Hacia Quito

El 8 de marzo de 1805, los expedicionarios abandonaron Santa Fe volviéndose a dividir. Grajales con el enfermero Bolaños tomaron rumbo a la ciudad de Neiva y la Plata. Salvany y Lozano recorrieron las de Ybague, Cartago, Truxillo, Llano Grande, provincia de Choco y Real de Minas de Quilichas. Ambas expediciones se reunieron en Popayán el 27 de mayo.

Después de Popayán, Grajales y Bolaños recorrieron todos los pueblos de la costa hasta llegar a Quito para encontrarse con Salvany. Éste había llegado a la capital quiteña por la provincia de los Pastos, después de ir vacunando e instruyendo a practicantes y médicos en Tulcán, Herradura, Villas de Ybarra y de Otavalo.

La estancia en Quito se prolongó dos meses. Antes de partir, Salvany sufrió un robo, le sustrajeron 100 pesos y parte de su equipaje. El 13 de septiembre viajaron hacia la ciudad de Cuenca, pasando por Latacunga, Ambato y Río Bamba. Arribados a Cuenca el 12 de octubre, vacunaron allí a 700 personas y organizaron una Junta Central. En Cuenca, las manifestaciones de acción de gracias por su llegada fueron admirables y muy concurridas por la población. Se celebraron tres corridas de toros con caballos, bailes de máscaras e iluminación de la ciudad durante tres noches seguidas. Faltó una «mascletá» con fuerte «terratrémol».

Partió la expedición desde Cuenca el 16 de noviembre, vacunando por Cumbe, Nabón, Oña, Gonzanama y Loja, en dirección a Lima, ciudad que estaba siendo azotada por una epidemia de viruelas de grandes proporciones. Eso les obligó a acelerar su marcha atravesando los Andes durante la estación menos propicia.

El Anticristo y los Bethlemitas

Llegaron a Piura el 23 de diciembre, donde recibieron una carta del virrey del Perú que les comunicaba que había obtenido vacuna y la estaba difundiendo. Sin descansar, salieron en dirección a Lambayeque el 9 de enero de 1806. Al llegar allí fueron recibidos con un rechazo total. La población rehusó la vacuna y denominaron a Salvany el «Anticristo». Un grupo de indígenas les persiguió con aviesas intenciones, por lo que abandonaron precipitadamente la ciudad en dirección a Cajamarca. Afortunadamente, tanto en esta ciudad como en la siguiente, Trujillo, el grupo de Salvany fue bien recibido. En este tramo del viaje encontraron en los religiosos bethlemitas unos grandes colaboradores. Esta orden religiosa les proporcionó infraestructura y apoyo para efectuar su misión. Salvany encontró amigos en Trujillo. Se hospedaba allí Benito Moxo, arzobispo de Charcas, que era un «dedicado protector de la Expedición desde que estuvo con ellos en Puerto Rico». Establecida la vacuna en Trujillo, Salvany preparó el viaje hacia Lima.

Lima

Salvany llegó a Lima a finales de mayo de 1806. Casi seis meses después se presentaron allí Grajales y Bolaños. Sabían que la vacuna había llegado a la capital traída seis meses antes por Pedro Belomo, cirujano del Apostadero Naval del Callao, a quien se le había encomendado su conservación y cuidado. Éste había presentado al Virrey Avilés su primer niño vacunado con éxito, lo que fue celebrado en la ciudad. De inicio la estancia fue muy dura, les habían alojado en un local inapropiado donde no se atrevían a vacunar y el Virrey no les hacía caso. El problema era que la vacuna, traída desde Buenos Aires, se había comercializado y convertido en un negocio. Era un modo seguro y rápido de enriquecerse, lo que no encajaba con el espíritu filantrópico de la expedición. Salvany incapaz de luchar contra esta situación, dedicó su tiempo a elaborar un reglamento y a reponerse. Entabló relaciones con la clase intelectual limeña, participó en tertulias y estableció amistad con profesores de la Universidad de San Marcos, sobre todo con Hipólito Unanue. La suerte les sonrió con la llegada en agosto de 1806 de un nuevo virrey, José Fernando Abascal, que dio orden de apoyar la tarea de los expedicionarios. Salvany, gracias a su buen carácter y empatía, consiguió la aceptación de los vecinos y los facultativos de Lima, en especial Pedro Belomo, cirujano de éxito, que intercedió a su favor ante el resto de la comunidad científica. Se configuró una Junta de Vacuna compuesta por las más altas autoridades, civiles, militares y eclesiásticas, nombrando a Belomo y Manuel Dávalos como consultores y responsables de su conservación, asistiendo el propio Salvany a su constitución. Cumplida la misión partieron en otro largo y durísimo viaje hacia Arequipa, La Paz y Cochabamba. En esta ciudad la frágil salud de Salvany, se quebró para siempre el 21 de julio de 1810. Grajales y Bolaños continuaron su misión vacunando en la Capitanía General de Chile hasta el mes de enero de 1812. «Se continuará...»

Manuel Julián Grajales (1775-1855)

Natural de Sonseca, se formó en el Colegio de Cirugía de san Carlos. La expedición lo llevó hasta Chile, donde comprobó que ya estaba vacunando allí fray Pedro Manuel Chaparro, sin embargo Grajales recorrió el país enseñando a vacunar durante cinco años y fundó Juntas de Vacunación. Fue profesor de anatomía, fiscal del Protomedicato y ejerció como cirujano del Hospital Militar de Santiago hasta 1825, fecha de su regreso a España. Aquí se incorporó al ejército como cirujano militar con grado de Subinspector (Coronel) interviniendo en varias campañas hasta su jubilación.