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Entrevista con Santiago Muñoz Machado

"La RAE no es contraria a visibilizar a las mujeres en el lenguaje"

El nuevo presidente se muestra partidario de estudiar las reivindicaciones

Tomó el relevo de Mingote en el asiento de la 'r' en 2013 y desde entonces forma parte activa de la Real Academia Española. De 2015 a 2017 como secretario y el 10 de enero lo hará como director de esta histórica institución después de resultar elegido ayer con mayoría absoluta frente a las candidaturas del periodista Juan Luis Cebrián y el lingüista José Antonio Pascual. Santiago Muñoz Machado se muestra "muy agradecido" ante el reto de mantener el prestigio de la academia tras el anuncio de retirada de Darío Villanueva. Este Catedrático en Derecho Administrativo, jurista, escritor e historiador, ganador de los premios nacionales de Ensayo y de Literatura, ha aprovechado su primer discurso para demandar mayor involucración económica por parte del Gobierno, puesto que la RAE, asegura, es "una cuestión de Estado". En esta entrevista nos avanza algunas de las posturas que defenderá durante los próximos cuatro años de mandato.

-¿Qué puede aportar un jurista como usted en la RAE?

- Igual que cualquier otro académico que tenga habilidades de redacción, gusto y cultivo de la lengua, puesto que no soy exclusivamente jurista, profesión de la que estoy orgullosísimo. La academia está formada por gentes con mucha afición y dotes probadas en el manejo de la lengua pero que no son sólo filólogos, también hay escritores, poetas, cineastas, creadores y todos aquellos profesionales que manejan el lenguaje con mucha precisión en sus diferentes actividades, como arquitectos, médicos, juristas o economistas. Estas profesiones han formado parte de la academia ocupando un tercio de sus plazas habitualmente.

Me gustaría mucho que cuando se escriba la historia de mi paso como presidente de la Academia se puedan decir cosas tan hermosas y justificadas como las que se han dicho del último jurista importante que estuvo al frente, que fue Antonio Maura y Montaner, entre 1913 y 1925. Dejó una huella importante, porque además de que esta circunstancia fue reconocida en muchos homenajes realizados en torno a su figura, fue un extraordinario director. Impulsó y consiguió desarrollar todas sus actividades de un modo en el que no lo hicieron sus predecesores. Además de abogado fue político y presidente del Consejo de Ministros.

-¿Cuáles son sus objetivos durante los próximos cuatro años?

-Realmente los directores de la academia lo que tenemos que hacer es procurar la continuidad de esta institución tricentenaria, procurar que sus actividades, fijadas desde 1713, se mantengan, junto con su calidad y prestigio. Como prioridades, destacaría la organización y añadir al trabajo tradicional algunos puntos de vista y perspectivas nuevas.

-Va a pedir al Gobierno un aumento de presupuesto para esta institución puesto que según sus palabras se trata de "una cuestión de Estado", ¿en qué grado ha contribuido la crisis al desgaste económico de la Academia?

-No me gusta la palabra desgaste porque desgastar significa que hemos gastado nosotros, cuando nos han desgastado si acaso. La crisis económica no es que haya influido, es que ha sido el argumento, de unos y de otros. Hay que volverles a convencer de que ya que no existe la crisis o al menos ha disminuido su influencia, por lo que ese argumento ha quedado deshecho y ahora hay que recuperar lo que antes fue o si no volver a convencer de que la institución necesita mayor apoyo.

-¿Y de qué forma les ha afectado también la transformación digital?

-Es algo que afecta muy directamente al trabajo de la academia porque nuestros principales trabajos, antes eran editados en papel y ahora deben sostenerse en base digital. Estamos trabajando en el nuevo diccionario nativo digital que va a ser la transformación más importante en la historia del diccionario de la lengua española. Para poder ver cómo cambia el léxico, hemos establecido renovaciones del diccionario cada año.

-Precisamente esta mañana acaban de presentarse las novedades de la última edición del diccionario, la vigesimotercera ya. Entre estos 2.451 cambios realizados se incluyen términos nuevos como 'selfi' o 'viralizar', ¿es también partidario de modernizar esta institución?

La RAE es una asociación tricentenaria y ha funcionado utilizando procedimiento y formas que muchas de ellas es conveniente mantener. La Academia Real de la Lengua tiene una trayectoria y tradición históricas que hay que procurar respetar porque le han servido para alcanzar el prestigio que tiene hoy en día. No se pueden cambiar las instituciones de la noche a la mañana simplemente por una modernización que hay que preguntar si es necesaria. Si se modifica de alguna forma la organización, no sería la RAE, sería otra cosa.

