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Azorín en su juventud.INFORMACIÓN

Los «pecadillos juveniles» de Azorín

Un libro del historiador José Soriano Palao aborda la desconocida etapa anarquista del escritor de Monóvar en su juventud - Era un columnista muy incisivo que los directores rechazaban porque escandalizaba a los más progresistas

La obra juvenil de Azorín fue estudiada en los años 70 y 80 por algunos especialistas pero no despertó interés ni apenas tuvo difusión. Poco se sabe, por tanto, de la dimensión anarquista de sus primeros artículos de prensa. Y eso es, precisamente, de lo que trata el libro «J. Martínez Ruiz «Azorín». Escritos Anarquistas» del historiador José Soriano Palao, Hijo Predilecto de Yecla, exjefe de servicio de Medicina Interna del Hospital General Universitario «Reina Sofía» de Murcia, miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región y licenciado en Geografía e Historia.

El autor del libro, el historiador Soriano Palacio.

El padre del literato de Mónovar quería que siguiera sus pasos y ejerciera la Abogacía. Una decisión que apoyaba su madre, miembro de una tradicional familia de terratenientes de Petrer. Pero al universal monovero nunca le interesaron las leyes. Su pasión era el periodismo y cuando su conservadora familia lo envió a estudiar Derecho a Valencia, y posteriormente a Madrid, se convirtió en uno de aquellos jóvenes anarquistas de fin de siglo que defendían acabar con el Estado, el matrimonio y la religión. Creía, con absoluta convicción, que en la propiedad privada estaba el mal y la causa del delito y abogó, sobre todo, por la justicia social y por el fin de la explotación del hombre por otro hombre, siendo además un periodista pionero en la época al defender la igualdad de género y el feminismo en sus columnas. Pura vanguardia.

En esa etapa comprendida entre 1892 y 1904 José Martínez Ruiz se convierte en un asiduo lector de los intelectuales de la vanguardia anarquista europea, sobre todo de los pensadores franceses como Hamon, con los que intercambiaba cartas tras aprender el idioma galo con la única ayuda de un diccionario de traducción. Fue entonces cuando Azorín escribió 100 artículos y 14 folletos libertarios que firmó con sus primeros seudónimos: Fray José y Juan de Lis. Sobrenombre éste último que utilizó en sus colaboraciones en el periódico «El Defensor de Yecla». Lo hizo muy probablemente para que su padre, que llegó a ser alcalde y diputado del Partido Liberal-Conservador, no lo identificara como el autor de la exacerbada crítica que hacía sus propios ideales.

La mayoría de sus artículos de la etapa anarquista los publicó en El Progreso, donde comenzó en 1897 con el único apoyo de Leopoldo Alas Clarín, y en El País, de donde lo habían despedido un año antes porque algunos de sus escritos eran tan extremistas que llegaron a escandalizar a los lectores republicanos más progresistas. «Pero el anarquismo de Azorín era tan utópico como ingenuo, alejado de la violencia y basado en la bondad natural del ser humano», puntualiza el autor del libro, que se presenta a las ocho de la tarde de este jueves, en los Salones Princesa de Elda, en un acto organizado por el Centro de Estudios del Vinalopó que contará con la participación del editor de La Fea Burguesía, Fernando Fernández Villa, y del politólogo José Ferrándiz Lozano, otro gran estudioso del baluarte de la Generación del 98.

Aunque con el paso de los años Azorín cambió radicalmente de ideas y llegó a ser diputado nacional del Partido Conservador de Maura, siempre defendió la República. Su apoyo a la democracia y su aversión a la violencia le llevó a exiliarse a París cuando estalló la Guerra Civil. Pero a su regreso volvió a los rotativos. Esta vez en el ABC gracias a la mediación del «cuñadísimo» de Franco, Serrano Suñer, al que conoció en los ambientes intelectuales previos a la contienda. No obstante, cuando en 1947 se publicó la primera edición de sus obras completas, tuvo que renegar de sus artículos anarquistas de juventud incluyendo en el prólogo una «Advertencia importante». Fue en esa época cuando llegó a comentar a sus allegados que sus escritos libertarios fueron «pecadillos juveniles». Entonces Azorín ya era Azorín y solo le importaba la literatura.

«¡SOY UN HOMBRE DE ACCIÓN Y NO DE PALABRAS!»


Martínez Ruiz fue en sus comienzos un columnista muy incisivo. De hecho, tuvo que abandonar una temporada Madrid para evitar que le dieran una buena tunda. Cuenta Manuel Azaña en sus memorias que en el año 1900, cuando participaba en una tertulia política en el Ateneo de Madrid, un «joven barbilampiño» se levantó iracundo y dijo a los participantes: «¡Señores, yo soy un hombre de acción, no un hombre de palabras». Ese veinteañero era Azorín. Un escritor excepcional que, según mantiene el historiador José Soriano, pasó de un extremo al otro del espectro político siguiendo los consejos que el filósofo francés Montaigne da en su obra «Ensayos». El particular «breviario» de Azorín.

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