P Vuelve a la Comunidad Valenciana, que no sé si vista mucho desde el pasado año....

R Bueno, me fuí y esta es la primera ocasión artísticamente hablando en la que he vuelto y me da un gran placer porque tengo muy buenos recuerdos.

P ¿Qué sensaciones le ha dado la Orquesta Ciudad de Elche?

R Estoy sorprendido por la orquesta y muy contento de la calidad. Eso es bastante importante porque estamos hablando de un territorio como Elche que necesita una orquesta y espero que siga recibiendo el apoyo de la política y de la sociedad.

P Actúa como director y solista. ¿Está cómodo con este formato?

R En este caso es muy simple porque el repertorio barroco, con Vivaldi y Telemann, no necesita un director con batuta. Lo que hago es tocar el violín y dirigir desde el sitio de violinista, pero cuando lo hago en otros programas no es un problema, son gestos naturales. Tocar y dirigir es una función corporal que conocemos muy bien.

P Fundó un grupo de música barroca, Europa Galante. ¿ Por qué se especializó en esa música?

R Eso fue un encuentro de amor cuando yo tenía 16 años. Me encontré con una discografía que me despertó el interés de poner en cuestión la forma interpretativa de aquella época. En los años 70 había cierta rutina, una uniformidad. Y he continuado con la curiosidad de comprender la interpretación histórica de un repertorio que ha evolucionado. La forma de interpretarla, de pensarla y estar siempre pendiente del conocimiento histórico. Es casi una obligación para el intérprete. No se trata solo de demostrar un conocimiento técnico sino que debe ser un músico conocedor. Ser músico es como ser médico, hoy hacemos operaciones quirúrgicas diferentes a hace 30 años.

P Durante más de tres años se encargó de la dirección musical del Palau de les Arts, puesto del que dimitió en abril de 2018.

R La polémica ha sido la que han querido hacer los políticos y la gente de alrededor. Es muy simple. Yo pasé tres años y medio muy bonitos, trabajando bien, con una orquesta de primerísimo orden. Pero pasó lo que pasa en el sistema oscuro de la cultura y la política. Salió publicado un artículo sobre la falta de confianza de la orquesta con Abbado y conmigo. Si es verdad, un director no puede seguir trabajando ahí; si no es verdad, yo estaba esperando un apoyo público de la Orquesta de Les Arts, pero eso no ocurrió . Entonces no había posibilidad de continuar, atrapado por el miedo que había en Les Arts en ese momento. Eso provocó una frustración, a muchos que les gustaba mi trabajo, pero nadie habló y el silencio es el peor consejero. Yo no acepté ser víctima del silencio.

P ¿Cuál es el problema del Palau de les Arts?

R No lo sé. Yo he hecho producciones grabadas por televisiones internacionales y nunca he dado la mano a un político; eso es un poco raro. Lo que puedo decir es que es un lugar difícil donde se respira una atmósfera muy extraña. Creo que el único ente tranquilo donde la atmósfera es pura es el Coro de la Generalitat. La Orquesta es extraordinaria, de una calidad grandísima, pero es una orquesta difícil, y no lo digo yo solo. Tiene la particularidad de que está considerado un lugar de élite, pero ha generado escándalos y eso crea mal ambiente. La política valenciana, en general, ha elegido la dirección de hacer que València y el Palau de les Arts sean valencianos, en el mal sentido de la palabra, y eso impide gestiones de orden internacional.

P ¿Y cómo ve el nivel musical en España, tanto de intérpretes como de público?

R Es un país que tiene un nivel mucho más alto del que creen los propios españoles. Ahora hay mayor aporte de músicos españoles en la cuerda y los vientos son de los mejores del mundo. Y el público es curioso. Mucho mejor que Italia que estamos en la total oscuridad. Los españoles pueden estar orgullosos de la cara que España da en el mundo. Aunque, que me perdonen mis amigos de València, la política no hace diferencias entre un teatro de ópera y una fábrica de azúcar. Pero no es un problema solo de València, sino un problema estructural.

P ¿Se puede vivir de la música?

R Eso desafortunadamente es un problema también de meritocracia. Estudiar música es un derecho de todos, pero las plazas no son tantas como hemos pensado. No se pueden sacar 800 discos al mes de clásica porque no hay mercado; una ciudad no puede tener cuatro orquestas porque hay un problema que es puramente económico. Hay que elegir lo que es verdaderamente bueno e invertir en ello. El problema es quién dice lo que tiene calidad o no. Y en España hay una desproporción bastante grande en la inversión que hace el Gobierno en estas entidades. El Palau tiene una ayuda del Ministerio de Cultura ridícula comparada con el Teatro Real. Esa es la cara de la falta de competencia.