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Orihuela, distrito cultura innovador

Orihuela, distrito cultura innovador

Bajo el título Un cambio de rumbo por el futuro del patrimonio oriolano, nueve reconocidos académicos y profesionales publicaban días pasados en este diario un artículo donde, a propósito del desplome del techo de la sacristía barroca de la iglesia parroquial de las Santas Justa y Rufina, planteaban «la necesaria prioridad de una previsión adecuada, ante lo que no se puede considerar ni un hecho insólito ni aislado», además de expresar «la inquietud sobre otros casos comparables o, incluso, más graves». Tras señalar muy acertadamente que la inercia teórica de la «protección» apenas ha funcionado, afirmaban que «las medidas conservacionistas establecidas se muestran insuficientes ante el panorama que se dibuja: la ruina del patrimonio y la degradación irreversible en nuestros días de la ciudad histórica» para terminar pidiendo a la Iglesia, el municipio, la Generalitat, ministerios, empresas y universidades que estén a la altura para acometer ese cambio de rumbo que necesita el patrimonio oriolano.

Considero de enorme valor, tanto en el fondo como en la forma, este aldabonazo procedente de personas que, desde sus respectivas áreas de trabajo, tienen acreditada una importante hoja de servicios en su preocupación por diferentes aspectos de la ciudad de Orihuela. Como igualmente la tiene el presidente del Consell Valencià de Cultura, Santiago Grisolía -al que citan en el comienzo del artículo-, y quien tantas veces ha resaltado la importancia que, en el marco del Mediterráneo peninsular, ocupa el patrimonio cultural oriolano. La última, por cierto, en el prólogo del libro Los Síndicos de Orihuela, publicado el pasado año: «Orihuela sigue siendo el referente del sur para los otros valencianos. Y también porque vuelve a poseer capital humano. No me cansaré de repetir que nada es posible en lo colectivo si no se consigue que muchos, con la formación suficiente y en diversos campos, trabajen y creen en una sociedad que sepa valorar la vital importancia de la formación y el talento. En el entorno de nuestra capital del sur se ha ido tejiendo en estas últimas décadas una trama empresarial y educativa que podría hacer posible un salto impensable no hace tanto».

Cobran ahora también vigencia estas otras palabras del profesor Grisolía: «En la encrucijada de nuestro tiempo, entre la globalización total y la nostalgia de un mundo más seguro que hemos conocido bien pero que va desapareciendo ante nuestros propios ojos, quizá un ecosistema como el oriolano podría ser capaz de todo, de tener éxito de nuevo, si consiguiera el muy difícil equilibrio entre la creación hacia afuera y hacia adentro. Dicho de otra manera, conseguir por un lado una sociedad compleja y eficaz, sin miedos, que mire de tú a tú a las sociedades vecinas y a otras más lejanas. Y, por otro lado, que sepa reforzar los vínculos con los territorios propios de su historia y mantener viva la memoria de su gran pasado y de su decadencia. Porque así se recuerdan los caminos que no hay que volver a transitar».

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