La alicantina Ana Teresa Ortega Aznar, galardonada ayer con el Premio Nacional de Fotografía 2020, confesó que se quedó «muda» cuando a media mañana el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, le dio la noticia por teléfono. Ortega (Alicante, 1952), que es profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de València (UPV), reconoció que un premio «siempre es bienvenido» pero que «en absoluto» imaginaba que fuera premiado su trabajo «difícil de visionar y aceptar porque cuestiona los sistemas sociales y políticos».

Dotado con 30.000 euros, el jurado la reconoce por «entender la fotografía como herramienta de construcción de la memoria e historia colectivas» y por su «constante reflexión en torno al medio fotográfico guiada por una voluntad indagatoria de sus límites y posibilidades como lenguaje híbrido que dialoga con la tridimensionalidad».

Según Ortega, su trabajo fotográfico es «difícil para visionarlo y aceptarlo; cuestiona mucho los sistemas sociales y políticos y entraría dentro de lo que se puede considerar con un sesgo muy crítico, y siempre he pensado que nunca podría recibir este tipo de galardones». «No ha sido así y estoy contenta porque dará visibilidad a mis últimos proyectos que están relacionados con la memoria histórica, y es una gran alegría porque pienso que, por el mero hecho de ser Premio Nacional de Fotografía, van a ser más visibles y desde ese punto de vista, creo que el premio va a ser importante», subrayó.

Ortega da clases de fotografía y en su asignatura de teoría se habla de «proyectos de las artes contemporáneas y artistas que trabajan con fotografía y con vídeo, y son asignaturas en las que la clave es la imagen, móvil y fija». Ha expuesto sus fotografías en ferias como Arco y es autora del libro Discurso e imagen fotográfica en la obra de Carlos Pérez.

Entre sus últimas exposiciones individuales destaca la dedicada a recuperar la memoria de los antiguos campos de concentración de la España de Franco con imágenes de los enclaves actuales en los que estuvieron aquellos centros penitenciarios, bajo el título Cartografías silenciadas.

Después de comenzar con una investigación entre la fotografía y la tridimensionalidad de la escultura y los espacios arquitectónicos, desde 2007 su trabajo adquiere una dimensión documental, en series donde rescata la memoria de los represaliados por el franquismo para restituir su historia como Figuras del exilio, Cartografías Silenciadas o De Trabajos Forzados. En su siguiente etapa creativa profundiza en la relación con el universo de la literatura y el pensamiento en Presencias Sombrías, donde colabora con escritores e intelectuales para reflexionar sobre el discurso histórico, la responsabilidad del historiador o la narración de la memoria colectiva.

Su obra se ha expuesto en en el Museo de la Universidad de Alicante, la Fundació Espais d´Art Contemporani (Girona), la Galería Visor (Valencia) o la retrospectiva Ana Teresa Ortega. Pasado y presente, la memoria y su construcción que en 2019 le dedicó el Centre del Carme Cultura Contemporánea de València. Su trabajo también está presente en las colecciones del Centro Eusebio Sempere (Alicante), la Colección de Arte-Arco (Madrid), el IVAM de Valencia, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Centro Gallego de Arte Contemporáneo (Santiago de Compostela) o el MNCARS (Madrid), así como en colecciones privadas españolas y estadounidenses.