Ochenta años después de que Disney se apropiara de la imagen de Pinocho, el italiano Matteo Garrone ha recuperado la crudeza del texto original de Carlo Collodi, en una adaptación de llena de fantasía, visualmente espectacular y que es un claro homenaje a los clásicos y aterradores cuentos de la infancia.

Una película preciosista, cuidada hasta el más mínimo detalle y con una música que acompaña a la perfección el viaje de Pinocho desde su nacimiento hasta su conversión en un niño de carne y hueso, en una historia de aventuras con regusto a cine clásico que llega a las pantallas españolas.

Con el histriónico Roberto Benigni como Geppeto y el pequeño Federico Lelapi como Pinocho, Garrone ha construido una película que se asienta principalmente en un brillante elenco de secundarios. Desde Marine Vatch como el hada adulta a Massimo Ceccherini como Zorro, Rocco Papaleo como Gato o Maria Pia Timo como el delicioso Caracol.

Porque esa es otra de las fortalezas de la película, que es una producción italiana, rodada en el idioma en el que Collodi concibió una historia que en el cine ha tenido muchas adaptaciones, pero la mayoría en inglés.

Una de las italianas más conocidas es la que realizó Benigni en 2002, en la que el actor y director se reservó el papel de un Pinocho mucho más mayor que el personaje de Collodi y sin rastro de madera en su caracterización.

Muy diferente al Pinocho que muestra Garrone, con una marioneta de madera que cobra vida pero que conserva los rasgos y movimientos de un muñeco rígido y poca expresión, en una deslumbrante demostración de lo que la técnica actual puede hacer.

Mark Coulier, oscarizado por el maquillaje en La dama de hierro y El gran hotel Budapest, da vida a Pinocho y al resto de personajes mediante prótesis, ayudado de impecables efectos visuales y una fotografía que aporta un aura de romanticismo.