La fotografía de Lolo juega con unas líneas temáticas, enfoques y colores que han encandilado a una audiencia de más de 33.000 personas en Instagram. Una creatividad difícilmente clasificable puesto que unas veces pretende remover conciencias y, en otras, sencillamente experimentar con la estética, el erotismo o los pecados capitales. Sea como fuere, su talento le ha valido el premio más importante de su vida: trabajar profesionalmente en el mundo de la fotografía dejando atrás el oficio de camarero.

«Todo empieza cuando me regalaron una cámara de fotos por mi cumpleaños. Empecé entonces a trastearla y me di cuenta que hacía mejores fotos que vídeo», indica Lolo, quien asegura que su propósito con la instantánea pasa por provocar emociones y sentimientos al primer golpe de vista. «Muchas veces me han acusado de ser populista por los temas, que si la contaminación o no se qué, pero en realidad todo es bastante improvisado», agrega.

Desde hace apenas unos años, y siempre a través de la catapulta de oportunidades que ha supuesto para él Instagram, Lolo ha recibido encargos de marcas como Hawkers o festivales de música de renombre de toda España. «Hace nada me pagaron un viaje a Bélgica para retratar una marca de ropa. Allí gané en cinco días lo que recibía por todo un año en la hostelería», explica, descartando de cualquier modo ser un «influencer».

Lolo, a punto de finalizar el grado de Turismo en la UA, dedica al día unas tres horas al Instagram, excluyendo por descontado el tiempo que invierte en planificación e ideas. Y ha llegado a acumular hasta 3.000 «likes» en una hora, que es un registro considerable. Eso sí, sobre quienes le critican por exhibir excesivamente con sus desnudos, masculinos o femeninos, Lolo afirma sin ambages que «siempre es mejor insinuar que desnudar, y tapando enseñas más que mostrando. Y te atrapa más. La imagen es más bonita, sensual y nítida».

Lolo admite que, de un tiempo a esta parte, está especialmente satisfecho por su obra al hallar una firma propia, una personalidad creativa con la que seguir probando y ahondando. Independientemente del modelo, que también de lo que le deparará el futuro. «Todos somos válidos. Con curvas, negros, asiáticos o menos guapos. Todos valemos y no hace falta ser un 90-60-90 ni un tipo fuerte», concluye.