Dice que esta exposición es como un sueño, un sueño que dura de momento 50 años, a lo largo de los cuales ha desarrollado su tarea creativa. Adriano Carrillo cree que ha llegado la hora de mirar hacia atrás para poder hacia adelante y hoy inaugura una antológica en el Museo de la Universidad de Alicante (19 horas).

La mirada tangible (1970-2020), comisariada por José Piqueras, es el título de este recorrido que incluye alrededor de medio centenar de obras, entre esculturas, pinturas y pintura digital, que se estructuran en varios apartados. Al principio se acerca a los murales en terracota realizados en 1970, con dos piezas, para continuar con sus abstractos relieves de hormigón policromado de la etapa del grupo Integració (1971), hasta llegar a las pinturas digitales de los últimos años.

«Estoy muy contento porque ha pasado el tiempo y me sigue gustando lo que he hecho», asegura el artista que se ha reencontrado consigo mismo al hacer la selección de obras para la exposición, que se podrá ver hasta el 26 de febrero. «Algunas piezas no las veía desde hace 45 años y ha sido muy emocionante. La verdad es que me gusta mucho y me sorprende lo que he hecho», afirma este escultor que siguió la estela de su padre, «un gran maestro». «Los cementos del principio me dejan impresionado porque no sé cómo fue posible que llegara a esas conclusiones».

A principio de los 70, Carrillo trabajó con maderas ensambladas, bronce o alabastro para trabajar el volumen, y en los 80 se dejó seducir por el juego rítmico de volúmenes con figuras y comenzó a utilizar acero inoxidable y hierro para ejecutar encargos públicos, que le llevaron a ser pionero en el diseño de esculturas a través de la aplicación de medios informáticos.

Los opuestos centraron los trabajos realizados en los 90 y en 2002, se alejó de los materiales nobles tradicionales para comenzar una nueva forma de hacer escultura, más liviana y pictórica, con contrachapados y poliéster, repintada con acrílicos. Con esta técnica planteó unas figuras más populares en las que asoma el humor.

No obstante, este proceso se truncó por una crisis personal y de salud, así como por su implicación en la política local como concejal de Cultura durante ocho años, por lo que las obras quedaron a medias, aunque pudo acabarlas y exponerlas a partir de 2012. Además varias quedaron destruidas en el incendio de su estudio de Mutxamel en 2017. En los últimos años ha generado desde el ordenador todo tipo de imágenes, espacios, trampantojos, grafismos y texturas digitales. «Cada día lanza sin contemplaciones a las redes como mensajes de un náufrago a quien le falta aliento pero no el ánimo para seguir creando», afirma Piqueras.

Estos 50 años para Carrillo han sido «una locura», aunque «sabía dónde me metía porque mi padre vivió de eso; es un trayecto duro pero no me arrepiento» y considera que ha ido evolucionando «a mejor».

«Lo único de lo que tengo miedo de la exposición -confiesa el artista- es que se considere que es un final, pero en realidad es un impulso para seguir».