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Enseñar a bailar y tocar a través de una pantalla

Tres profesores de los conservatorios de Música y Danza de Alicante hablan de su experiencia docente durante el confinamiento

Leticia Ñeco, impartiendo una de sus clases en el salón de casa.

No es lo mismo impartir una clase de historia por videoconferencia, que hacerlo de danza o de música, dos disciplinas en las que el contacto físico y visual resulta fundamental para el aprendizaje y la enseñanza. Pero esta situación sobrevenida ha llevado a los profesores de conservatorios a crear un nexo de unión diferente, pero sólido, con sus alumnos. Las plataformas de videoconferencias se han convertido en material indispensable de trabajo y las aulas se han trasladado al salón de casa, la terraza o el garaje. Y en esas se ha llegado a final de curso.

La precisión milimétrica en la colocación de un dedo sobre una cuerda aporta un matiz tan sutil que solo los profesionales son capaces de percibirlo. Por eso para un profesor de violín como Miguel García Sala, docente en el Conservatorio Profesional José Tomás de Alicante, afrontar el último trimestre de curso con una pantalla de por medio ha supuesto una batalla con el sonido, así que optó por el sistema de grabaciones. «He preferido grabar vídeos y enviárselos, y al contrario, porque con videoconferencias se creaban problemas con el wifi, el sonido de los audios no era nítido, y las clases al final no eran fluidas ni funcionaban bien».

La comunicación con los alumnos ha sido individual y una vez a la semana, como lo son las clases presenciales. Y las reuniones con el jefe del departamento han sido semanales también. «La sensación es que los profesores se han involucrado mucho, aplicando las instrucciones que nos dio la dirección del centro y Educación».

Ahora que acaba el curso, el profesor hace balance y el resultado es positivo. «A nivel particular, el resultado con mis alumnos ha sido fantástico, están estudiando muchísimo y respondiendo muy bien; en estos tres meses incluso les he visto avanzar más. Otra cosa es cuánto tiempo se puede mantener esta situación porque hay momentos en el desarrollo de la técnica que tienes que estar sí o sí con el alumno».

Pero es optimista. «Si empezamos el año que viene con normalidad, no va a ser un gran problema; lo será si en el primer trimestre tenemos la misma situación porque son muchos meses y los chavales en estas edades tienen cambios muy rápidos de personalidad y físicos».

En danza, si cabe, las dificultades son aún mayores. Lo sabe bien Asun Noales, profesora de Contemporáneo del Conservatorio Profesional de Danza José Espadero de Alicante, que ha montando y desmontado a diario el salón de casa para convertirlo en el aula desde donde ofrecer clases a sus alumnos, a través de plataformas como Zoom o Webex, hasta en vacaciones. «Los alumnos lo piden y lo agradecen enormemente, aunque acabo agotada porque la implicación es muy grande y no te puedes relajar porque todos dependen de ti».

Tanto es así que ha llegado a dar clases hasta a 50 alumnos a la vez en la plataforma internacional Dance for the People. «Estoy muy contenta con los grupos que he tenido, han sido muy participativos, dependiendo de los medios de cada uno para conectarse». Aún así, la conexión diario ha sido de al menos hora y media, «y luego les mandamos trabajo», frente a las tres horas y media diarias en el curso presencial. El caso es que, afirma, «veo paisajes de todo tipo, a alumnos bailando desde un balcón o junto a un escritorio, las escenografías son diversas».

Cree que una clase online «nunca sustituye a una clase presencial porque falta el contacto con el alumnado y el espacio», pero «hay que aprovechar lo bueno que se puede sacar de esto».

La semana que viene son ya las evaluaciones. «Es un poco triste para los que terminan este año, pero se está intentando que ese alumnado pueda venir el primer trimestre del próximo curso».

Asegura que a nivel de tecnología «ha sido un aprendizaje total» y espera que Educación se prepare con recursos suficientes «por si la situación se repite».

Leticia Ñeco es profesora también de Contemporánea pero en el Conservatorio Superior de Danza de Alicante. «A los de cuarto ya los ves con madurez, pero los de primero estaban cogiendo las riendas del aprendizaje y se les ha cortado».

Ñeco afirma que tener a gente en las aulas «es una necesidad por el feedback que recibes». Dice que la información teórica ha sujetado la parte práctica y para esas asignaturas «he mandado vídeos todas las semanas para que pudiesen estudiarlo y avanzar en sus grabaciones».

La parte práctica ha sido más complicada y ha dado clase a grupos de hasta 30 alumnos. «Aun a malas nos ha ido bien, al tener un espacio pequeño me he adaptado a las peores circunstancias de los alumnos que están en su habitación». Es consciente de que al visualizar a los bailarines de esta manera «algo se me escapa, pero ellos lo necesitaban y me dicen que se sienten libres». Además, las clases no son obligatorias «pero se conectan todos».

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