Hoy nos hemos levantado con un vacío difícil de rellenar. Se nos ha ido Chelo Oñate Díaz, una de las actrices más veteranas que teníamos en nuestra Aula de Teatro de la Universidad de Alicante. Esta mañana cuando he conocido la noticia he preguntado a nuestro vicerrector de Cultura, Carles Cortés, si Chelo era la Chelo de aquellos montajes teatrales de la Universidad Permanente y de otros donde había visto su profesionalidad a la hora de encarnar personajes tan dispares. Tras su confirmación, he recordado sus escenas en Microteatro de andar por casa de hace unos años, dirigido por Pascual Carbonell, o en Abuelos, de la obra magistralmente escrita por Juan Luis Mira, o, hace unos años más todavía, en el Blues de Macky Navaja.

Siempre me llamó la atención la fuerza de su interpretación. No, no soy persona de teatro, no soy ningún experto; pero siempre me ha interesado el trabajo que se ha hecho desde nuestra universidad en beneficio de una de las artes más descuidada en los últimos años desde la administración pública. Nuestra universidad ha sido y es un ejemplo en la apuesta por la formación teatral. En nuestra Aula de Teatro, con los diversos directores que hemos tenido, siempre se ha sabido combinar el aprendizaje con el éxito de sus montajes, con la sabia decisión de combinar actores de diversa procedencia y edad. Así, Chelo, con su garra interpretativa, sabía cuadrar a la perfección con los actores de la nueva generación, con los estudiantes universitarios. Ese era su brillo, su maestría, saber aportar lo mejor de ella misma y al mismo tiempo transmitirlo.

Hoy la Universidad de Alicante, si me lo permite la familia y allegados, se queda un poco más huérfana de una persona de gran talento que en la última etapa de su vida supo aportarnos un granito de arena en medio de nuestra función como institución de enseñanza. Haber contado con ella, haberla podido disfrutar desde el patio de butacas de nuestro Paraninfo, es uno de los grandes regalos que nos da la vida. Desde mi anonimato como profesor de historia, desde mi condición de mero espectador, mi agradecimiento por su generosidad encima del escenario. No, no la conocí en persona, esto es una de las deudas que se nos quedan en nuestra existencia, pero sé que su huella perdurará en las generaciones de actores más jóvenes que coincidieron con ella entre bambalinas. A los espectadores, nos quedará el recuerdo de sus interpretaciones.

(*) José Vicente Cabezuelo es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Alicante