Tras un año de ausencia de su Alicante natal por problemas de salud de los que aún se recupera, Paco Huesca no ha querido perderse la presentación en su tierra de su último libro, Los cines de Alicante, que la editorial Sargantana acaba de publicar. Un homenaje en toda regla a las salas que él no conoció pero le contaron y, sobre todo, en las que él se pasó tardes enteras de niño disfrutando de programas dobles, «tanto en blanco y negro como en technicolor, pero siempre en la oscuridad», como apunta en el prólogo.

El autor, cinéfilo empedernido que en 1979 fundó los minicines Astoria y responsable desde 2016 de la Cinemateca del Mediterráneo en el Aula de Cultura de Alicante, estará hoy a las 19 horas en la librería Pynchon&Co acompañado de su editor, Quique Olmos, el escritor y crítico teatral Marc Llorente y Ana Echevarría.

Los cines de Alicante comienza con la primera sala que experimentó la cinematografía en Alicante, el Café Comercio en la Explanada en 1896, que ese mismo año trasladaría sus proyecciones al Teatro Principal con películas mudas en blanco y negro, seguidos a principios del siglo XX de otros espacios como el Teatro Nuevo o el Salón España, más tarde Cine Capitol en la avenida Alfonso El Sabio, donde el cine y el teatro conjugaban el espacio con las tardes de baile y alcanzaba su esplendor en los años 20, tras la aparición del cine sonoro.

El Capitol tiene un significado especial para Huesca ya que allí con cinco años le llevó por primera vez su tía Conchín a ver El hijo de Rostro Pálido (1952), con Bob Hope y Jane Russell. «Comencé a reírme tanto con las gansadas de Bob Hope que hasta me caía de la butaca (...) y sin lugar a dudas comenzó una historia de amor interminable del cine conmigo», dice.

Este cine, junto al Monumental y el Ideal -«curiosamente el único de aquella época dorada que sigue en pie pero sin uso»- y el Teatro Principal formaron «el Broadway alicantino», tras los que después llegaron los Avenida, Carlos III, Chapí, Rialto, Calderón, Arcadia... Todos son recordados por Huesca, que no olvida las terrazas de verano ni los cines de barrio: el Roxy de Benalúa, el tío Gato en la Florida, el Lux y Novedades en San Blas o el Cine Carolinas, el Carolo, cuyo propietario tenía un taller de hojalatería y en 1924, tras ganar un segundo premio de la Lotería Nacional, construyó el cine que luego pasó a sus hijos; o el Cinema Pla, de la misma propiedad, que entre los años 40 y 50, como en Cinema Paradiso, una persona en bicicleta trasladaba los rollos de cintas de un cine a otro.

Capítulo especial merecen los Minicines Astoria, inaugurados con Estado de sitio de Costa Gavras y Mujer entre perro y lobo de André Delvaux, a la que acudieron entre otros José Luis López Vázquez o Julieta Serrano. «Comenzaba mi sueño», escribe Huesca sobre este espacio mítico en el Barrio que cerró sus puertas dos décadas después y por el que pasaron desde Emma Suárez a Eusebio Poncela e incluso Margarita de Borbón, que vio Rejas de cristal con una amiga y a quien el gerente intentó invitar sin éxito. «Entraba si pagaba, de lo contrario se iba», cuenta en su especial «amarcord» Huesca, que concluye con un «por favor, vayan al cine».