El dibujante alicantino Kenny Ruiz (Alicante, 1980) forma parte así del elenco de la revista Tezucomi, un tributo al artista japonés considerado el padre del manga moderno, con motivo del nonagésimo aniversario de su nacimiento (conmemorado el 3 de noviembre), un proyecto ante el que el autor, único español junto al el hispanojaponés Ken Niimura, reconoce en una entrevista haberse sentido honrado y feliz, pero también abrumado.

«No pensé nunca que tuviera la oportunidad de participar en una revista directamente en Japón», dice Ruiz, que ha visto algunas de sus obras traducidas en la revista Euromanga, que el editor francés Frédéric Toutlemonde dirige en el país, pero que nunca había trabajado bajo la batuta de una editorial nipona.

Que dicho trabajo fuera «acompañado del nombre del Dios del manga -en alusión a Tezuka (1928-1989)- era una cosa que ni siquiera se me podía ocurrir y mucho menos tener la libertad creativa que he tenido», por lo que la experiencia ha sido «todas las cosas buenas que se te puedan ocurrir, pero también da un montón de miedo».

El historietista alicantino, que estuvo el pasado lunes en Tokio para presentar la revista en la sede del Instituto Cervantes, ha creado una obra derivada de Boku no Son Goku (1952-59), la serie que el autor nipón creó inspirada en Viaje al Oeste, uno de los grandes clásicos de la literatura china y que también marcó a icónicos autores como Akira Toriyama y su Dragon Boy (1983), que sentaría las bases de Dragon Ball. «Si hoy intentáramos hacer algo así, creo que cualquier editor echaría a correr», considera Kenny Ruiz.

El dibujante español opina que el creador de obras tan recordadas como Astro Boy, Buda o Fénix no se guardaba nada para dentro» y que todo lo que necesitaba contar «lo sacaba con una honestidad que se percibe en cada trabajo». «Hace falta ese tipo de arrojo para que las historias sean tan eternas», dice el autor de Dos Espadas.

Kenny Ruiz considera que la industria está hoy más condicionada por la presión del mercado. «En parte, los editores se han vuelto más cobardes y nosotros también nos hemos vuelto más conservadores».

Por su parte, Ken Niimura (Madrid, 1981) escogió por su parte la obra Black Jack, creada en la década de los 70, y en la que el hispanonipón vuelve a colaborar con Joe Kelly (Soy una matagigantes) para «darle un toque más americano» y mostrar la influencia global de Tezuka. «Tene un estilo tan depurado que puede pasar de una cosa a otra sin que choque», algo que cualquier otro dibujante no podría, dice Niimura.

Si hay algo en lo que coinciden profesionales y aficionados al autor japonés es su inmenso legado. Maestro de maestros, Tezuka dibujó más de 150.000 páginas y de él se dice que trabajó todos los géneros, si no fue pionero. Pasaba de historias infantiles a obras grotescas tomándose unas licencias que hoy parecen inimaginables.

«Si vas a cualquier editor con una sinopsis como las suyas normalmente te las echan abajo (...). Algunas de ellas son para el gran público, pero no tiene miedo de rascar o indagar en partes muy oscuras del ser humano», opina Niimura.

«Ahora cuando hablamos de Osamu Tezuka parece como si fuera el mensajero del la paz y el amor y una cosa muy sencilla y, sin embargo, tiene una parte muy oscura que la gente no recuerda», dice el dibujante japonés Atsushi Kaneko (Yamagata, 1966), partícipe del proyecto, en el que quiere dar a conocer esa parte menos angelical.

La estética punk de Kaneko parece perfecta para la obra de su elección, Dororo (1967-68), la historia de un samurái errante nacido desmembrado y sin órganos por la decisión de su padre de pactar con 48 yokai (criaturas del folclore nipón) para gobernar el mundo. «Tezuka ha escrito todas las posibilidadesy géneros».