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AUTÓNOMOS EN CUARENTENA

"Sin fiestas ni eventos el gremio de artistas lo está pasando mal, vamos a perder la temporada de verano"

Antonio Torres, alias Imperio cuando se sube al tacón, lleva 22 años trabajando como transformista y su agenda de trabajo se ha vaciado tan rápido como ha irrumpido el coronavirus

Antorio Torres, Imperio, se confecciona sus propios trajes y pelucas desde el camerino que tiene en su propia casa. INFORMACIÓN INFORMACIÓN

Desterrados de las luces de neón que iluminan los locales de fiesta y sin perspectivas de subirse al escenario en verbenas y eventos estivales, los profesionales del espectáculo se enfrentan a un futuro incierto, difuminado por la incertidumbre de una economía que se desmorona y se asoma al precipicio de la recesión, la crisis y el paro.

«La situación está muy mal. No puede haber aglomeraciones de gente y nosotros trabajamos en fiestas, bodas, despedidas de soltero o barracas de los pueblos. Todo está suspendido y dicen que se podría alargar hasta otoño. Tengo compañeras que sólo viven de eso, no tienen otra cosa. Están pasando verdaderas necesidades y vamos a perder la temporada de verano». Es la realidad que vive el oficio de Antonio Torres, alias Imperio cuando se carda la melena y se sube al tacón. Su currículum y el cuentakilómetros de su coche avalan 22 años como artista del transformismo y su agenda de trabajo, exultante en la antesala del verano, se ha desmoronado a la velocidad que ha irrumpido el coronavirus.

Bailarines, cantantes y músicos de orquesta, pinchadiscos, magos o cómicos forman parte del elenco de artistas que seguirán en confinamiento laboral mientras no se afiance la vuelta a los eventos sociales. El bloqueo de sectores como el turismo y la hostelería arrastran consigo a quienes se alimentan del aplauso en actos multitudinarios. «Por suerte vivimos en esta era de la tecnología y tenemos las redes sociales. Cuando tengo mono me trasformo, me conecto y tengo contacto con mis seguidores. La cosa va para largo y no quiero que se olviden de mi, aunque no lo van a hacer porque son muy fieles», cuenta Imperio minutos antes de protagonizar un directo en Instagram (@imperiodrag.torresculiañez).

En tiempos de Covid-19, internet se ha convertido en el refugio de los catedráticos del jolgorio y la performance. Sus casas son el plató desde el que ofician shows virtuales. Su liturgia socarrona de bromas y ocurrencias descaradas se retransmite ahora online. Claro que entre la ironía y la pluma, también hay tiempo para sincerarse y solicitar, a veces, ayuda económica para sobrellevar una situación que golpea especialmente a quienes ya de por sí sufren la intermitencia que caracteriza su trabajo. No es el caso de Imperio, que está empleado en la albañilería, pero sí el de otras compañeras.

Imperio contacta con sus seguidores a través vídeos en directo en redes sociales.INFORMACIÓNVuelta al andamio

«Cuanto llegó la crisis de 2008 dejé la obra y me dediqué plenamente al transformismo. Por casualidad, desde hace tres meses estoy trabajando como albañil para el Ayuntamiento de Daya Nueva. Estamos arreglando desperfectos que provocó la Dana y tengo contrato hasta final de junio», explica. Su plan era recorrer después decenas de municipios de Alicante, Murcia o Almería caracterizada como esa señorona de inspiración barroca, extravagantemente conjuntada, admiradora del folclore patrio e incondicional, siempre, de Rocío Jurado. «Imperio es mi yo mismo más descarado, el alma de la fiesta, esa que va siempre con la risa y la tontería. Es como liberarte, sacar lo que llevas dentro. Imperio hace cosas que Antonio nunca haría», cuenta desde su camerino.

"Ahora estaba en una época buena tras la crisis y no sabemos si lo que vendrá será igual o peor"

Su personaje, el exorcismo de su yo más profundo, nació por casualidad tras ganar un concurso de disfraces en Dolores hace más de dos décadas. Un vestido de una amiga, la peluca que su madre usaba durante la quimioterapia y el desparpajo de su lengua afilada e indómita desataron el tsunami que convirtió su afición en profesión. Una profesión que trasciende los eventos dirigidos especialmente a la comunidad LGTBIQ y cuyo repertorio de monólogos y actuaciones le ha llevado a actuar en junglas tan dispares como despedidas de soltera, fiestas de la Guardia Civil o concentraciones moteras.

Su faceta más artística le ha permitido, incluso, participar en la última edición de la Gala Drag Queen de Las Palmas de Gran Canaria. Y todo ello sin renunciar a sus orígenes, porque lleva por bandera las raíces huertanas de la Vega Baja profunda. Allí, en su casa de campo, Antonio pasa el confinamiento con su marido y su hijo de seis años. «Al menos vivo en la huerta. Hoy he estado recogiendo nísperos y huevos de mis gallinas y el niño puede salir a jugar y correr por el bancal», explicaba un día de esta semana.

A ratos, va cosiendo nuevas pelucas y tejiendo volantes y brillos con su vieja máquina Singer. «Ahora estábamos en una buena época tras la anterior crisis y supongo que lo que vendrá ahora será igual, cuando no peor. Yo me sigo preparando para arrancar en cuanto se pueda. Mi afán es seguir trabajando en lo que me gusta y que el gremio pueda salir a la calle a hacer disfrutar al público».

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