El abuso de poder, los tejemanejes de las grandes multinacionales en territorios menos desarrollados y la injusta supremacía del hombre blanco sobre la población negra perfilan Black Beach, la nueva película que Esteban Crespo, de la mano de Candela Peña y Raúl Arévalo, estrena este viernes. Presentada en el Festival de Málaga el pasado agosto, Black Beach se incorpora a la cartelera como una propuesta atractiva, distinta, de esas que impactan al público y hacen que salga de la sala de cine con la sensación de haber disfrutado de un buen thriller de acción pero con el extra de reflexión y examen de conciencia al que la historia invita. Black Beach, dirigida por Esteban Crespo -quien ya recibió el aplauso de la crítica por Amar en 2017-, es una bofetada de realidad, un mecanismo para que el público abra los ojos ante una situación que, desgraciadamente, es el pan de cada día y en la que se entremezclan términos como corrupción política, supremacía de poder o desigualdad entre razas.

Rodada entre Ghana, Toledo, Madrid, Gran Canaria y Bruselas, la historia de Crespo, que escribe junto a David Moreno, teje un entramado político marcado por la corrupción, la falta de humanidad y la violencia en un país, Guinea Ecuatorial, que nunca se menciona en la película pero al que se hace referencia a través del título. Black Beach es el nombre de una cárcel de la Isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial, de la que el propio Crespo oyó hablar en su etapa viviendo en África y de la cual se escuchan barbaridades en cuanto al tratamiento a los presos.

Sobre esa base y ese mensaje, para nada oculto, se construye un thriller de acción que presenta un ritmo ágil, buenas interpretaciones -no sólo las de Peña y Arévalo, también se descubren talentos como Lidia Nené y se reafirman los trabajos de Paulina García o Melina Matthews- y una gran producción, muy cuidada, algo que se percibe al segundo de comenzar a ver la película.

«Ante todo queríamos hacer una película de entretenimiento», cuenta Arévalo, quien hace hincapié, al igual que Candela, en la idea de concienciar sobre la «desigualdad en el mundo», las injusticias y, una frase que da la clave de la película: «que la ambición de poder mueve el mundo y que no vale lo mismo la vida de un negro que la de un blanco». «No vale lo mismo haber nacido en un sitio o en otro», continúa Arévalo, a quien Peña complementa: «Hay ciudadanos de primera y de segunda». La actriz, quien ha tenido, a pesar de las circunstancias de la pandemia, un gran año a nivel profesional, pone el foco en lo que desea que el público se lleve de la película. «Deseo que se entretengan y que descubran un continente maravilloso que nosotros, como primermundistas, lo maltratamos mucho y le damos toda nuestra basura en nombre de donaciones, como ordenadores que no nos valen para nada y los enviamos allí», subraya Peña.