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Crítica de ópera

Fantasía operística

La flauta mágica en el Teatro Principal de Alicante

La flauta mágica (Mozart)

Teatro Principal de Alicante

2 estrellas y media

Compañía: Ópera 2001

Dirección escénica: Roberta Mattelli

Es loable que Ópera 2001 mantenga lo más emblemático del repertorio operístico para acercarlo a la numerosa afición, como la que estuvo el miércoles en el Principal. Pero eso no basta si se busca la presencia de jóvenes generaciones y captar su interés. Ello necesita fórmulas más contemporáneas y menos cartón piedra. No es cuestión de poner figuras en el escaparate de un escenario o convertirlo en museo de carnaval y cumplir el trámite sin mayores consecuencias artísticas, salvo ciertas voces envueltas con la partitura de Mozart y la destacada dirección musical del eslovaco Martin Mázik.

La obertura, con melódica solemnidad, adelanta las situaciones que vendrán en los dos actos de La flauta mágica (1791), dirigida con ahínco por Roberta Mattelli y cuyo libreto, de Johann Schikaneder, se representa en alemán con sobretítulos en castellano. Es destacable el protagonismo del austríaco Thomas Weinhappel con su papel de pajarero que acompaña al príncipe, el tenor uruguayo Santiago Sánchez, que estudió piano en el Conservatorio de Torrevieja. El otro exhibe la notable simpatía de un comediante sólido y desenvuelto, además de su relevante voz de barítono. Obtuvo muchos aplausos al igual que la soprano francesa Marie-Pierre Roy, la malvada Reina de la Noche, quien realza su labor con las bellas florituras de Der hölle rache kocht in meinem herzen o Un infierno vengador late en mi corazón. El tenor Sánchez luce una seductora sonoridad, y la soprano italiana Francesca Bruni, hija de la reina, tiene vocal holgura, así como el sacerdote del templo, el bajo búlgaro Ivaylo Dzhurov, airea la firme gravedad sonora de su registro.

El diseñador de escenografía y vestuario, Alfredo Troisi, une el antiguo Egipto con la ciencia ficción inspirándose en la película Stargate y en la serie. El cuento de hadas fusiona la música y el teatro con toques bufos, y la francmasonería sale a relucir en esta especie de zarzuela con partes habladas.

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