-¿Cree que debe hacerse un repaso especial por las acepciones que hacen referencia o atañen a las mujeres? ¿Qué responsabilidad cree que tiene la academia en la perpetuación del lenguaje machista?

-Los académicos no nos inventamos el idioma. El idioma lo crea el pueblo y lo que la RAE hace es hacer de notaria del lenguaje que se habla. No podemos modificar los usos, es el pueblo quien dice qué palabras valen o qué manera de hablar es la que se practica. Pero eso no quiere decir que no hay que estudiar las reivindicaciones de algunos movimientos que defienden que en el lenguaje público, constitucional, legal, o en la oratoria, hay muy poca visualización de la mujer. Hay que acogerlas en la medida en la que sus reivindicaciones responden a una razón suficientemente consolidada. La RAE no es contraria a esto mientras haya un reflejo de esa reivindicación en el uso y no sean propuestas que afeen o que hagan el lenguaje más difícil de manejar o menos expresivo.

-¿Sería partidario de establecer una cuota de género dentro de la Academia tal y como se ha llevado a cabo en otras instituciones o empresas para evitar que las mujeres sigan siendo minoría?

-La desigualdad que existe en este momento requiere adoptar medidas que permitan reducirla lo más rápidamente posible, porque si no, no lograríamos conseguir la igualdad hasta dentro de muchos años y hace falta acelerar el proceso. En ese sentido hay que pensar muy bien qué medidas podrían ayudar a conseguirlo. Es un asunto delicado, incluso para las propias mujeres, pues las hay que rechazan absolutamente cualquier favoritismo, pero conseguir reducir las diferencias que ha establecido la práctica social exige unas medidas adecuadas que sean razonables y ponderadas, sobre todo en entidades que funcionan por captación, como ocurre en todos los Consejos de Administración de las grandes empresas, por no hablar de la RAE. Es difícil llegar a la paridad si no hay algún apoyo específico, dada la desigualdad de la que parte el sexo femenino.

-En 2017 coordinó un grupo de expertos constitucionalistas que elaboró las directrices de una hipotética reforma a fondo de la Constitución. ¿Cree que es precisa su reforma ahora que la Carta Magna celebra 40 años de vida?

-Yo soy siempre partidario de que no se anquilosen las instituciones, de que no se petrifiquen. Soy partidario de reformar las instituciones para adaptarlas a los tiempos, sobre todo cuando de ello depende la convivencia, como es el caso de la Constitución. Hace falta reformar la Constitución, abrir un tiempo de reformas y cambiarla poquito a poco en aquellos aspectos que en estos cuarenta años hemos visto que son mejores que los que tenemos, que nos pueden facilitar una reducción de los conflictos y una aclaración del reparto de poderes. Yo no soy de las personas que se niegan a esos cambios simplemente porque sí, porque creen que todo lo antiguo es mejor. Todo lo viejo no siempre es mejor.

-¿Sería una utopía conseguir de nuevo el consenso del 78?

-Eso fue histórico e irrepetible. La coyuntura en la que se produjo no era la actual y las ganas de salir del régimen dictatorial esas necesidades no se dan ahora. Para reformar la Constitución a día de hoy lo que hay que hacer es reunir las mayorías que están reguladas en la propia Constitución y no inventarse unas mayorías distintas de las que están escritas.

-¿Los conflictos independentistas alimentados en los últimos años se podrían calmar con un nuevo marco constitucional?

-No. Los conflictos independentistas no son resolubles si los que los promueven no comprenden que sólo hay un marco en el que se pueden resolver, que es el marco de la Constitución. Las pretensiones de celebrar un referéndum de autodeterminación en el que se plantee una república independiente de Cataluña no caben dentro de la Constitución, ni en la nuestra ni en la de ningún país. No existe una Constitución que habilite para su propia demolición. Estaría loco el constituyente para permitir tal cosa.

-¿No sería posible entonces ese referéndum?

-Sí. El referéndum en Cataluña es posible. En un libro que escribí titulado 'Cataluña y las demás Españas' defiendo no un referéndum de autodeterminación y de independencia, sino preguntar al pueblo catalán acerca de variaciones o reencaje de Cataluña en España dentro de la Constitución.

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