Arte

«Plecs», de Aurelia Masanet

«Plecs», de Aurelia Masanet

«Plecs», de Aurelia Masanet

Guillermina Perales

La iniciativa privada toma la palabra en la escena artística de Alicante. Se sirve del conocimiento del arte, que siempre ha formado parte del diálogo social, para ser partícipe de esta realidad. Nos comunicamos y sentimos a través del lenguaje, literario, plástico, musical, que solo se actualiza y cobra significación a través del arte.

De las diferentes exposiciones de arte visual que podemos ver en la ciudad, en estos momentos, la más interesante y coherente con el conocimiento y la creación es, sin duda, en mi opinión, la de Aurelia Masanet. Exposición que no está promovida por la institución cultural pública, sino por una agencia inmobiliaria, QUO, ubicada en la calle Canalejas. La propuesta nos puede sorprender, pero no debería, pues la iniciativa privada siempre ha sido un factor imprescindible, influyente, como la voz de una mayoría.

«Plecs», de Aurelia Masanet

«Plecs», de Aurelia Masanet

Plecs, la propuesta que Aurelia nos muestra en este lugar de trabajo, se vale por sí misma. Entre las interferencias de elementos ajenos, nos impone su presencia a través de la sutilidad del papel de seda y de los más ligeros tejidos, hilos, transparencias, en un juego mínimo pero contundente, que podríamos definir como óptico, en cuanto que apela a diferentes sentidos: el tacto, la vista, el movimiento del espectador.

Las grandes obras en negro nos proponen una acumulación de pequeños libros en la vertical del lienzo, nada caótica, ni mucho menos azarosa, en la que los finísimos papeles plegados, como un tapiz, nos pueden mostrar el lado del lomo o por donde se abre, por donde se ha cortado el papel, rompiendo el pliegue, un derecho y un revés o a la inversa, en el que, como si se tratara de líneas geométricas, a lo Sempere, nos define un campo que podría ser infinito. La forma negra sobre negro nos plantea un all over, una continuidad sin límites. Un juego con el relieve y con el movimiento, a partir de la sucesión infinita de líneas y texturas que crean geometrías en la superficie plana del lienzo.

La obra nos introduce en una concepción cercana a la de la pintura sin utilizar esta materia, una concepción que tiene que ver con la disposición de los elementos y el movimiento a través de la obra. Cada plano visual admite una nueva composición, llegando a la síntesis en la que no hay elementos superfluos, no hay nada gratuito, todo se conjuga en un mismo fin, en la visión múltiple del arte.

El trabajo de Aurelia, formada en el tapiz, parte de un ritmo de creación que implica la meditación en el movimiento, en el tejido y mezcla de los materiales. Pero la artista se ha liberado de esta disciplina, y aún conservando su lógica, entronca con un conocimiento que la lleva a entender el sentido creativo de los grandes movimientos del arte, al tiempo que transmite su sensibilidad. Con pocos elementos, papel, hilo, en el rigor del monocromo, nos introduce en la complejidad del arte. En esta acumulación rítmica de papeles finísimos, en su combinación de línea pura y su ruptura, casi una piel de minúsculas fibras, lo táctil tiene gran protagonismo: tocamos con la vista, vemos con el tacto. Nos lleva a la sinestesia con la que el poeta Paul Claudel definió el conocimiento que propicia el lenguaje poético.

La artista se distancia de la materia, no se restringe a sus propiedades físicas, va más allá. El papel, puesto con intención y consciencia, nos muestra que detrás de todo este trabajo hay una profundización consciente, vivida, que se nos trasmite con materiales básicos, transformados en ideas, en sensaciones visuales.

Pero en nuestra percepción no ocupa el primer lugar ni la habilidad, ni el dominio, sino el conocimiento del arte y el poder de la belleza. Ante una aventura plástica que implica compromiso y riesgo, no se impone el dominio de una factura sino la libertad que nos sugiere el conocimiento del arte.

En las cajas de metacrilato, pequeñas o medianas urnas, los hilos traman líneas a través de finísimas y transparentes telas, formando un paralelismo de bandas, toda una sinfonía de texturas y ritmos. La superposición de elementos consigue crear diferentes planos. Una catarata de hilos o cabellos caen en reposo y nos enfrenta a un primer plano, que vela un segundo y un tercero hasta una gran profundidad que aflora en la superficie. Hay un regusto en el sosiego y en la sucesión de ritmos, una intensidad sin gesto, meditada, pero en la que actúan simultáneamente el pulso y la contención.

Una exposición de imprescindible visita, si queremos ver arte y conocimiento, trayectoria y riesgo, implicación y novedad.

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