Hamburguesa de Tribeca. información

Productos de Nuestra Barra. información

Hemos manifestado en diversas ocasiones una clara devoción por Nuestra Barra: sin duda, nació para codearse con las grandes de la provincia, que es como decir con las de España. El santapolero Justo García Escolano la trasladó en 2011 a Torrellano desde su emplazamiento inicial en Elche, donde había abierto año y pico antes. En este tiempo, ha consolidado un restaurante de aquellos a los que quien les imprime carácter es el anfitrión: al frente de Nuestra Barra no hay un chef mediático —aunque tenga un buen cocinero o varios—, sino un restaurador con empatía e instinto, un anfitrión dispuesto a darle a la clientela lo que a él le gustaría encontrar. Nuestra Barra es el prototipo de restaurante de producto que busca tener de todo y de lo mejor, inspirado por una filosofía que plasma en su propia denominación —la barra y la convivialidad— aunque el empaque de sus propuestas y el distanciamiento pandémico le vayan dando protagonismo al comedor.

Felizmente resueltos ciertos avatares societarios, han llegado a Nuestra Barra el relevo generacional y la posibilidad de abrir una nueva delegación en el Centro Comercial Torre Golf. Justo y su esposa, Reme Martínez, siguen al pie del cañón en Torrellano, mientras que sus hijas, Miriam y Reme, gobiernan el día a día en Alicante. Bueno, lo cierto es que aquel trabaja sobretodo a mediodía entre semana y este, por las noches y el finde. Así, el anfitrión acude siempre al más concurrido y es probabilísticamente raro no encontrárselo en cualquiera de los dos, aunque sus sucesoras van tomando el timón de la sala, sumillería incluida, sin que les tiemble el pulso. Las señas de identidad de Nuestra Barra son, también en Alicante, el jamón 5J y sus carnes de ibérico, el atún de Balfegó, los pescados y mariscos de Santa Pola o de donde convenga —berberechos gallegos, ostras Gillardeau— y las carnes de Txogitxu o de wagyu, sin desmerecer su repertorio de arroces, salazones, quesos, tapas, montaditos o tartas ni el magnífico pan de Viena La Baguette.

Tribeca, concurrido y mundano

Tribeca se reinventa. La hamburguesería del grupo que incluye el estrellado Monastrell, el asador La Vaquería y La Taberna del Gourmet acaba de sufrir una profunda transformación cuando aún recordamos la última como una novedad, aunque lo cierto es que fue… ¡hace 15 años! El veterano local —de los que no quedan— data de 1975, cuando Pitu Perramón, portero del Calpisa y de la Selección Española de Balonmano, abrió un pequeño Frankfurt como los que triunfaban en su Barcelona natal y pronto lo convirtió en un referente. En 2005 pasó a llamarse Tribeca y adquirió un aire neoyorquino y mundano que incluía un interiorismo canallesco y una cocina exóticamente callejera, con salsas y guarniciones libanesas, japonesas, mexicanas o pekinesas para unas hamburguesas hechas con buena carne de vacuno o también con cerdo ibérico, pollo de corral e incluso atún. Sin olvidar los nachos o los aros de cebolla, el bikini o las salchichas de los inicios seguían siendo sus señas de identidad.

El nuevo Tribeca mantiene esa línea y la amplía con cosas apetitosamente foodie: hummus diversos, patatas a la brasa con cordero, tomates cherry asados con burrata y rúcula, yuca frita con escalivada y mayonesa de ají amarillo e incluso opciones veganas y healthy, según una inquietud que la líder del grupo, Mª José San Román, lleva también a la altra cocina, desde los zumos detox hasta los panes sin gluten, tan extraordinarios como todos los que el Grupo Gourmets elabora en su propio obrador. A simple vista, impacta el interiorismo del arquitecto Alfredo Payá Benedito. Techos, paredes y suelos de acero, con incrustaciones de piedra y de madera, prolongan el espacio en una atmósfera con pinceladas de irrealidad y sugieren un ambiente concurrido y mundano pese a las limitaciones de aforo. El interior resulta sugerentemente futurista y contrasta con la fachada, que acorde con la preservación del estilo del barrio, recupera formas y materiales de sus orígenes.

Poniente, sin metáforas ni equívocos

Tras un período con distintas etapas en el que estuvo gestionado por el Grupo Maestral, el restaurante del Real Club de Regatas de Alicante dejó de ser Aldebarán para convertirse en Poniente, cuando, a las puertas de la pandemia, se hizo cargo de él un nuevo equipo dirigido por el cocinero Iván Iturralde. Pese a su apellido inconfundiblemente vasco y a la militancia gastronómica vizcaína que puso de manifiesto al frente del Aizkolari, indiscutido referente gastronómico del Gastro Village La Seda durante seis años, Iturralde y su esposa, la cocinera Iratxe de la Fuente, no han hecho de este alicantinísimo enclave un nuevo baluarte de aquella propuesta tan de sidrería vasca en la que se centró la cocina de su anterior negocio. Antes bien, Poniente sigue una línea de continuidad culinaria con respecto a Aldebarán, en un espacio cuyo ADN imprime carácter de manera determinante, tanto como las emblemáticas vistas al puerto deportivo de Alicante y a la fachada marítima de la ciudad.

Algunas de las propuestas de Poniente recuerdan la trayectoria de Iturralde y De la Fuente en Alicante o remiten a los orígenes de los cocineros —la ensaladilla con ventresca, los piquillos rellenos de ajoarriero, las alcachofas con almejas—, pero la carta de Poniente está llena de guiños al entorno: pericana, salazones, embutido pinosero, langostino de Guardamar, quisquilla de Santa Pola o gamba de Dénia, además de un inapelable repertorio de arroces. Y en los rotundos apartados de pescados y de carnes aparecen cosas tan universalmente gastronómicas como la lubina en rustidera con patatas o un chuletón de ganado mayor a la brasa que no juega a metáforas ni equívocos. La carta de vinos y la propuesta de menús redondean el atractivo de Poniente: los hay desde 14 euros y los protagonizados por el arroz o por el marisco no son opciones menores en modo alguno.