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Así es la vida en un vertedero tóxico

Los alicantinos Juanjo Segura (dirección), Vicente Albero (fotografía) y Carlos Segura (guion) estrenan el documental Chicos del cobre, que sigue los pasos de Faruk, un niño que trabaja en uno de los estercoleros gigantes de aparatos electrónicos en Ghana

Las llamas (y sus humos contaminantes) queman los plásticos que protegen los cables del cobre. información

Faruk hurga un podrido aparato electrónico buscando el hilo de cobre que le dé de comer. Lo hace en Acra, la capital de Ghana, en un vertedero gigante donde afloran columnas negras tóxicas. Las fogatas, las llamas rojas que destruyen el plástico del cable que protege al cobre, se suceden en un terreno carcomido por el polvo, la suciedad y la contaminación. Miles de personas pululan y rebuscan por esta materia prima de subsistencia en un estercolero salido del apocalipsis.

Y por allí, entre toda esta inmundicia insalubre, anda Faruk, el niño con el que se cruzó el reportero alicantino Vicente Albero compartiendo una sonrisa y un cigarro en un viaje fotográfico que, tras ver la luz recientemente en su formato de libro, lo hace ahora nuevamente en su versión documental bajo la dirección de Juanjo Segura y guion de Carlos Segura. Una oportunidad, que también un renovado prisma, para ahondar en el campo de muerte y vida, de tristeza y alegría, que aprisiona el bueno de Faruk.

«Cuando Vicente Albero iba a realizar su tercer viaje a Ghana para completar su proyecto fotográfico sobre Los chicos del cobre me llamó. Recibí su llamada en medio de la montaña mientras estaba realizando un reportaje sobre una cueva en Crevillent. Me comentó si me gustaría realizar un documental sobre Small (Faruk) y sus amigos; y me propuso que lo acompañara en su tercer viaje a Ghana. Como conocía su proyecto, ya que me lo había ido enseñando en los dos años anteriores, inmediatamente le dije que sí. Estábamos a un mes vista de partir hacia Ghana y nos pusimos en marcha rápidamente con los permisos, visados, vacunas y demás papeleos. Treinta días después volábamos hacia Ghana», explica Juanjo Segura sobre este documental que, también, vivencia personal.

«Durante la estancia en la escombrera las condiciones ambientales eran casi insoportables, rodeados de humo y basura. Pero en cambio nos sentíamos como en casa gracias al trato que nos daban los habitantes que allí vivían y trabajaban. Pudimos convivir realmente con ellos muy estrechamente mostrándonos sus vidas sin tapujos. Cuando viajamos al poblado de la familia de Faruk en Zabzugu, al norte de Ghana, nos acogieron como si fuéramos de la familia ofreciéndonos la mejor cabaña para dormir, aunque dormíamos en el suelo como todo los demás. Sin duda esta gente me ha marcado para siempre. Con respecto al consumismo de occidente, ver allí todos aquellos montones de aparatos electrónicos esperando para ser reciclados de la forma más agresiva para la salud de los chavales que realizan los trabajos te hace replantearte el mundo en el que vivimos», indica Juanjo Segura, quien considera fundamental el primer libro fotográfico de Vicente Albero para la labor de este documental donde se juega con otro lenguaje y coordenadas.

«En un documental las cosas pasan sin control y hay que adaptarse continuamente a las nuevas situaciones. A todo esto se sumaba que estábamos en uno de los sitios más pobres de Ghana en donde ni siquiera los ghaneses querían entrar», comenta Juanjo Segura, que ha rodado en 4K una historia, la de Faruk, que pronto pasará al circuito comercial de festivales para dar a conocer esta historia humana y, de algún modo, emotiva.

«Es muy difícil no implicarse con estos muchachos y con sus duras vidas. Para Vicente (Albero) sí que era mucho más difícil no implicarse ya que los conocía desde hacía dos años e incluso estaba dando forma de un libro a su proyecto fotográfico para ayudarles. En esos sitios tan demoledores se puede sentir la humanidad de sus habitantes continuamente. Cuando te admiten entre ellos, lo que tienen te lo dan. Para mí era mi primera vez allí y por ello al principio pude mantenerme más al margen para realizar el trabajo de filmación, pero al tercer día ya me habían enganchado y mi trabajo se mezcló con sus vidas. La experiencia vivida me ha marcado profundamente y no sé si podré rodar otra historia más conmovedora que esta», agrega.

Por último, Juanjo Segura insiste en que libro y documental, fotografía y vídeo, se nutren mutuamente a partir de una historia que remueve conciencias. «El libro de Vicente Albero es una obra maestra de la fotografía fruto de varios años de trabajo. El documental es una conmovedora historia de superación de un niño que consigue salir de uno de los lugares más terribles de África para volver con su familia convertido en un hombre. No hay que entender el documental como un audiovisual del libro ni el libro como un extracto fotográfico del documental. Han nacido a la vez, se apoyan el uno al otro y parten de la misma alma, pero cada uno vivirá una vida totalmente independiente», concluye.

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