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Teatro, crítica

El hombre tecnológico

Canta, toca, aúna todos los ingeniosos elementos y exhibe destreza. Suenan la armónica y las palmas del público en coordinación con la imagen

Control freak

Teatre Arniches de Alicante

Creación, intérprete y director: Kulu Orr.

No es extraño que triunfase en el Be Festival de Birmingham, ya que este es uno de los más destacados de Europa por sus propuestas innovadoras e interdisciplinares. Kulu Orr, residente en Israel, busca nuevas maneras para interactuar y sintonizar con el público, que forma parte de Control freak, donde se combina la ingeniera informática, el teatro, el circo, el humor y la música en vivo. Un sistema creado por este artista multidisciplinar que controla las luces, el vídeo grabado, los sonidos y las notas musicales con el apoyo del malabarismo y de los receptores. Así, los avances tecnológicos exploran campos de comunicación entre el espacio teatral y los asistentes. Y la manipulación audiovisual teje la estética y la apariencia de inmediatez en el juego. Ese producto de investigación se ha visto en el Arniches de Alicante con un Kulu Orr que maneja los accesorios digitales y ordenadores instalados en la ropa y en un traje de ciencia ficción. El intérprete, autor y director muestra sus habilidades con pequeñas pelotas que producen distinta sonoridad al ir botando. Canta, toca, aúna todos los ingeniosos elementos y exhibe destreza. Suenan la armónica y las palmas del público en coordinación con la imagen. Cuatro espectadores se colocan unos gorros que tienen timbres para emitir sonoridades en el proceso creativo. Emiten una bella y famosa melodía clásica, Canon, de Pachelbel, con este sofisticado y aparentemente sencillo orden de cosas, o un rock dirigido por el monstruo tecnológico, el hombre de la tecnología y sus diferentes números que ponen de manifiesto todas estas cuestiones. La ironía también funciona. «No me habéis defraudado, porque no esperaba mucho de vosotros», dice con su mecanizada forma de hablar. Una guitarra especial lleva un teclado que actúa sobre la iluminación. Surge un fallo a propósito, y después graba música o su voz y le acompañan posteriormente. Los malabares con las pelotas continúan golpeando el soporte que ofrece sonidos. Podemos echar en falta la edición de vídeos en directo, otros ingredientes o más dramaturgia, aunque, en cualquier caso, el público quedó encantado y aplaudió la maestría técnica de Kulu Orr..

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