«Esto es basura, un montón de basura convertido en algo bello para denunciar un problema que hay que resolver ya», aclara Olga Diego sobre Isla flotante, un proyecto que ha ejecutado junto a decenas de estudiantes de Bachillerato del instituto Miguel Hernández de Alicante y de otros centros que se han sumado a esta iniciativa, que pretende trasladar un mensaje de urgencia sobre la acumulación de plástico y la contaminación de los mares.

El origen de la idea se remonta a siete años atrás, «cuando aún no se conocía como ahora el problema de las islas flotantes de plástico en el Pacífico; se hablaba de una y ahora hay ya cinco», explica Olga Diego, cuya preocupación por este mal actual mostró el pasado año en la Lonja de Alicante con un centenar de esculturas gigantes hinchables de plástico en un bello Jardín Autómata, con el que alertaba de nuestro mayor «pecado capital» y la necesidad de cambiar los hábitos de consumo para frenarlo.

A raíz de esta muestra, Diego retomó la idea de construir una isla flotante de plástico y echarla al mar por unos días como objeto artístico de denuncia. Junto al equipo del MACA que encabeza Rosa Castells y su programa Menuts Veïns que desarrolla Explicarte con los centros educativos, invitaron al IES Miguel Hernández a participar. Aunque inicialmente eran alumnos de 1º y 2º de Bachillerato, al final se involucró todo el instituto, que realizaba llamadas por megafonía para el reciclaje de botellas de plástico, tarea a la que se sumaron después los IES Figueras Pacheco, Playa de San Juan, Jaime II, entre otros.

El resultado es una instalación de cuatro metros de diámetro y formada por 3.612 botellas de litro y medio, con sus luces incorporadas en el interior. Han sido los estudiantes quienes han recogido los envases, creado los módulos triangulares siguiendo las instrucciones de Olga Diego, construido la máquina para fabricar el hilo de plástico con dichos envases para unir las botellas... «Ha sido un trabajo muy transversal donde ha habido estudio de volúmenes, matemáticas, física, plástica, medio ambiente, tecnología», explica la artista, hasta crear esta «pieza artística de basura», que tenía claro que debía trabajar este tema «con los jóvenes que tendrán el planeta a su cargo» y que durante el proceso se planteaban «cómo es posible que consumamos tanto plástico».

Detalle de la parte externa con las botellas unidas. | ALEX DOMÍNGUEZ

«La intención es hablar del medio ambiente a través del arte, que es una manera suave de abordar temas difíciles, de traer preocupaciones y ponerlas sobre la mesa para llegar a más público», considera Olga Diego, que no duda en calificar la experiencia de «intensa, emocionante e ilusionante».

La idea comenzó a gestarse en diciembre y en marzo se paralizó por el coronavirus. Las actuales restricciones transformaron la isla con forma de balón esférico en semicircunferencia, ya que no ha podido lanzarse al mar como estaba previsto. «Pero siempre supimos que lo importante era el proceso», destaca Castells. La obra terminada se presentó ayer y permanecerá un mes en el museo, junto al relato del proceso con dibujos y grabados.

El futuro de la isla ún está por decidir. Puede que tenga segunda parte y se convierta en circunferencia: «Lo suyo sería que se pudiera ver bajo el agua, bucear dentro de ella», opina la artista. Tiempo al tiempo.