El confinamiento le dejó sin la gira de La guapería, pero le dio dos discos grabados en vivo, Contigo directos.

Y me quedé a la mitad de hacer un disco de duetos, Zenetianos, que la presentación la hemos retrasado a febrero. Lo otro es que como soy culo inquieto tenía unos deberes que hacer, la supervisión de las grabaciones en directo del 17, 18 y 19, y con tanto tiempo libre pues me puse a hacer una recopilación y un proceso de selección. El volumen 1 es un poco más big band y el 2, más íntimo, que me parece muy bonito.

¿Esta crisis sanitaria le ha cambiado de alguna manera como artista?

Como artista desde luego yo estaba al pie del cañón, he presentado mi ventana para fines solidarios. 17.000 personas por Instagram, 12 millones de visitas en Facebook y 60.000 suscriptores en mi canal de Youtube han estado al loro de mis directos diarios. Lo hice para acompañar a muchas personas que estaban solas en casa, pero también como una ventana de solidaridad para recoger ayudas para muchas asociaciones que necesitaban fondos. La cultura siempre está ahí. Es nuestra obligación. Nuestra vocación es hacer mejores personas con la cultura porque la cultura enriquece a las personas, pero también les ayuda a evadirse y a pasar momentos malos.

¿Siente que ahora se reconoce esa labor y se apoya la cultura?

No somos un país con tradición intelectual que considera la cultura un valor intrínseco, como los franceses. Es una cuestión histórica. La cultura tiene una herencia en los últimos 70 años que se ha considerado una ornamentación o propaganda de un régimen y se hizo mucho daño a la cultura. En España la cultura ha sido un ornamento. En los 80, se abrió camino pero no cuajó en las capas productivas.

Después del confinamiento, Zenet es uno de los pocos afortunados que ha podido volver a los escenarios, aunque con la gente separada y con mascarilla.

Ha sido todo muy rígido cumpliendo todos las medidas de seguridad. En el Palacio de Aranjuez fue un choque porque te encuentras a personas muy intimidadas, con mascarillas, con las manos cruzadas entre las piernas. A mí me gusta romper el hielo intentando llegar más allá de la cuarta pared del escenario, pero había que trabajar con mucho cuidado. Yo he visto lágrimas caer por detrás de la mascarilla y me he emocionado viendo emocionarse a la gente. Hemos pasado por muchos momentos de tragar saliva. Luego ha habido otros conciertos más sueltos.

¿Y cuando llegue el invierno?

Pues poca cosa. Ahora prudencia. Tengo un par de cosas confirmadas en enero y febrero, en teatros cerrados. Hay un momento en que hay que plantearse que todos tenemos que bajar el listón en los precios a nivel productivo.

En el concierto de hoy en Alicante, la cercanía con el público es una de las características del ciclo. ¿Cómo va a hacer?

Seguramente intentarán acercarse al concepto, al alma del ciclo, manteniendo los protocolos de siempre. Entre el público y yo tiene que haber más del doble de distancia porque yo tengo que cantar. Una vez que llegas a cada lugar se crea la magia. Mi trabajo es crear magia, me siento cercano al chamán de una tribu antigua. La música te debe conectar con algo superior. Y si no sale la magia me cabreo.