Adriana Ugarte (Madrid, 1985) y Eduardo Noriega (Santander, 1973) son la cara y la cruz de Hache, la serie española de Netflix ambientada en una oscura Barcelona que, en los años 60, era el puerto de paso de la droga . Ella es la impulsiva prostituta que poco a poco logra hacerse con el control del tráfico de heroína en la ciudad, mientras que él es el recto inspector de policía recién llegado de Madrid cuya droga es su propio trabajo. Pero ambos reconocen que hay muchas más similitudes entre sus personajes de lo que cualquiera podría pensar en un principio.

Por su ambientación, Hache es como el cine negro pero con una mujer de protagonista. ¿Para ustedes qué es lo que más la diferencia del resto de la extensa oferta que hay actualmente en las plataformas de streaming?

Adriana Ugarte (A.U.): Tiene personajes complejos y se tratan sin pudor las sombras de todos ellos en un mundo de hombres y mujeres empoderadas. Sobre todo es distinta porque no trata de seducir al espectador, no trata de atrapar ni desde un punto de vista estético ni moral, sino que tiene un guion muy honesto con la época de esa Barcelona que retrata. Había un compromiso por parte de todos los departamentos de jugar a esa oscuridad y a esas sombras y no buscar desde la estética los desnudos ni desde la luz nada que pudiera acercarse al Hollywood de luz ámbar al que estamos acostumbrados.

Eduardo Noriega (E.N.): La crudeza es el atractivo de esta serie. Tanto en la forma como en la historia. Es cine negro con violencia, amor, pasión, retratando lo que sucede sin artificios, lo más directamente posible. Y no solo la protagonista, sino que cada uno de los personajes femeninos son mujeres que luchan a contracorriente, con mayor o menor éxito, contra las imposiciones sociales, culturales, personales y familiares en un mundo de hombres.

¿La llegarían a calificar como una serie feminista?

A.U.: Es inevitablemente feminista, pero desde un lugar superhonesto. En esta serie las mujeres son empoderadas y, aunque nadan a contracorriente, son muy conscientes de su poder y de las armas que pueden emplear en un mismo ring contra un hombre, y no son precisamente siempre armas que tengan que ver con la sexualidad ni la seducción, sino con la inteligencia.

E.N.: Además, no olvidemos que es 1960, una España gris y machista, una España de hombres. Es una serie feminista porque los personajes femeninos, cada uno en su medida, están peleando contra ese mundo que las cohíbe y no les deja hacer según qué cosas.

A.U.: Desde una conciencia de merecer el mismo lugar que el varón, sin tener que llegar a una situación tan dramática como el abuso o la violencia.

Sin embargo, el personaje de Hache tiene también algunas escenas violentas, sobre todo con Malpica, el capo de la droga interpretado por Javier Rey.

A.U.: En su caso es más complejo hacer esta separación porque la vemos muy pronto involucrada en una relación muy tóxica. La creadora, Verónica [Fernández] siempre decía: si ella se desnuda, él se desnuda; si él pega, ella pega, aquí todos al barro. Todos los arranques de violencia o de abuso están encabezados por ambos géneros, hay una miseria, una necesidad y una ambición que sacude a todos los personajes.

Lo que también sacude a muchos personajes de Hache, sobre todo a los que interpretan ustedes, es la soledad.

A.U.: Pero Hache está bien sola.

E.N.: Ella es una loba solitaria, un animal salvaje que es capaz de adaptarse al mundo. Utiliza la violencia y la agresividad pero tiene muchas armas para salir adelante porque es una persona muy viva de la calle. Y en ese punto coincide con mi personaje, Vinuesa, que en principio es todo lo contrario, más hermético y que se vuelca al cien por cien en el trabajo y en esa ley que él defiende para atrapar a los malos con la intención de ocultar su propio dolor. Pero él también es un alma solitaria, un lobo estepario, y ahí se van a identificar.

A.U.: Es, quizá, el personaje que, a lo largo de mis años de trabajo, está más alejado a mí. Ella se va haciendo una experta en ver qué armas y estrategias son más útiles con cada persona. Va a jugar con la vulnerabilidad, buscando grietas y los puntos débiles de los demás, probando y tocando teclas y, cuando ve que alguien se hace inmune a esa tecla, cambiándola.

Hache sale de los bajos fondos pero escala posiciones en la organización de Malpica. ¿Le mueve la ambición o la supervivencia?

A.U.: La ambición, porque huele el dinero.

E.N.: También le mueve el poder.

A.U.: Cuando ves que se puede vivir mejor, ya no quieres volver atrás. Ella no va a bajar de nivel, así que no se conforma y nunca es suficiente.

Hache, a pesar de ser la protagonista, es toda una antiheroína, con todo ese lado oscuro.

A.U.: ¡Y eso es lo chulo de los guiones de Vero! Por fin los héroes y heroínas de esta serie son oscuros y controvertidos. No es que un huracán los meta en un follón, sino que el huracán son ellos mismos. Son tsunamis contra tsunamis, una batalla de lobos hambrientos. La fuerza de esta serie es que se atreve a contar una historia de personajes que no presentarías nunca a tus hijos o que no invitarías a cenar a tu casa pero que, precisamente por esa autenticidad, te enamoran.

Usted ha comentado incluso que es una mujer que tiene una moral adaptativa.

E.N.: Como la de Groucho Marx, que decía: «Tengo una moral, pero si no te gusta, tengo otra».

A.U.: ¡Eso es! Su moral se va a adaptar a sus objetivos. Ella, si tiene un sentido de algo que viene de su vivencia de la calle, es una lealtad para los suyos. Pero los suyos pueden dejar de serlo. Todo el mundo es prescindible para ella, menos una persona a la que tampoco va a tratar muy bien.

Se refiere a su hija.

A.U.: Para mí es esa persona, pero a lo mejor para otro no, porque no es algo que venga en el guion, sino que es una percepción mía. Para Helena todo el mundo es prescindible y la raíz de su fuerza es precisamente la conciencia de que puede prescindir de todo y de todos.

¿Tendrá Hache más temporadas?

E.N.: ¡Ojalá! Nos encantaría.

A.U.: Yo estaría feliz de seguir explorando este mundo. Es un personaje que me tiene enamorada porque nunca sabes cómo va a reaccionar y se comporta tal y como es sin intentar agradar, y eso seduce mucho.

Usted, Adriana, en televisión ha hecho varias series de época como La señora y El tiempo entre costuras. ¿Qué tienen estos personajes que la seduzcan tanto?

A.U.: En realidad son épocas distintas, los años 20, los 30-40 y los 60. Más que nada, me seduce el proyecto. Hay otras series contemporáneas que a lo mejor me podrían haber apetecido u otras de época que no me seducían. Pero estas eran tres oportunidades de construir algo que supusieran unos pasos hacia delante en mi aprendizaje profesional. En Hache, además, tenía que salir de todo lo sofisticado y elegante en lo que me había movido cuando había tenido que enfrentarme a trabajos de época.