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Videoclips con mensajes violentos, sexuales y apología de las drogas: lo que ve tu hijo en Youtube

El investigador alicantino Jon E. Illescas publica Educación tóxica, en el que advierte del peligro de los vídeos musicales reinantes en internet a dos clics de menores y jóvenes adolescentes

Videoclips con mensajes violentos, sexuales y apología de las drogas: lo que ve tu hijo en Youtube

La apología de las drogas o la banalización del dinero. La violencia, los mensajes misóginos y la confusión del sexo con el porno son los contenidos que, a dos clics, en vídeos musicales de Youtube, llegan con facilidad a menores y jóvenes adolescentes en su proceso de aprendizaje. Lo hacen, por ejemplo, con Lil Pump con su tema «Gucci Gang», que registra más de 950 millones de visualizaciones con letras que abruman y, sobre todo, alarman: «Gasté 3.000 dólares en una nueva cadena/ a mi puta le gusta meterse cocaína/ No le compro anillo de boda a putas», o «yo y mi abuela tomamos pastillas/ nada de esta mierda es nueva para mí/ follándome a mi profesora, llámalo tutoría».

El investigador alicantino Jon E. Illescas es el autor de Educación tóxica Educación tóxica(editorial El Viejo Topo), un ensayo imprescindible que analiza el imperio de las pantallas en la actual sociedad de la información, donde la música dominante en plataformas como Youtube impacta, sin medidas de control, sobre niños y adolescentes.

«¿Cómo se puede avanzar en igualdad cuando tu cantante de moda presume de riqueza o amordaza a su exnovia en el maletero de un coche en videoclips vistos por millones de jóvenes? ¿Cómo concienciar a los menores del peligro de las drogas cuando muchas canciones hacen apología de ellas? ¿Cómo valorar la cultura y la educación si no hace falta estudiar para «triunfar» y los famosos alardean de no haberse leído un libro en su vida? ¿Cómo fomentar el respeto, la paz y la convivencia cívica si se difunde la ordinariez, el latrocinio, la explotación, el narcotráfico, la agresividad y la violencia?», reflexiona el autor alicantino sobre este estudio que también se nutre de la que fue su tesis doctoral presentada en la Universidad de Alicante.

Las conclusiones de Jon E. Illescas, docente de profesión, son estremecedoras. Especialmente por las repercusiones de estas imágenes agresivas, por los mensajes que se absorben a través de estos canales que resquebrajan de raíz cualquier atisbo de valor, cualquier lección de humanidad y sensibilidad que adquieren en las aulas públicas, concertadas o privadas. Así, la pantalla, la del ordenador, tablet, móvil u televisión, en consumos masivos de hasta ocho horas diarias, se ve envuelta de una toxicidad pedagógica sin control que puede derivar en serios problemas.

«Soy tutor de un grupo en 1º de ESO, y les pregunté qué les parecía el tráfico de drogas. Y algunos me contestaron que era una buena forma de ganarse la vida. Después les cuestioné esta decisión porque mucha gente puede morir con eso. Y varios me confesaron que les daba igual, que lo único malo es que te puede pillar la policía», apunta Jon E. Illescas, que relata casos reales sobre jóvenes con dificultades para empatizar, insensibles, que llevados por la ficción pornográfica gritan «zorras» a sus parejas o les golpean en el acto sexual.

«¿A cuántas campañas de igualdad equivale luchar contra estos videoclips con millones de visitas en las que un cantante famoso dice que se ha follado a una mujer embarazada y le ha dado una paliza después?», plantea Jon E. Illescas sobre este peligro que se expande en la red de redes inmensamente ante nuestros ojos, los de padres, madres, educadores y expertos, cuando un niño y adolescente se pasa más de ocho horas ante la pantalla de su ordenador o teléfono móvil. «Dedican más tiempo a esto que a dormir o a las clases. Y la huella que deja es irreversible», detalla.

Jon E. Illescas, por ello, no está dispuesto a permanecer impasible. Y, ante estas circunstancias, aporta cinco soluciones que, abiertas al debate, pueden amenguar el conflicto reinante: «Primero, legislar para que los navegadores de internet tengan un sistema válido -no lo que hay ahora- para impedir la muestra de vídeos adultos en Youtube y otras plataformas; dos, bloquear todas las páginas pornográficas que no garanticen el solo acceso a los adultos; tres, la implantación de un programa educativo público de sexualidad plena y saludable; cuatro, un organismo que califique las edades en los productos culturales con una etiqueta que sea perfectamente visible -eso evitaría que en muchos festivales de música en colegios pongan vídeos con letras tóxicas-; y cinco, la creación de una industria cultural pública, financiada por el Gobierno, que compitiese de algún modo con esta industria que, en el caso de la música, controlan en un 92% de todos los éxitos Universal, Sony y Warner», comenta.

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