Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A solas en el refectorio

Garnacha, bobal y compañía

Enoturismo en La Rioja con Bodegas Masaveu.

La Finca Garbet es un viñedo de postal al norte del cabo de Creus. Comenzó a plantarse en 1997 y la apabullante presencia del mar le da protagonismo al sol reflejando su luz, pero también lo atenúa actuando como regulador térmico. Son casi 13 hectáreas, a partir de las cuales se elabora el vino que se llama como el propio viñedo „una de las joyas de Perelada, junto a los Finca Espolla y Finca La Garriga„ y también el Aires de Garbet: un tinto mediterráneo modélico en su conjunción de autenticidad y contemporaneidad. El nombre evoca los «aires» que confluyen en el Empordà „la tramuntana, la brisa marina„ para imprimir carácter al paisaje y a su gente. En Aires de Garbet 2017 (unos 41 ?), el enólogo Delfí Sanahuja reivindica la garnacha, cultivada en un anfiteatro de terrazas de pizarra que caen sobre el mar, como la mejor expresión de la identidad vitivinícola empordanesa, envuelta en roble francés „14 meses de crianza„ para vestir de sedosa elegancia las notas balsámicas de un entorno poblado de hierbas mediterráneas, en un vino largo, profundo y longevo. Parafraseando a Josep Pla, que hizo alta literatura pensando en la comarca y su gastronomía, Aires de Garbet es el paisaje del Empordà metido en la botella. Hablando de garnacha, esa variedad es también la novedad entre los Legardeta de Chivite y se suma al chardonnay y al syrah que hasta ahora daba esa finca a menos de 50 kilómetros de Pamplona. El viñedo más septentrional de España, con su clima atlántico y continental „además de un suelo de arcillas y limos particularmente apropiado„ es terreno adecuado para la uva blanca borgoñona y el Legardeta Chardonnay 2019 es aromático, frutal y fresco, con el toque que le da la fermentación parcial en barrica. El Legardeta Syrah 2017, segunda añada de este varietal, con 13 meses de roble francés, es el otro gran logro de esa finca, donde la cepa francesa y mediterránea expresa su exuberante perfil de frutos rojos con su nota de violeta en un vino maduro y mineral.

Legardeta y la tinta de Navarra

Pero lo novedoso, como decíamos, es el Legardeta Garnacha 2017 que reafirma la apuesta de esa bodega navarra por la tinta autóctona. Con diez meses en roble francés, desarrolla un seductor aroma de manzana caramelizada entre intensas notas frutales, para dar paso en la boca a una elegante corpulencia, refrescante y equilibrada. Los Legardeta de Chivite cuestan unos 14 euros. También hay blanco y tinto „más bien, «blanco y negro»„ en la gama creada por Pepe Hidalgo para Bodegas Vicente Gandía, a cuya dirección enológica accedió hace año y poco. Su incorporación va dejando huella en el catálogo de la empresa valenciana, largamente centenaria: por ejemplo, con este dúo de vinos que son el ying y el yang de la cepa autóctona de Utiel-Requena: un bobal tinto y otro? ¡blanco! Bobal Negro 2018 es un magnífico exponente de la variedad: a partir de viñedos de bajo rendimiento en la zona alta de la comarca y con una comedida crianza en roble francés, Hidalgo obtiene un vino rotundo y frutal, con elegantes notas tostadas y de toffee. Pero la sensación de la gama es un Bobal Blanco 2019 que aplica la elaboración «blanc de noirs» a la tinta bobal, retirando los hollejos antes de que el mosto tome color, como con la pinot noir del champagne. Con la fermentación en roble americano y el deje tinto en el color achampañado o en las notas aromáticas de frutos del bosque „junto a las de flores y frutas blancas„ tiene una inusitada presencia en la boca. Los Bobal Blanco y Negro cuestan unos 17 euros y son también singulares por su elegante presentación en una botella única. Emilio Moro es un especialista en tintos „de la Ribera del Duero„ que también borda los blancos: en el Bierzo. Hace años se fijó en esta comarca leonesa de aires gallegos pensando en hacer blancos a la altura de sus tintos. Pese a que entre los vinos del Bierzo desatacan los tintos de mencía y la blanca godello apenas ocupa un 6% del viñedo, Emilio Moro apostó por esa comarca y con esa variedad elabora El Zarzal y La Revelía. La tercera cosecha de este, la de 2018, hace que sus artífices se muestren cumplidamente orgullosos del resultado: «Es la máxima expresión de lo que queríamos hacer desde un principio con la godello».

Un rosado y el enoturismo

En ese sentido, Emilio Moro insiste en que La Revelía 2018 (unos 22 ?) es complejo, intenso, fino «y no aparecen para nada las notas tropicales». En efecto, hay una diversidad aromática que incluye los recuerdos de flores secas, los cítricos o los minerales, en una paleta nada convencional que integra la fruta y la madera „fermentación en barricas de roble francés y crianza sobre lías„ antes de un paso por boca fresco, equilibrado, untuoso y persistente: ni más ni menos, lo que los de Emilio Moro llevaban años queriendo hacer con la godello del Bierzo. Empezábamos con un garnacha y, tras haber recorrido media España entre blancos y tintos, acabamos con un garnacha? rosado. Y de Navarra, claro, aunque el Pagos de Araiz Rosé 2019 (unos 6 ?) reivindica la sutileza y la proyección cosmopolita de los de Provenza. Entre unos y otros, es de color rosa con cierta palidez acebollada, huele exuberantemente a fresa con una sutil nota floral y pasa por la boca con una golosa plenitud frutal no exenta de delicadeza que nos deja a medio camino entre los rosados navarros de toda la vida y los provenzales en boga: un vino tan asequible en lo enológico y en lo gastronómico como en lo económico. Pagos de Araiz, a las afueras de la villa medieval de Olite, es uno de los integrantes „junto a Murua en la Rioja Alavesa y Fillaboa en Rías Baixas„ de Bodegas Masaveu, adalid del enoturismo en España que a partir de julio relanza sus propuestas y las adapta a las exigencias de la «nueva normalidad» epidémica: visitas privadas o wine bars al aire libre en estrecha complicidad con el entorno paisajístico o monumental de cada lugar.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats