Llegaron a Andalucía a comienzos de la invasión musulmana y su presencia fue constante hasta el final del periodo colonial. Durante esa larga etapa, fueron trasladados a la península como esclavos. Esas comunidades negro-africanas vivieron y convivieron con lo que siglos más tarde fue el flamenco. De ello habla la profesora K. Meira Goldberg, de la Foundation for Iberian Music de Nueva York, en Sonidos negros. On the blackness of flamenco, libro de investigación sobre ese mestizaje, que será el hilo conductor de la charla La negritud y la presencia de la comunidad negra en el flamenco, que se celebra hoy, a las 20.30 horas, en la Sede Ciudad de la UA en Alicante (calle San Fernando 40).

En el acto, moderado por el profesor de la Universidad de Alicante Kiko Mora, participa también el investigador Jesús Cosano, autor de Los invisibles. Hechos y cosas de los negros de Sevilla.

Las culturas africana y afroamericana tuvieron una influencia notable en el baile a lo largo de los siglos, incluido el flamenco que se configuró como tal en el siglo XIX. «Cuando empecé a escribir el libro, pensé que iba a ser sobre las raíces africanas del flamenco», apunta Meira Goldberg, que se formó como bailaora en los tablaos flamencos de Madrid en los 80 y después se doctoró en danza, además de ser coeditora de varias publicaciones.

Fruto de su investigación, considera que «siempre ha habido un roce, unas alianzas entre diferentes comunidades» y pone como ejemplo Triana. «Era una comunidad mixta, había gente negra, gitana, morisca, judía... hasta el punto de que en la gran redada de 1749, los gitanos se hicieron pasar por negros para evitar que les expulsasen». Esa convivencia le lleva a afirmar que «el flamenco bebe de las artes africanas, seguro; los tangos de Triana son superafricanos».

En su libro habla de la figura del pastor bobo, «que representa la confusión, la bulla, algo que llegó a caracterizar a los no cristianos y que está dentro del flamenco». También, del negro Meri, capítulo que firma junto a Kiko Mora. «Llegó a España en 1848 como acróbata y su hijo lo siguió haciendo, pero se metió también en el flamenco; tanto es así, que fue el primer hombre al que se filmó bailando flamenco». Eso, afirma, «nos habla mucho del carácter de resistencia y de fuerza que hay dentro del flamenco, esa resistencia a ser sometido y esclavizado».

El sentido del ritmo, esa genética que une a ambas comunidades, responde, «como decía García Lorca, a la cultura que se lleva en la sangre».

No obstante, no son conocidos en la actualidad bailaores o guitarristas flamencos negros. «Es muy difícil aquí en España; conozco a varias personas que son flamencos afrodescendientes y no lo han tenido fácil ni para estudiar aquí porque se busca el estereotipo. Los cambios se están produciendo más fuera de España. En Nueva York es más fácil ver a una bailaora flamenca negra que aquí».