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Sobre la ingenuidad y otras ficciones

Sobre la ingenuidad y otras ficciones

Vivir es toda una aventura, oigan. No hay ficción que pueda superar a la realidad, máxima que no supone precisamente mucha originalidad. Pero oficiar de testigo de esta versión de la Historia que nos ha tocado contemplar exige una capacidad crítica y ofrece tanto vertiginoso atractivo que no deja de sorprender a cada paso.

Miren, si no, la que se está montando con ese virus chino que está protagonizando titulares casi terroríficos. A la memoria nos viene aquella versión radiofónica del cineasta (gran taurino, por cierto) Orson Welles de la novela de su homófono H. G. Wells titulada La guerra de los mundos, que provocó en muchos ingenuos estadounidenses un pánico atroz ante lo que solo era ficción en las ondas hertzianas. O, en un similar experimento más cercano en el tiempo, aquel de Jordi Évole confabulando con varios actores del golpe de estado del 23-F para hacer creer por momentos que aquello, historia auténtica para todo un país, no había sido más que un montaje cinematográfico. Uno no sabe ya, a tenor de los antecedentes, si pensar que este coronavirus chino pueda ser otro producto mediático como aquella gripe aviar (¿por qué todas estas cosas nacen en China?) que nos tuvo en vilo tantos meses, que enriqueció al laboratorio farmacéutico poseedor de la vacuna (¿coincidencias estelares?), y que acabó, como la juventud de la amada de Góngora, «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».

Y es que el uso de la ingenuidad por parte de los poderosos siempre ha servido de arma infalible. Ahí tienen ese pin parental aparentemente educativo con el que los «voxeros» pretenden menoscabar la escuela pública a través de mensajes populistas y falsos (otra vez la ficción que se toma por verdad) y al que muchos padres han entrado al trapo, defendiendo a pie juntillas una sarta de barbaridades que, además de falsas, más bien catalogan la mentalidad casi enfermiza de quien las ha inventado. Populismo en estado puro.

Esa credulidad también afecta al mundo taurino. Andan las redes sociales exaltadas ante los comentarios tremendamente insultantes hacia la tauromaquia y sus seguidores emitidos por parte de una participante en un famoso concurso musical de la tele de todos. Una tal Maialen nos ha llamado a los aficionados nazis, psicópatas y otras lindezas más. La ignorancia es muy atrevida, ya saben. Esa muchacha, en realidad, no es más que una víctima, el reflejo de esas mentes pueriles que se creen cuanto les cuentan, que engullen los idearios animalistas (pura ficción) como si fuera verdad absoluta, y que creen, como resultado, aquello de «la igualdad de todos los seres vivos» que reflejaron en su pacto de gobierno PSOE y Unidas Podemos. Cabecitas ingenuas que se creen que los patos hablan, los perros son personas y existe el príncipe azul. Todo ello no es sino consecuencia, precisamente, de la falta de espíritu crítico, ese que se fomenta en la escuela pública, que se basa sobre el conocimiento científico y humanístico y sobre los valores democráticos, constitucionales y de derechos humanos desarrollados con el paso de los siglos. Esos que, muy cerrilmente, algunos quieren sesgar con el dichoso pin parental. No nos quejemos, entonces, de lo que tenemos.

Y, hablando de ingenuidades, este lunes se acaba el plazo para presentar candidaturas a la gestión de la plaza de toros de Alicante. Dicen las malas lenguas que Simón Casas y Rafael Garrido (socios en Las Ventas) andan a la gresca y Alicante podría entrar en su lid particular. Todo se verá. Mientras tanto, los aficionados disfrutaron el pasado jueves en el Museo Taurino de una amena charla de Luis Pla Ventura sobre sus vivencias taurinas, y ayer sábado de la gala organizada por la Asociación Taurina Puerta Grande-Sentimiento Taurino, durante la que se homenajeó a la ganadería de Luis Algarra, al novillero Alfredo Cervantes, a los veinte años de alternativa de Antonio Pérez « El Renco», a la pintora Ana Ayén, al aficionado Rafael García Alcaraz y al también señero aficionado y ubicuo colaborador en prensa José María Jericó. Sobre la base del trabajo, la pasión y la solvencia.

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