P ¿Qué alusiones gastronómicas hace en su novela Algún día, hoy

R Bueno, una de las cosas que a mí me gusta en mis libros es profundizar en el tema gastronómico porque a mí me encanta cocinar y también, en este caso, dado que la mayor parte de la novela sucede en Colombia, es una manera de volver a vivir la comida colombiana.

P Es una experiencia curiosa...

R Yo siempre he dicho que una novela no está acabada hasta que el lector no la abre y empieza a transitar. Ese es el gran cierre de la novela, despertar al bello durmiente que cuando está cerrado no dice nada. El encuentro con los lectores es vivir muy de cerca el pulso del libro una vez que ellos ya lo han vivido. Hay una conexión diferente y el escritor se siente muy acompañado, algo que cuando estás escribiendo una novela no tienes, es una soledad tremenda.

P En su última novela, ganadora del Premio Fernando Lara 2019, aborda un hecho real, la historia de Betsabé Espinal, que con 23 años protagonizó la primera huelga femenina en Colombia en 1920. ¿Cómo fue la realidad y cómo ha novelado ese hecho?

R La parte histórica real ocupa cuatro capítulos, el resto hay una gran cantidad de personajes que son producto de la ficción y que se van mezclando con personajes reales en un tejido muy apretado. Tanto que algunos que son de verdad la gente cree que no lo son porque son muy especiales. Esa es la magia de una historia. Fueron tres semanas de huelga. En la fábrica había unas 400 niñas; acababa de pasar la guerra de los 1.000 días en Colombia que dejó muchas huérfanas. Las fábricas textiles buscaban mano de obra aprovechando la miseria. Eran niñas de entre 11 y 25 años, con tres capataces que las hacían trabajar 14 horas diarias porque retrasaban los relojes, no las dejaban ir al baño, tenían que estar descalzas y abusaban de ellas sexualmente. Cuando Betsabé las arengó a la huelga, los empresarios aceptaron todas las peticiones, no porque creyeran que era de justicia sino por los cambios políticos que se avecinaban. Al poco, la echaron.

P ¿Y cómo dio con esta historia?

R La realidad es que esa historia me buscó a mí para que yo iluminara a esta niña que estaba sumergida bajo cien años de olvido. Era una injusticia que había que sanar. Me encuentro con el rostro de ella finalizando un documental en la televisión colombiana. Empiezo a investigar y de ella solo se sabía el hecho de la huelga. Se conocía la fecha de nacimiento, 1896, y que era hija de tres generaciones de bastardas, campesinas. La madre tras el alumbramiento de ella empezó a enloquecer y consta que vivió un tiempo en un patronato, regentado por monjas y pagado por los patronos, y también la fecha de su muerte. Todo ese vacío que existía alrededor de su vida lo he rellenado en la novela, ficcionándolo para que cogiera una patina de realidad. Tenía una fotografía suya que me decía mucho de su personalidad porque tenía una mirada muy fuerte, muy valiente, sus facciones eran retadoras. La llevé a una fisionomista y me devolvió una información que coincidía con lo que me había transmitido la foto y a partir de ahí empecé a escribir.

P ¿Hemos sabido coger el testigo de estas pioneras?

R En el momento que yo me encuentro con esta foto de la niña, en 2013, no había empezado el movimiento fuerte del feminismo. Pero cuando Emma Watson hace el discurso en Naciones Unidas y luego aparece el movimiento Me Too me hace sentir que he aportado mi grano de arena en la profesión que yo desempeño. En otros sectores también está pasando y se están visibilizando muchísimas mujeres que han quedado olvidadas. El feminismo es imparable, aunque el feminismo de entonces no tiene nada que ver con el actual porque antes tuvieron el fallo de que fueron copiando los cánones masculinos y perdiendo feminidad a cambio de lograr un respeto. El feminismo ahora es más femenino que nunca, valga la redundancia. Hay un refuerzo de todo lo que la feminidad puede aportar en la sociedad y el hombre empieza a sumarse a ese feminismo porque no se le está atacando, está respetando al hombre y le proporciona la posibilidad de sentir, de emocionarse, de soltar amarras. Estamos abriendo brecha a partir de estos pequeños logros.

P Argumente por qué la literatura escrita por mujeres no se dirige solo a mujeres, igual que la de la escrita por hombres no se dirige solo a hombres.

R Porque hay una misoginia en el tema literario. Hay que decir que quienes más leemos somos las mujeres. El hombre que lee a una escritora piensa que es menos hombre por leerla. Todavía en ese aspecto hay que trabajar muchísimo. No creo en literatura masculina y femenina. La literatura no tiene sexo, como los sentimientos y las emociones, ni idiomas. La lágrima es igual en un hombre que en una mujer.

P Ganó el Premio Azorín en 2005 con El penúltimo sueño

R Fue algo muy emocionante porque siempre he pensado que ese premio tiene mucho prestigio. Detrás está el nombre de Azorín, nada menos. ¿Para qué sirven los premios? Pues son como una especie de pértiga y trampolín que ayuda a visibilizar, pero es la obra misma la que tiene que dar la talla y ganarse el reconocimiento, el amor del lector hacia ella.

P Llegó a España hace más de 30 años y vive en Barcelona. ¿Cómo ve la que ya es su ciudad?

R Pues es una pena porque amo profundamente Cataluña. Pasa mí forma parte de esa España a la que llegue hace 32 años. Esta situación lo que ha hecho es partir en dos a Cataluña y los que no queremos el independentismo al no gritar tanto parecemos menos pero no es verdad. Hay un problema de fondo de los dirigentes y evidentemente hay una falta de política y de diálogo.