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Dos meses de retratista en Tabarca

El alicantino Carlos Aguilera fotografiará durante sesenta días a los visitantes que entran y salen de la isla en el proyecto Turista un millón

Dos meses de retratista en Tabarca

«Turista un millón» era la leyenda que encabezaba muchas de las fotografías-souvenir que los turistas compraban en el muelle a José Espinosa, más conocido como Pepe el Foto, a su vuelta a la península desde la isla de Tabarca. Espinosa ejerció ese oficio durante tres décadas y ahora reside en Los Montesinos, localidad natal del fotógrafo Carlos Aguilera, de 27 años.

Aguilera se encontró con Pepe el Foto en su pueblo hace unos meses haciendo la compra en el supermercado y a partir de esa coincidencia se planteó un juego en forma de intercambio: «Ahora que José está en el pueblo, y que en Tabarca ya no te fotografían a la llegada, me voy yo a la isla a fotografiar a los turistas durante unos meses», explica el joven fotógrafo, destacado entre medio centenar de autores en la muestra de PhotoEspaña Un cierto panorama de 2017, y ganador en 2019 de la Beca Fragments de la Unió de Periodistes para la producción de un ensayo fotográfico sobre la cara B de las fiestas.

Con el mismo título que los souvenirs fotográficos de Tabarca - Turista un millón- ha nombrado su proyecto el de Los Montesinos, beneficiario de una beca Cultura Resident del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana, que desarrollará durante dos meses en Las Cigarreras. Las Cigarreras será su base, pero en realidad viajará a Tabarca cada día de lunes a viernes y de 11 a 16.30 horas a retratar a los visitantes en el mismo lugar del muelle donde lo hacía Espinosa «a ver qué me encuentro», indica, tras aclarar que él no disparará las 5.000 instantáneas diarias que hizo su colega durante treinta años.

De momento, y tras un viaje junto a Espinosa, esta semana ya ha empezado a sacar algunas primeras imágenes, sobre todo después de comer, un momento «en el que la gente ya comienza a cansarse del sol, del calor, y empieza a amontonarse para esperar al barco, hay mucha cola y la gente está de mal humor», cuenta Aguilera, que explica que toma la isla como excusa para explorar «un lugar que se ha fotografiado tanto» y que tiene «una energía súper rara con tanta fluctuación de gente, que un día no hay nadie y de repente se llena de turistas, y la gente está un poco al límite de la paranoia».

Sobre si se cansará de la rutina de ir y venir cada día y repetir el mismo ejercicio hasta el 15 de octubre, Aguilera bromea: «Tampoco voy a estar picando piedra, al fin y al cabo voy en el barco, que te pone en un estado diferente, y estaré solo dos meses con esto que me obliga a estar ahí todos los días, suficiente para que salga algo de ahí».

Se llevará, eso sí, flash para contrarrestar la «luz dura de verano en la isla, que forma parte de su identidad», indica, tras considerar que su proyecto tiene algo de «espejismo» como la propia Tabarca, que no es la primera isla con ese nombre, como tampoco él es el primero que se pone a fotografiar a sus visitantes.

Aguilera no retratará a un millón de turistas y reconoce que, entre tanto gentío, le interesa «aquel que no hace el recorrido típico, el que a mitad de camino se harta y no sigue la ruta normal».

«En lo que me fijo yo cuando hago fotos es siempre en las cosas extrañas de la normalidad más absoluta. Intento extraer la anormalidad de la normalidad», expone el fotógrafo, que ya practicó esa idea en su proyecto anterior mostrando lo que no se suele ver en las fiestas de los pueblos, para cuestionar la fina línea entre lo que se considera normal y lo que no.

«Esa es la cuestión. Igual que no es muy normal que en un pueblo se vistan cincuenta personas de pitufo, tampoco lo es que un barco vomite cada día 5.000 personas en una isla. Es el negativo del negativo», considera.

El resultado de todo esto se presentará en diciembre.

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