«A uno de los hombres que se hallaban en la muralla detrás de Josefo le arrancó la cabeza de una piedra, y su cráneo salió disparado, como desde una honda, a una distancia de tres estadios (550 m.). Así de poderosa era la fuerza de aquellas catapultas. Más alarmantes que las propias máquinas eran los zumbidos de sus disparos, más terribles que las máquinas eran sus impactos». Esta descripción de Flavio Josefo sobre el poder de los proyectiles de las catapultas romanas en la guerra judeo-romana, en el primer siglo después de Cristo, sirve como referencia para entender la fuerza de estas armas y su munición que se utilizaron durante la II Guerra Púnica en el Tossal de Manises, donde se localiza la antigua ciudad de Alicante.

Los cartagineses crearon una ciudad defensiva en previsión de un posible ataque romano. Y así fue. Por eso, los trabajos realizados en el yacimiento de la Albufereta desde los años 30, encabezados por Figueras Pacheco, hasta la actualidad, con el respaldo del MARQ, han dotado a este centro de un fondo de 56 proyectiles de catapulta, lo que convierten este yacimiento en algo casi único en la Comunidad Valenciana, ya que solo en Sagunto han aparecido elementos similares, según el director del museo alicantino, Manuel Olcina.

«Ya en los años 30, cuando Figueras Pacheco recorría el yacimiento, decía que por las laderas se encontraban piedras de catapulta y nosotros hemos encontrado más», circunstancia que es «una característica singular de este yacimiento», apunta.

Las 56 balas tienen un peso que oscila entre los 3 y 10 kilos, y también varía el tipo de piedra utilizada para su creación. Hasta ahí , todo claro. La incógnita a despejar era de qué época son. «Sabemos que en la época de la ciudad bárcida fundada por los cartagineses había catapultas y proyectiles de catapulta porque las torres de la muralla están diseñadas para emplazar estas lanzaderas y porque resulta que encontramos en una excavación en el nivel de destrucción de la ciudad cartaginesa unos proyectiles de piedra volcánica, en total 17».

¿Que tiene de particular este hallazgo? Pues que este tipo de piedra negra, andesita, mucho más dura y distinta a las usadas para las otras que son calcarenitas o calizas, se encuentra en las canteras de Cartagena.

«Sabemos por las fuentes clásicas que Cartagena tenía un gran arsenal de catapultas impresionantes y por tanto de munición, de lo que se apodera Escipión cuando los romanos conquistan la ciudad; entonces la munición que estaba almacenada en Cartagena la distribuye por las ciudades púnicas que dependen de ella, como el Tossal de Manises», explica el director del MARQ.

A ello se une un detalle más técnico. Había que calcular si esos proyectiles correspondían a un tamaño de catapulta que cupiese en las torres de la muralla de la ciudad donde se ubicaban como defensa. Y el resultado fue afirmativo. «Hay una serie de fórmulas matemáticas para calcular el tamaño de la catapulta a partir de la munición y efectivamente cabían en las torres que se construyeron en la ciudad».

Ataque romano

En este sentido, el arqueólogo destaca que eso indica «que las murallas de Lucentum se diseñaron para repeler un ataque futuro de los romanos, no de los íberos, porque los íberos no tenían artillería, no tenía sentido ese despliegue por los íberos». Como ejemplo, «es como si preguntas por qué en Canadá existían los fuertes artillados, ¿para defenderse de los indios? Pues no, se construyeron así para defenderse de los franceses o de los ingleses que iban con las flotas para atacar».

El hecho de que la ciudad estuviese protegida «habla muy bien del avance de las fortificaciones del Tossal en su tiempo porque demuestra que estaban preparados para repeler ataques de una potencia tan fuerte como la suya».

Olcina asegura que estos proyectiles, no obstante, corresponden a dos momentos: en la II Guerra Púnica, cuando los romanos empiezan la conquista de los cartagineses en diferentes ciudades y después, en el siglo I antes de Cristo, durante las guerras civiles romanas porque Lucentum es una instalación militar.

Entre todos estos proyectiles destaca uno por su tamaño. Nada menos que 41 kilos, un peso que hace descartar que sea de época antigua. «Una catapulta para lanzar una piedra así tendría que ser un monstruo, según nuestros cálculos tendría que medir 8 o 9 metros de largo y unos 5 de alto». Las hipótesis entonces apunta a que se trata de munición de los berberiscos, porque hay testimonios de que desembarcaron en la Albufereta. «Hay un cronista que asegura que los berberiscos emplazaron un cañón pedrero en la cima del Tossal para bombardear la huerta; ese calibre sí que podría ser de una bombarda».

Catapultas

Cartagineses y romanos utilizaban las mismas catapultas. No eran invención ni de los unos ni de los otros. Pura ingeniería helenística. «Los griegos lo inventan y lo transmiten a los cartagineses y a los romanos», dice Olcina, que no puede evitar un apunte. «Hay un fallo muy habitual en las películas que reflejan esa época... si sacan catapultas con brazo, mal, muy mal, porque no aparecieron hasta el Bajo Imperio, en el siglo III o IV d. C.».

Las de la época que nos ocupa funcionaba con efecto tirachinas, con unos tendones que se tensaban y acumulaban energía que propulsaba la piedra. «Eran como la ballesta, de hecho en griego a la catapulta se le llamaba petrobolos y en latín ballista».