por su versatilidad escénica y su valiosa capacidad de transmisión». El jurado destaca como ejemplo La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora, trabajo en el que «sus cualidades interpretativas abordan un lenguaje escénico total».

La artista está con su compañía hasta el día 23 en el Teatro Repertorio Español de Manhattan, en Nueva York, con unas funciones «germinales» de la obra que estrenará en mayo en Teatros del Canal, Cuerpo Infinito y que aquí ha llamado Enfoques.

«Cuando me han llamado desde España para decírmelo no me lo creía. Siempre me ha hecho mucha ilusión tener este premio y es increíble que por fin haya pasado. Me ha pillado tan descolocada que ni siquiera sabía que el premio llevaba dinero. ¡Lo invertiré en la compañía!», afirmó.

La bailarina y coreógrafa se licenció en danza española en la Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Córdoba y amplió estudios en Sevilla y Madrid con Matilde Coral, Manolo Marín, Maica Moyano, La Toná, José Granero, Cristóbal Reyes y Milagros Mengíbar, entre otros.

En 1998 entró a formar parte de la Compañía Rafael Amargo. En 2004 estrenó en Madrid, como coreógrafa y primera bailarina, el espectáculo Bolero, cartas de amor y desamor, y ha colaborado como creadora, entre otros, con Manuel Liñán, Marco Flores, Daniel Doña y Antonio Ruz. Para 2019 prepara el estreno absoluto de Cuerpo infinito, en homenaje a Carmen Amaya.