Bajaron la persiana por decreto el 14 de agosto y desde entonces no han podido levantarla. El tiempo pasa, el cierre se ha prorrogado hasta mediados de octubre y sienten que se ha legislado «con una falta clarísima de equidad». Las salas de conciertos se mueven en el limbo con la paradoja de tener que acogerse a nivel fiscal al título de pub o discoteca y catalogándose como ocio nocturno, porque en las licencias de apertura no tienen reconocimiento específico.

Fran Bordonado está al frente de la sala Euterpe y también de la Asociación Valenciana de Salas de Música en Directo, que engloba a 18 locales de la Comunidad Valenciana, 5 de ellos de la provincia de Alicante: Babel y Stereo de la capital, The One de San Vicente, Texola de Elda y Euterpe de Sant Joan. Los intentos de buscar una solución a su situación llamando a la puerta de la Conselleria de Sanidad no han dado sus frutos de momento. «Estamos intentando esclarecer las cosas para que podamos desarrollar nuestra actividad normal y abrir para conciertos con servicios de hostelería; puedes ir a un restaurante o un cine y comer, pero no a nuestras salas». En su opinión, «es curioso que el ocio nocturno lleve 9 semanas cerrado y sin embargo los brotes siguen subiendo».

El Institut Valencià de Cultura ha roto una lanza a favor del sector con la programación, dentro de la iniciativa ReaCtivem, de ocho conciertos en The One, Babel, Euterpe y Stereo. Asumen el caché de los grupos y el alquiler de la sala. Una iniciativa «que agradecemos» y ven como «un signo de buena voluntad», pero que «no es la solución».

El IVC les ha facilitado el reconocimiento como salas de conciertos para que puedan trabajar, «pero ellos no tienen potestad en aperturas públicas, por lo que ese papel no tiene valor ante la Policía Autonómica o Sanidad. Nosotros hemos puesto en evidencia esta incongruencia».

Estos dos conciertos se realizarán en cada espacio en noviembre y el IVC ya ha seleccionado los grupos. De esta forma, estas actuaciones son asumibles, pero a nivel particular «no podemos asumir organizar conciertos si no se nos permite abrir la barra». Además, el aforo se reduce al 75%, pero en muchos casos, al colocar las sillas y guardar la distancia de seguridad «se queda en un 30% y eso es inviable totalmente».

Bordonado destaca también que se mantienen abiertas las salas de apuestas, cuando «la gente va allí ahora a jugar, pero también a beber, y solo se les ha restringido el horario». A esto se une además que a las salas de conciertos «se las mantiene cerradas en toda la franja horaria, cuando en mi caso, por ejemplo, se nos deja abrir desde las 12 de la mañana, por lo que no es horario de ocio nocturno; al menos eso nos permitiría hacer conciertos a la hora del vermú y se podría desbloquear el sector».

En su opinión, el Institut Valencià de Cultura «fue sensible a esta situación y nos dio ese reconocimiento cultural, pero Sanidad nos dice que podemos abrir para ofrecer conciertos, pero sin usar la barra, por lo que a pesar de tener ese papel del IVC no tenemos ningún respaldo jurídico».

Sin barra, no hay conciertos

La rentabilidad de un concierto no está en las entradas sino en la barra. «Necesitamos el servicio de hostelería para pagar los cachés», afirma Bordonado. Además, «un concierto dura una hora y media con lo que el nivel de venta tampoco es mucho, todo dependería de la taquilla y además no han reducido el IVA y hay que pagar derechos de autor... es imposible».

El director del Institut Valencià de Cultura, Abel Guarinos, admite que «pueden hacer conciertos de manera regular», pero «lo que tienen condicionado es el servicio de barra, porque en función del IAE que tengan podrán o no prestar servicio de cafetería en mesa».

Sin embargo, para Bordonado, que se pueda servir en mesa «es la interpretación de Cultura, pero no lo pone en ningún sitio; Sanidad dice que sin servicio de barra».

Comparten esta opinión Juan Carlos Ferrándiz, de la sala Babel, y Santy Mataix, de The One. «Nos han dicho que podemos hacer conciertos pero sin barra, como un teatro, con lo que a nosotros no sirve de nada», afirma Ferrándiz. Ante esta situación, «de momento vamos a esperar y no vamos a programar; además nuestra licencia es de sala de fiestas y discoteca, así que estamos en el peor de los casos». Babel tiene una capacidad de 222 personas, «pero no podemos meter el 75% de aforo separados y sentados; trayendo a un grupo local y yendo al 50% de taquilla no cubrimos ni los gastos».

«Con las condiciones actuales no se puede abrir», asegura Mataix. «El IVC nos ha facilitado un certificado para que se nos desvincule del ocio nocturno, pero no es garantía, y con la distancia el aforo de The One de 960 se quedaría en 250 sillas, menos de un 30%. Así no se puede».

José Ballester, propietario de La Gramola de Orihuela, afronta la situación de forma diferente porque puede abrir la terraza al ser un café concierto. «Llevo 30 años y he mantenido una programación estable, pero ahora con la terraza solo cubro los gastos», incluido «el 75% de autónomos y la SGAE».

También considera inviable hacer conciertos sin servir bebida porque el aforo de 75 personas se quedaría en 10 o 15 por cuestión de la distancia social. «Cambiar la dinámica del bar es cambiar la dinámica del público, después de 30 años trabajando la noche».

Cambio de licencia

Algunos ayuntamientos como Novelda o Aspe han permitido a los locales de ocio nocturno abrir como si fueran cafeterías, limitando el aforo, el horario y la acústica. «Lo hacen con buena voluntad pero está cogido con pinzas». Bordonado afirma que el Ayuntamiento de Sant Joan ofrece la posibilidad de cambiar la licencia, «pero en un proceso normal, pagando las tasas, con el protocolo normal y eso no es una solución». Por eso, José Ballester cree necesario que se cambie la licencia de estos locales a cafetería «de forma temporal, sin que haya que pagar ni hacer trámites», como, asegura, «están haciendo otras comunidades; sería cuestión de que la Generalitat se implicase y de que hubiera voluntad por parte de los ayuntamientos».