Casa Agrícola de Pepe Mendoza.

Siempre habíamos dado por bueno, con el desdén de los aficionados al vino hacia una cepa considerada residualmente granelista, que lo de «giró» no era sino el apodo local de la garnacha. Pero Pepe Mendoza nos hace ver las diferencias morfológicas entre una variedad y otra -las hojas son parecidas, pero los racimos no- y nos cuenta el origen del malentendido. Surgió cuando algún erudito -más fervoroso que documentado- estableció que aquellas cepas las debieron traer los aragoneses que repoblaron La Marina cuando se quedó sin gente con la expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII y con la peste de finales: viniendo de donde venían, tenían que ser de garnacha. Pero lo cierto es que los repobladores mayoritarios de la comarca tras aquellos episodios, que la dejaron casi deshabitada, fueron mallorquines, como ponen de manifiesto los dialectalismos, la sobrasada y esas uvas.

Tal como se ha podido comprobar, la giró es una variedad bien distinta de la garnacha y procede de Mallorca, aunque allí apenas queden siete hectáreas. En cambio, antes incluso de llegar aquí, adquirió carta de naturaleza en la isla de Cerdeña, objeto también de la colonización balear en el contexto de la expansión mediterránea de la Corona de Aragón. Actualmente se cultivan en la DOC Girò di Cagliari unas 200 hectáreas -el doble, aproximadamente, que en La Marina- y está reconocida en otras zonas de Italia.

Mendoza ha empatizado con la uva tinta de La Marina en Abargues, una finca del Pla de Llíber con un conjunto visitable que incluye casa señorial y riu rau, reflejo del esplendor de la viticultura de la comarca y del boyante negocio de la pasa en el siglo antepasado. Hay 12 hectáreas de giró y moscatel de Alejandría que el enólogo ha sumado a las parcelas del Alto Vinalopó -monastrell, Alicante Bouschet, syrah, airén, macabeo, merseguera- con las que puso en marcha su proyecto Casa Agrícola.

Pepe Mendoza, en solitario

Tras 25 años en la pionera bodega fundada por su padre, Enrique Mendoza, Pepe ha iniciado su «carrera en solitario» a la manera de una estrella del rock que decide grabar discos a su propio nombre sin abandonar la banda de siempre. De hecho, Casa Agrícola profundiza en la línea iniciada por Pepe en Bodegas E Mendoza. Si con su padre fue pionero de la cabernet sauvignon y las variedades francointernacionales -su Santa Rosa sigue siendo un referente al respecto-, así como del cultivo en espaldera o del riego por goteo, Pepe apostó más tarde por viejas parcelas de monastrell plantadas en vaso -a la manera tradicional- y en riguroso secano para alcanzar, en los gloriosos Estrecho o Las Quebradas, una expresión tan auténtica como contemporánea de la tinta del Vinalopó. Esa filosofía se radicaliza en El Veneno de Casa Agrícola y se traslada ahora a la giró de La Marina.

Si algo llama la atención a primera vista en la etiqueta del Giró de Abargues -una vez que la propia marca ha puesto la variedad y el terroir en primerísimo primer plano- es la declaración de principios que la encabeza: «mínima intervención». Detrás de esa máxima, que resume toda una filosofía, hay una gran paradoja: el empeño de manipular la uva lo menos posible en la bodega exige estar obsesivamente pendiente de la planta en el campo, porque se trata de diseñar el vino en el viñedo y no en el laboratorio. La viticultura, eminentemente ecológica, se convierte en una gestión meticulosa que incluye medir y calibrar constantemente hasta las variables más insospechadas. La evolución del diámetro del sarmiento en cada uno de sus puntos vitales, de la superficie de los pámpanos o del número de racimos por cepa no son nada comparados con parámetros de un tecnicismo abrumador que se trasladan a hojas de cálculo y se comparan en gráficos. A partir de ahí, se trata de tomar decisiones una y otra vez en función de qué uva se quiere tener en la prensa al final de la vendimia para obtener un vino con unas determinadas características.

Mediterráneo y fresco

Para Pepe Mendoza, los vinos mediterráneos no están fatalmente predestinados a esa proverbial pesadez de la que parece que no puedan desprenderse. Su perfil organoléptico no está intrínsecamente abocado a la fruta madura y a los taninos pétreos, con esa falta de finura y de capacidad de guarda que les aleja irremediablemente de los vinos verdaderamente grandes. Pero la obtención de vinos mediterráneos frescos y elegantes, con larga vida por delante, no pasa por la manipulación en la bodega, sino por el trabajo en el campo. Después de una larga campaña a pie de viñedo, casi mimetizado con las cepas, Pepe Mendoza hace sus vinos «con las manos», en tinas pequeñas, sin levaduras seleccionadas ni más contenido de sulfitos que el imprescindible. La clave está en gestionar la viña, el espacio y el momento en que la uva acaba siendo como es. En el caso del primer Giró de Abargues, de la cosecha de 2018, después de seleccionar las uvas una a una para desechar granos sobremaduros y de doce meses en barricas de 500 litros de roble de Allier, ha salido un vino cuyo carácter mediterráneo no tiene que ver con la pesadez de una fruta cocida al sol, sino con el frescor racial del espliego o la carrasca y con una noble potencia en la boca que le otorga longevidad.

Además de los exclusivos El Veneno y Giró de Abargues o de las minúsculas producciones de vinos estrictamente experimentales que sólo se encuentran en Bardisa & Cía, el catálogo de Casa Agrícola incluye un singular moscatel seco: Pureza es un blanco «brisat», criado en ánfora, con notas de rosa o polvos de talco, cuya evolución aromática apunta a la de los grandes riesling germánicos. La gama más «estándar» la integran vinos -los Casa Agrícola blanco y tinto- de una magnífica relación calidad-precio. En total, Casa Agrícola produce unas 80 mil botellas: pensemos que se considera «pequeñas» a las bodegas que elaboran menos de 200 mil.