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Los toros en plena campaña

En plena campaña andamos, taurina y política. Con José Mari Manzanares en plena acción ayer en Arles y hoy en Sevilla, como protagonista de uno de los carteles de más peso del año, junto a El Juli y Andrés Roca Rey en la lidia de astados de Victoriano del Río. Primer asalto en la Maestranza, donde volverá el 3 y el 6 de mayo.

Y en la política también se habla de cuernos en estos días. Hasta hace casi nada la fiesta taurina no entraba en los programas electorales. Pero lo que comenzó siendo una anécdota con PACMA ha acabado por convertirse en un asunto común a todos. Al aficionado, este posicionamiento forzado le lleva en muchos casos a elegir entre su conciencia/decencia democrática y su amor al toro. Desde siempre se asumió que había pros y antis en los partidarios de todas las siglas, por lo que este posicionamiento forzado de estos tiempos resulta incomodísimo.

En realidad el animalismo metió de lleno a la tauromaquia desde varios lustros atrás, con una persecución especialmente exacerbada en estos últimos años a partir de la radicalización del independentismo catalán y, algo más tarde, con la irrupción de la fuerza política de Podemos. Cierto es que en Alicante, por ejemplo, desde las filas de Izquierda Unida ya hubo algún intento de promover un referéndum antitaurino en 2014, pero finalmente ambas fuerzas han acabado confluyendo bajo las mismas siglas. En ese lado izquierdo, ni tan solo Compromís ha sabido encauzar la sensibilidad de los pueblos valencianos con sus fiestas alrededor del toro. No lo tiene fácil el aficionado, no, en ese lado del hemiciclo.

En estos días, además, todos tenemos que ver cómo aquellos que han podido tomar medidas que prometieron en su día y luego no realizaron vuelven a solicitar nuestro voto apelando al populismo del sentimiento. Lo peor es que sabemos que, una vez pasada la campaña y obtenido el escaño, se olvidarán de lo prometido. Y con el toreo ya lo han hecho. Desde la derecha de la bancada, por ejemplo, sus huestes tan pronto se enarbolan la bandera de la fiesta y salen a hombros de una plaza de toros como se ponen de perfil y se arrugan cuando de apostar directamente por la fiesta se trata. Otro tanto ocurre con PSOE, que se indefine casi siempre con un «ni sí ni no, sino todo lo contrario», y no acaba de ser fiable para los aficionados. No quieren prohibir, pero ahogan económicamente las bases de la tauromaquia, como hemos visto en nuestra ciudad, donde el PP ha tenido que recoger con hilos el desfase del tripartito dirigido por los de la rosa. Los populares, que se han mostrado firmes en la defensa taurina en este gobierno en minoría, cuando fueron mayoría en mandatos pasados, sin embargo, mostraron más afán recaudatorio que verdadera apuesta por el toro.

Y del espectro que muestran las encuestas, Ciudadanos siempre ha mostrado tibieza y espíritu de veleta, según soplen los aires, con una adhesión al mascotismo populista en las últimas horas harto sospechosa, mientras que Vox llega con un mensaje claramente en defensa del toreo. El sesgo de esa defensa, sin embargo, lo convierte en un símbolo nacional-catolicista y se incluye dentro de un programa (o conjunto de eslóganes más o menos estructurados) casi preconstitucional. Aun así, está atrayendo a muchos aficionados que se han sentido atacados, humillados y heridos por todas las hordas animalistas que han tomado la fiesta como punta de iceberg de una lucha despiadada e ilógica contra natura (contra el humano, se podría decir), cuando no se ha usado igualmente con aires secesionistas. No sé si la filiación al partido de Abascal por parte de esos aficionados parte de una sensación de defensa, del espíritu del «ojo por ojo», pero lo cierto es que ahí está. En Andalucía ya es una realidad, aunque contradictoria, pues a las primeras de cambio los de la ultraderecha han votado en contra de la primera iniciativa protaurina porque no les parece suficiente.

En fin, que cada cual vote en conciencia y como se le antoje, ya que nuestra democracia todavía nos lo permite. Y que la tauromaquia no salga, tras la tempestad electoral, herida de muerte de esta contienda de la que nunca tuvo que formar parte.

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