«Moriré con las botas puestas y enamorado de mi profesión, la costura», decía en una de sus últimas entrevistas un emocionado Elio Berhanyer (Córdoba, 1929), que ayer, a punto de cumplir 90 años, falleció en Madrid.

Hasta su último desfile de 2010 en la pasarela Cibeles, Berhanyer había cosido más de cien colecciones, 23.000 creaciones de alta costura y había vestido a más de 600 novias.

Meses después, la crisis económica le obligó a echar el cierre a su taller madrileño, lo que le impidió estar en Cibeles en 2011. La pasarela madrileña -inaugurada ayer- dedicó años después un homenaje a su larga trayectoria profesional con una retrospectiva de sus creaciones y una exposición homenaje.

Berhanyer creció fuera de la escuela, repartió leche, y bregó con vacas y cerdos, pero pronto, gracias a su sensibilidad innata y a su sentido de la belleza, se sobrepuso a su origen humilde y vivió el lujo desde primera fila.

«Nunca fui al colegio, aprendí a leer y a escribir de forma autodidacta cuando era un adolescente», contaba este modisto que superó su condición de niño pobre y demostró que la elegancia es un don que no entiende de clases. Su romance con la moda comienza con 17 años cuando sale de Córdoba y se instala en Madrid, donde empezó a trabajar como escaparatista en una peluquería de Elisabeth Arden y, después como creador de vestuario de teatro junto a Gustavo Pérez-Puig.

Convencido de su talento y sensibilidad con los tejidos y diseños, en 1960 abrió su propia casa de costura. De sus manos salieron vestidos para artistas como Ava Gardner, Lola Flores o Cyd Charisse, también para aristócratas como la duquesa de Alba o la condesa de Romanones, e incluso para la Reina Sofía.

«Fue una época maravillosa», aseguraba Berhanyer, quien tuvo la oportunidad de compartir momentos de gloria junto a Manuel Pertegaz y Pedro Rodríguez, modistos que manejaba con gran destreza las herramientas de la alta costura.

La fama le volvió algo excéntrico y llegó a tener dos guepardos en su jardín, más de cien gatos y numerosas pinturas y esculturas de valor incalculable, además de un lujoso Rolls Royce.

Ajeno a las tendencias del momento, Berhanyer defendía las líneas puras y austeras y una elegancia serena y refinada. Sus colecciones las blindó contra el paso del tiempo y de las modas. «La elegancia reside en la discreción», aseguraba. Y bajo esos acordes durante la década de los setenta y ochenta confeccionó los uniformes de la compañía aérea Iberia.

Con permiso del genial Cristóbal Balenciaga, el gran Elio Berhanyer ha sido el maestro de la alta costura española, su pasión. Conoció a Balenciaga en Madrid en casa de una amiga común y el maestro de Guetariale dijo: «Jovencito véngase conmigo a París, que le sentaré en una silla y aprenderá a hacer ojales».

Elio Berhanyer, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2002, en su empeño de tener identidad y sello propio no aceptó la proposición de Balenciaga ni la de Saint Laurent. «No quería trabajar bajo ninguna influencia y no me arrepiento», decía el creador.

Vestía en tonos blancos y negros y lucía la kipá -casquet eusado por los judíos practicantes- y que según él este casquete expresaba «la convivencia pacífica de las tres religiones».

Tras más de 60 años cosiendo, recibió en 2011 el Premio Nacional de Diseño de Moda.

La capilla ardiente se instaló ayer en el Museo del Traje de Madrid. Diseñadores y modelos rindieron ayer homenaje a su maestro en la Mercedes-Benz Fashion Week. El alicantino Hannibal Laguna, uno de sus grandes amigos, declaró: «La moda española ha perdido a uno de sus más generosos artistas, un maestro de la elegancia, un diseñador perfeccionista y riguroso, amante de la femineidad más exquisita», mientras Modesto Lomba le definió como «el último espadachín de la era de la alta costura».

«Se acaba de ir el maestro, el último de los maestros con mayúsculas», dijo Ágatha Ruiz de la Prada. Para Roberto Verino, ha sido «un maestro generoso y conciliador en la evolución de la moda de la alta costura al prêt à porter . Un entusiasta y moderno».

El ministro de Cutura, José Guirao, calificó su figura de «enorme» y avanzó que se le realizará un «merecido» homenaje.