Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El tiempo pasa

«El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos». Eso canta Pablo Milanés en la preciosa canción Años. Y no, no estoy poseído ni por la nostalgia ni por la calma de este incipiente otoño tan azul que deslumbra; simplemente hoy me apetece reflexionar y abandonar por una vez mi actitud reivindicativa y beligerante a la que me temo que volveré pronto; y como todo estado de ánimo tiene un origen, supongo también que mi estado es consecuencia del fallecimiento ayer de un antiguo amigo que llevaba años enfermo, y del que en los últimos estuve algo distanciado. A Antonio Alburquerque (y digo su nombre porque era conocido en muchos ambientes sociales) murciano de origen y alicantino por matrimonio y adopción propia, le conocí a principio de los 70, siendo él concejal de nuestro Ayuntamiento en las postrimerías del franquismo; yo ya andaba metido en temas teatrales y culturales, a lo que él colaboró facilitándome la celebración de eventos artísticos en el Castillo de Santa Bárbara. Y recuerdo con cariño que me llamaba «promesa», augurándome un futuro esplendoroso; ignoro si mi trayectoria vital y profesional respondió a sus expectativas, pero su calificativo solo me provoca agradecimiento. Creo que nunca se repuso de la muerte en accidente de un hijo de 14 años, que hoy rondaría los 50, porque es difícil que cualquier padre se reponga alguna vez de semejante desgracia; pero siguió viviendo cargando con su pena, haciendo durante muchos años de la isla de Tabarca su reino, contradiciendo a Albert Camus ( Calígula) cuando dijo que «ni siquiera la pena dura». Se fue a una edad que superaba los ochenta, dejando esposa e hijos que deberán acostumbrarse ahora a la presencia de su ausencia. Como tantos otros. Como el lector sabe, mi mundo afectivo diario se reparte entre unas cuantas personas de la ciudad, y otros tantos profesionales del teatro. Y me reconforta pensar que muchos de ellos siguen en la lucha sin perder un ápice de ilusión y sin que la edad, con sus inevitables achaques, les haga demasiada mella, solo la normal. Ahí están, por citar solo a tres actrices que me honran con su afecto y amistad, Nuria Espert, Julia Gutiérrez Caba y Julieta Serrano quienes, superados los ochenta, emprenden nuevos proyectos de teatro y cine con envidiable entusiasmo. Y es que llegada una edad cada cual reparte su tiempo como mejor le parece, ya sea integrándose en organizaciones benéficas o sin ánimo de lucro, jugando a la petanca o al dominó, o sentado en una silla plegable al borde del puerto con una caña de pescar. Y es que nos empeñamos en calificar de ocaso el tercer acto de nuestras vidas, cuando en realidad es el momento más sereno de nuestra existencia, siempre que se disfrute de la inteligencia y el sentido común con los que manejarse. Personalmente puedo afirmar que mi afición a los temas culturales me ha salvado de una ya no tan incipiente vejez anodina, cuando en muchos casos se suele vivir sin esperanza. No hay que hacer un drama de lo que no es sino una consecuencia lógica del paso del tiempo, mejor valorar y disfrutar de ese otoño vital, tan hermoso como el que, climatológicamente hablando, ahora estamos disfrutando en este Alicante que siempre se debate en lucha por un futuro incierto, con alcaldes sentados en el banquillo, con una provincia asolada por la lluvia o con una juventud desmotivada por culpa de un paro salvaje. Envejecer con dignidad, exprimiendo serenamente el tiempo que nos quede, es la mejor fórmula. «Vamos viendo las horas que van muriendo, las viejas discusiones se van perdiendo entre las razones».

La Perla. «No te quejes por no haber tenido la vida que soñaste, y piensa en la cantidad de gente que sueña con la vida que tienes» (Popular).

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats